- El pago de intereses seguirá en aumento aunque la Fed baje tipos con fuerza
- El acumulado anual se irá a los 1,2 billones aún con 200 puntos básicos de recorte
- La contienda electoral de noviembre complica todavía más el horizonte
La carga de deuda pública que lleva sobre las espaldas EEUU no es ningún secreto. Aunque históricamente este ratio ha tenido más protagonismo mediático en economías como las europeas más golpeadas tras la gran crisis, el caso americano concita cada vez más miradas. El ingente gasto en estímulos por la pandemia, con abultados déficits en los últimos ejercicios, ha creado un vórtice que ya ha generado más de un dolor de cabeza a las autoridades y que ha dejado algún aviso serio, como la rebaja del rating de EEUU por parte de una célebre agencia de calificación el verano pasado. Aunque la próxima rebaja de los tipos de interés que se avecina por parte de la Reserva Federal debería aliviar el pago de intereses dentro del servicio de la deuda, el latigazo de las abruptas subidas de 2022 y 2023 aún se dejará sentir.
La preocupante situación la refleja de forma muy concisa este dato incluido en uno de los últimos comentarios para clientes de los analistas de Bank of America (BofA): "La deuda pública de EEUU aumenta actualmente en un billón de dólares cada 100 días". Un gráfico incluido por los estrategas del banco en otro boletín de la semana pasada es también más que revelador, al observarse en el trazo cómo, aunque el banco central de EEUU baje los tipos de interés 200 puntos básicos (del actual rango del 5,25%-5,5% a un 3,25%-3,5%), lo que equivaldría a ocho recortes 'estándar' de 25 puntos básicos (la apuesta de los mercados ronda los siete recortes para el verano de 2025), el problema seguiría siendo de grandes dimensiones.
"La deuda nacional de EEUU ha subido más de un billón de dólares hasta superar los 35 billones; el pago de intereses de la deuda ha ascendido a 900.000 millones de dólares en los últimos 12 meses (13,4% del gasto público), y se prevé que aumente a 1,4 billones de dólares en julio de 2025, dada la dinámica de la deuda si no cambian los tipos. Incluso si la Reserva Federal recorta 200 puntos básicos, los pagos de intereses aumentarán a 1,2 billones de dólares", alerta el equipo de estrategas encabezado por Michael Hartnett.
Echando la vista atrás, el cuadro es impactante: "Hace 24 años, la economía registraba tasas de crecimiento del PIB similares a las actuales y el desempleo también rondaba el 4%; sin embargo, EEUU registraba un superávit fiscal del 2% del PIB y la deuda era inferior a seis billones de dólares. La magnitud del deterioro de la situación fiscal estadounidense es enorme y, si no se aborda el problema, se corre el riesgo de que se produzcan más rebajas de la calificación de la deuda, más volatilidad en los mercados, mayores costes de endeudamiento y un crecimiento económico potencial más lento", avisa el equipo de economistas de ING para EEUU, comandado por James Knightley.
"De cara al futuro, la posición fiscal de EEUU es vulnerable tanto a factores estructurales -por ejemplo, el envejecimiento de la población- como a factores cíclicos, como el enfriamiento del crecimiento económico, el aumento del desempleo y los elevados costes de endeudamiento. Como declaró a principios de mes el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, el nivel de deuda que tenemos es completamente sostenible, pero la senda en la que nos encontramos es insostenible", añaden los analistas de ING.
En las previsiones de junio de la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO), que no es partidista, se recoge un déficit medio anual del 6,3% del PIB en el periodo 2024-2034. La deuda pública aumentará del 99% al 122% del PIB en los próximos 10 años, se añade. Se trata de unas previsiones basadas en la expiración de las reducciones fiscales aprobadas en su momento por Donald Trump, con una economía sólida que experimenta un crecimiento de alrededor del 1,8% en promedio, un aumento del empleo de nueve millones durante el período y un aumento de los ingresos de cinco puntos porcentuales del PIB hasta el 90%.
El problema puede ir a más con las elecciones presidenciales de noviembre. Si el candidato republicano, el expresidente Donald Trump, insiste con las rebajas de impuestos a las grandes empresas, medida de alivio que ya ensanchó los déficits en su mandato; su contrincante, la demócrata y actual vicepresidente, Kamala Harris, ha sacado a la palestra una ambiciosa agenda social para ayudar a las familias que aumentaría los déficits en 1,7 billones de dólares a lo largo de una década, según las estimaciones del Comité para un Presupuesto Federal Responsable, una organización de políticas públicas sin fines de lucro con sede en Washington que aborda cuestiones fiscales y presupuestarias federales. Una cifra aumentaría a dos billones de dólares si las políticas de vivienda temporal se hicieran permanentes.
"El legado de enormes transferencias fiscales del sector público al sector privado durante la pandemia, bajo las presidencias de Trump y Biden, ha sido el principal factor responsable del deterioro de las finanzas gubernamentales. Eso ha disminuido, pero incluso si los candidatos estuvieran seriamente motivados a reducir el déficit, hay importantes problemas estructurales que dificultan tener una idea real del lado del gasto de la ecuación", avanzan Knightley y los suyos.
El gasto obligatorio, o gasto impuesto por las leyes vigentes, representa casi dos tercios del gasto. Se trata sobre todo de gastos sanitarios y de seguridad social, determinados en gran medida por el número de beneficiarios. Históricamente ha crecido entre 0,1 y 0,2 puntos porcentuales del PIB al año, impulsado por la evolución demográfica. En el pasado, los crecientes desembolsos obligatorios se veían compensados por la contracción del gasto discrecional (votado en el proceso anual de asignaciones). El tercer y más pequeño componente del gasto público es el gasto por intereses. Con un aumento de 0,5 puntos porcentuales en 2023 debido a la subida de los tipos de interés, alcanza el 2,4% del PIB, cifra algo superior a la media de los últimos 50 años (2,0%).
Analizando más a fondo la estructura del gasto discrecional, este ya se encuentra cerca de mínimos históricos en relación con el tamaño de la economía, especialmente en el sector de la defensa, que representa poco menos de la mitad de este componente. Esto sugiere que hay un margen limitado para la reducción, especialmente dada la mayor demanda de equipo militar debido al conflicto en curso en Oriente Medio y Europa del Este. El gasto discrecional no relacionado con la defensa incluye la educación federal, el transporte, los programas de vivienda y la seguridad interior, entre otros. "Es posible que se produzcan recortes, pero, como en el caso de la defensa, significaría que el gasto caería a la proporción más baja de la economía en 50 años", reseñan desde el banco 'naranja'.
"Una vez finalizado el apoyo adicional a los hogares durante la era de la pandemia, los programas de seguridad de ingresos volvieron a la normalidad en 2023, por lo que hay poco margen para una mayor reducción y existe un riesgo al alza si aumenta el desempleo. Mientras tanto, el gasto asignado a la atención sanitaria (Medicare/Medicaid) y la seguridad social se encuentra bajo una presión estructural al alza debido al envejecimiento de la población. La conclusión es que no hay tanto margen para recortar fácilmente el gasto público de manera tan significativa como algunos funcionarios de campaña parecen pensar", remata el equipo de ING.