:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fcd2%2Fa67%2F889%2Fcd2a6788991c5a1cd9efa3b794d8e97e.jpg)
Fuente: iStock
España lidera el 'ranking' mundial de alopecia masculina. Más allá de lo físico, la pérdida de cabello impacta en la autoestima y refuerza temores asociados al envejecimiento y la mortalidad
España es el país del mundo con más hombres calvos. Aproximadamente, el 44'5% de la población masculina de nuestro país tiene algún problema de alopecia según un último estudio de Medihair publicado justo el mes pasado. Somos los que más pelo pierden junto a los italianos y los franceses, lo que alude a factores genéticos, al estilo de vida (en este caso obviamente el mediterráneo) y a los factores medioambientales. Sin embargo, tampoco habría que tomar los datos al pie de la letra: la plataforma solo entrevistó a 4.284 personas de todas partes del mundo, lo que se considera una muestra pequeña. No obstante, resulta muy curioso que "la pérdida de cabello masculina pueda variar tanto de un país a otro.
Estos son los datos. Lo cierto es que detrás de las cifras hay un montón de personas que, a no ser que quieran hacer una inversión de injerto de pelo, algo por fortuna cada vez más económico, viven con resignación el proceso de pérdida de masa capilar, haciéndose a la idea de que el resto de su vida su cabeza va a ir haciéndose cada vez más y más visible. Obviamente, esta realidad entraña ciertas repercusiones en la autoestima y salud mental masculina, asociándose el pelo a la fuerza y la viralidad, cual mito de Sansón. Pero también tiene un significado mucho más profundo que radica en las experiencias infantiles y los traumas del pasado o, incluso, con el presentimiento de la muerte.
Al fin y al cabo, sucede lo mismo que con las arrugas: son una manifestación física del paso del tiempo y, con él, el envejecimiento prematuro, algo especialmente difícil de sobrellevar si estas muestras se producen en los primeros años de los 20. En este aspecto, las mujeres corren con más presión social que los hombres por mitigar o atrasar los efectos del envejecimiento, pero realmente no deberíamos desdeñar el papel que juega la calvicie en la salud mental de los hombres al margen de las bromas y chanzas que pueden suscitar. "El cabello es un aspecto integral de la identidad de muchos hombres", asevera Tom Wooldridge, profesor del departamento de psicología de la Universidad Golden Gate en San Francisco y autor de un reciente estudio que ahonda en las raíces psicoanalíticas de la calvicie masculina.
"A diferencia de cortarnos el pelo, algo que podemos elegir, la pérdida del cabello nos elige a nosotros"
"Nuestra cultura valora mucho el cabello abundante y saludable como un signo de atractivo", prosigue, en un artículo publicado en Aeon. "A los hombres les preocupa que les juzguen e incluso les ridiculicen por su alopecia. Esto es una señal de la pérdida de juventud y vitalidad a medida que se acercan a la mediana edad". Wooldridge admite que muchos hombres que acuden a su consulta no son conscientes de lo mucho que les está afectando a nivel emocional y psicológico su pérdida de cabello, por lo que intenta ayudarles a comprender las raíces de esa angustia que sienten.
La calvicie en una lectura psicoanalítica
En realidad, el cabello es uno de los elementos más visibles de nuestro aspecto físico, por lo que perderlo puede suponer una gran merma de la autoestima, lo que conduce o alimenta prejuicios y problemas que ya existen de por sí en el individuo. Wooldridge sugiere, desde su punto de vista psicoanalítico, que el pelo tiene un vínculo muy especial y específico con el cuerpo materno y con la posterior separación que se produce entre él y el individuo. Como tantos otros profesionales de su campo, ahonda en las raíces de esa separación entre el cuerpo materno y el bebé para enfrentar los problemas del presente. Lo cierto es que, según el especialista, "la pérdida del cabello evoca ansiedades sobre la impotencia ante esa separación".
"Al afeitarse la cabeza, el sujeto está imbuyendo su experiencia de la pérdida de pelo con una sensación de control que de otro modo no tendría"
Para entender este trasfondo psicoanalítico, tan solo basta con reparar en lo liberador que resulta raparse la cabeza una vez los signos de la alopecia empiezan a asomar. Esto, al fin y al cabo, es un mecanismo de defensa muy efectivo del ego al convertir lo pasivo en activo (entendiendo estos dos términos en el sentido psicoanalítico). "Al imaginarse afeitándose la cabeza de forma proactiva, el sujeto está imbuyendo su experiencia de la pérdida de pelo con una sensación de control que de otro modo no tendría", argumenta Wooldridge. Por esto mismo, también de cara para fuera, los hombres que se rapan son percibidos como más dominantes que los que simplemente viven con los efectos progresivos de su alopecia.
Lo que no se puede controlar
Anthony Synott, citado por Wooldridge, es un sociólogo que exploró las significaciones sociales de la alopecia, proponiendo que la calvicie es uno de los símbolos más palpables de la mortalidad humana, lo que implica una "herida narcisista profunda" para quien la padece. "A diferencia de cortarnos el pelo, algo que podemos elegir, la pérdida del cabello nos elige a nosotros", afirma, acabando con "nuestras ilusiones de control omnipotente en relación con nuestros propios cuerpos".
Obviamente, la alopecia no es, ni de lejos, una desgracia, un problema de salud o algo que debería captar toda tu preocupación. Los especialistas médicos hablan de ella como "condición" más que como enfermedad, por lo que tampoco habría que exagerar sus efectos adversos (más cuando hay patologías o condiciones que afectan más tanto a la población masculina como a la femenina). Sin embargo, como concluye Wooldridge, aunque pueda parecer menos importante que muchas de las pérdidas a los que se enfrentan los psicoterapeutas a diario, "es una experiencia profundamente evocadora y conmovedora para los jóvenes que luchan contra ella".