Reloj gigante en Kiev. (EFE)
Las reticencias de la sociedad han encontrado apoyo en algunos estudios, especialmente en el ámbito de la cronobiología, que estudia los ritmos biológicos
Ya en 1810 las Cortes de Cádiz se reunían a una hora en verano y a otra distinta en invierno. No existía una hora oficial, pero de esa manera adaptaban su actividad a las enormes variaciones del Sol en las distintas estaciones. Las sociedades modernas fueron imponiendo horarios comunes y gran parte de los países del mundo optaron, en diferentes momentos y por distintos motivos, por tener dos diferentes durante el año. Casi todos los países de Europa comparten esta medida, pero en 2018 una encuesta de la Comisión Europea mostró el rechazo contundente de los ciudadanos: el 84% estaba a favor de eliminar los cambios de hora, pasando a un horario fijo durante todo el año. En España, el resultado fue aún más contundente: un 93%.
El Parlamento Europeo apoyó la idea, pero la UE no se mojó mucho: cada país debía decidir si quedarse con el horario de invierno o con el de verano. Este cambio de hora, en la madrugada del domingo 31 de octubre de 2021, estaba llamado a ser el último. ¿Qué ha pasado? Que nadie ha hecho nada, que la decisión está encallada y que tiene pocos visos de implementarse a corto plazo. Es decir, que los relojes seguirán moviéndose adelante y atrás durante mucho tiempo. Quizá no era tan sencillo como parecía o tal vez estamos más a gusto con la situación actual de lo que pensábamos.
Eso es lo que creen algunos científicos, que lejos de la corriente mayoritaria que ha impulsado este debate en la sociedad en los últimos años, se muestran partidarios de mantener el modelo actual. “Escuchando lo que se dice en los últimos años, incluso por parte de la Comisión Europea, parece que el cambio de hora es una ocurrencia, pero en realidad tiene relación con fenómenos naturales, con la latitud en la que vivimos y con la existencia de las estaciones. La realidad es que amanece a distinta hora en invierno y en verano y las temperaturas cambian”, comenta José María Martín Olalla, físico de la Universidad de Sevilla que ha estudiado a fondo este problema. “No es que yo defienda que se mantenga, simplemente describo una realidad”, añade.
Hasta el año 1900 no se implantó en España una hora legal y unificada. Antes, los relojes no estaban sincronizados y cada localidad ajustaba sus horarios al paso del Sol. El cambio de hora actual se viene realizando de forma ininterrumpida desde 1974: se atrasan los relojes una hora en otoño (este domingo, a las 3:00 serán las 2:00) y se adelantan en primavera. Siempre nos cuentan que la medida vino motivada por la crisis del petróleo y que permite ahorrar energía (un 5% durante el verano, según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la energía, IDAE). Para muchos, un dato discutible o insignificante.
En cualquier caso, en otros países la historia es distinta. “El nacimiento del cambio de hora como medida política está asociada en muchos países con épocas de crisis, económica o bélica, pero no siempre es así. Italia lo adoptó en 1966, simplemente, porque se dieron cuenta de que en verano amanecía demasiado pronto y no tenía sentido estar esperando a trabajar cuando a mediodía iba a hacer un calor intenso. Lo razonable era empezar a trabajar una hora antes en verano y tener más ocio vespertino”, explica Martín Olalla. De hecho, en el Reino Unido y en Portugal llevan más de un siglo haciéndolo.
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Jorge Mira Pérez, físico, divulgador científico y profesor de la Universidad de Santiago de Compostela, explica el motivo: “Hay una realidad física, la Tierra cambia su orientación con respecto al Sol hasta 47 grados. Eso es muchísimo, implica que la duración del día y de la noche cambia muchísimo a lo largo del año, más de de seis horas y media”. A su vez, esto supone que el amanecer varía más de tres horas cada seis meses. “El ser humano, si quisiera hacerlo bien, tendría que hacer como los animales, levantarse tarde en invierno y pronto en verano. Sin embargo, vivimos en sociedad y nos coordinamos con otras personas para hacer cosas gracias al reloj, un aparato que no tiene esa variabilidad del Sol, va a piñón fijo y se desfasa mucho”, comenta. Con el cambio de hora, “nos alineamos con el sol de una manera práctica. Lo mejor sería levantarnos cada día un minuto y pico más tarde, pero como no podemos hacer eso, hay que buscar esta solución”.
Entonces, ¿por qué tanto rechazo de los ciudadanos europeos? “El problema del cambio de hora es que esos dos días son un incordio y no entendemos el motivo, pero en realidad nadie lo combate activamente. Es decir, cuando ahora pasemos al horario de invierno a muy poca gente, aunque pueda, se le va a ocurrir empezar a trabajar una hora antes que los demás, siendo de noche y con más frío”, señala el profesor de la Universidad de Sevilla. Del mismo modo, “tampoco tendría sentido que en junio, en vez de ir a las 8 al trabajo, cuando ya es de día, vayamos a las 9, prolongando la jornada laboral hacia las horas de más calor”.
Estudios poco serios
Las reticencias de la sociedad han encontrado apoyo en algunos estudios, especialmente en el ámbito de la cronobiología, que estudia los ritmos biológicos. ¿En qué se puede notar el salto de una hora en nuestras vidas? Se pueden encontrar investigaciones muy diversas. Por ejemplo, la revista 'The American Journal of Cardioloy' publicó en 2013 un curioso artículo que afirmaba que en los días posteriores al cambio de hora de primavera se producen más infartos, según datos de hospitales de EEUU. En cambio al pasar al horario de invierno (en teoría, se duerme una hora más al retrasar los relojes), disminuyen. En realidad, las variaciones en las cifras eran muy poco relevantes, pero la hipótesis de algunos expertos es que la duración y la calidad del sueño se ven afectados y pueden influir en el riesgo cardiovascular. Otro estudio encontró que el cambio de hora provocaba más accidentes de tráfico, también en EEUU y también al pasar al horario de verano, cuando perdemos una hora de sueño.
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Sin embargo, los críticos dicen que este tipo de estudios están cogidos por los pelos. Además de estar mal diseñados, con muestras muy pequeñas, llegan a conclusiones difíciles de justificar. “Si cojo los datos de infartos de mi ciudad, quizá cada día se muere una persona de infarto de media. ¿Si el día del cambio de hora se mueren dos ya puedo decir que la probabilidad de que ocurra aumenta un 100%? Eso es una salvajada. Con este ejemplo estoy exagerando, pero este tipo de estudios están diciendo cosas parecidas porque van a detalles muy pequeños y a veces hasta interpretan mal las estadísticas”, asegura Mira Pérez.
Expertos como Ricardo Martínez Murillo, neurobiólogo del Instituto Cajal (CSIC), consideran que las alteraciones de la rutina diaria existen, pero son más bien insignificantes. Más allá del primer día, los efectos son inapreciables, porque nuestro cerebro tiene una gran capacidad de adaptación. Hablar de 'jet lag' resulta bastante exagerado, sobre todo si se compara con los largos viajes en avión que han dado lugar a ese concepto que se refiere sobre todo a los trastornos que causan en el sueño. No obstante, las personas más sensibles podrían tratar de adaptarse poco a poco, variando sus hábitos desde días antes, por ejemplo, de 15 minutos en 15 minutos.
Los científicos críticos con la posible eliminación del cambio de hora consideran que es difícil sostener que una alteración tan pequeña (que incluso podría suceder cualquier fin de semana o en un pequeño viaje) puede causarnos trastornos importantes. Además, “hay otro problema con estos estudios, solo podemos analizar qué pasa con el cambio de hora, pero no qué pasaría si no lo hicieras”, apunta el físico de la Universidad de Santiago de Compostela.
Para poder establecer una auténtica comparación, Martín Olalla analiza dos países que tuvieron una política muy distinta con respecto a este tema. En un artículo publicado en 'Chronobiology International' explica que el ritmo de vida de Alemania está media hora adelantado por las mañanas respecto al del Reino Unido. Al contrario que los británicos, los alemanes no practicaron el cambio de hora entre la II Guerra Mundial y 1980. “Durante más de 30 años, en Alemania amanecía a las 4 en verano, con lo cual se empezaba a trabajar pronto, pero la tendencia de las sociedades modernas es a tener un hábito, a hacer lo mismo a la misma hora durante todo el año. Por eso, se arrastró esa inercia hasta el invierno, entrando a trabajar de noche, antes de la hora del amanecer. Esta consecuencia es mala desde el punto de vista fisiológico. Si el cambio de hora tiene riesgos para la salud, no hacerlo también los tiene, pero esa parte no nos la cuentan”, afirma.
Otro problema (probablemente el que ha dejado en el aire la decisión en Europa) es que al eliminar el cambio de hora, habría que elegir entre el horario de invierno o de verano. Adelantar y atrasar los relojes “acomoda la actividad humana a dos situaciones extremas, el verano y el invierno, es un compromiso de equilibrio”, comenta el investigador de la Universidad de Sevilla. En el aspecto geográfico, el problema es similar: “Habría que decidir si en Cataluña tiene que amanecer a las 5 en verano o en Galicia a las 10 en invierno. Esa tesitura no tiene una fácil solución”.
Atribuir otro problemas al cambio de hora
Los científicos partidarios de mantener la situación actual también denuncian que el debate del cambio de hora está contaminado con otras cuestiones que, en realidad, no tienen nada que ver, como el huso horario de España, las costumbres o la conciliación. “Hay muchos bulos, como el que dice que en España se duerme una hora menos que en los demás países europeos”, comenta Mira López. Para comprobar que no es así, basta con consultar las encuestas de la Oficina Europea de Estadística (Eurostat), que se hacen con amplias muestras de miles de personas.
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A menudo también nos fijamos en diferencias con otros países que en realidad no son tales o están mal explicadas. Si en España se come a las dos y en Portugal se come a la una, en realidad estamos haciendo las cosas a la vez. “Hasta las noticias empiezan a la misma hora aquí y en el país vecino, solo que en un país el reloj pone que son las 9 y en otro, las 8, pero eso da igual”, señala el profesor de la Universidad de Sevilla. A veces, los números solo son números y nos distraen de la auténtica realidad.
Por otra parte, al margen de lo que diga el reloj, nuestras actividades están muy marcadas por la luz solar. Por ejemplo, “si nos fijamos en las encuestas, nos comportamos exactamente igual que los italianos, solo que ellos lo hacen todo una hora antes por una sencilla razón: el Sol pasa una hora antes por Roma que por Madrid”, apunta el físico de la Universidad de Compostela. “Si pones un palo para ver la sombra que proyecta el Sol y nos fijamos en las costumbres del madrileño promedio y del romano promedio, resulta que hacen las mismas cosas con respecto a la luz solar”, afirma.
Por
José Pichel
30/10/2021 - 14:29 Actualizado: 30/10/2021 - 16:22
Los científicos que defienden mantener el cambio de hora: "Hay que adaptarse al Sol" (elconfidencial.com)
www.elconfidencial.com/tecnologia/ciencia/2021-10-30/cientificos-defienden-cambio-hora-adaptarse-sol_3315988/