domingo, 9 de marzo de 2025

Adiós a las carreteras: la pequeña isla de Canarias única en Europa donde solo usan la bicicleta



Adiós a las carreteras: la pequeña isla de Canarias única en Europa donde solo usan la bicicleta
 (iStock)



En esta isla de Canarias no hay carreteras ni asfalto, solo caminos de arena. Sus habitantes se mueven en bicicleta, manteniendo su propio estilo de vida, aunque el turismo plantea desafíos



En el archipiélago canario existe una isla donde las carreteras y el asfalto no han llegado. Aquí, los caminos son de arena, las bicicletas dominan el paisaje y el mar es el único acceso. Pero, a pesar de su apariencia tranquila, la realidad de este destino es más compleja de lo que parece.

Se trata de La Graciosa, la más pequeña de las ocho islas principales de Canarias, situada al norte de Lanzarote. Hasta hace unos años se la consideraba un islote, pero en 2018 el Senado aprobó su declaración como la octava de las Islas Canarias.

Aunque su entorno sigue siendo un paraíso natural, en los últimos años ha experimentado un crecimiento turístico que ha generado debate entre residentes y visitantes. Con una población de poco más de 700 habitantes y un tamaño de apenas 29 kilómetros cuadrados, la isla recibe cientos de miles de turistas al año, lo que la convierte en uno de los territorios con mayor presión turística del país​.


Sin asfalto, pero con una alta presión turística

A diferencia de cualquier otra isla habitada de Europa, en La Graciosa no hay ni un metro de asfalto. Sus calles y caminos son de arena, y los únicos vehículos autorizados son todoterrenos con permisos especiales para transporte público y de mercancías. Sin embargo, el número de vehículos ha aumentado considerablemente en los últimos años, lo que ha generado preocupaciones sobre su impacto en el ecosistema.

Aunque sigue sin contar con grandes complejos turísticos, la demanda de alojamiento ha crecido y los alquileres vacacionales han transformado la economía local. Durante la temporada alta y las fiestas, hay alojamientos que llegan a reservarse con dos o tres años de antelación, y las playas más famosas, como La Francesa o Las Conchas, pueden estar abarrotadas​. Esta alta demanda turística ha contribuido al desarrollo de La Graciosa, pero también plantea desafíos para gestionar este fenómeno con un mayor equilibrio.


Un equilibrio difícil entre turismo y conservación

La Graciosa forma parte del Parque Natural del Archipiélago Chinijo, un espacio protegido que abarca más del 90% de su territorio. El mes pasado se presentó un borrador del nuevo Plan Rector de Uso y Gestión del Archipiélago Chinijo, con aportaciones vecinales, que busca regular el equilibrio entre conservación y turismo. Aunque aún no está aprobado, podría suponer un paso importante para gestionar el impacto de la creciente afluencia de visitantes en la isla.

Grupos ecologistas han advertido sobre los riesgos de la masificación. En 2024, Ecologistas en Acción otorgó una bandera negra a la Playa de La Francesa debido a la acumulación de residuos y el impacto del turismo descontrolado en la zona. Además, los residentes han organizado protestas para exigir una regulación que garantice la sostenibilidad de la isla​.

Para llegar a La Graciosa, la única opción sigue siendo tomar un ferry desde el puerto de Órzola, en Lanzarote. La travesía de 25 minutos transporta diariamente a cientos de visitantes que buscan desconectar del ruido y disfrutar de sus paisajes únicos. Sin embargo, el crecimiento del turismo plantea interrogantes sobre el futuro de la isla.

La Graciosa sigue siendo un destino sin carreteras y con un estilo de vida diferente. Mientras los habitantes luchan por encontrar un equilibrio entre el turismo y la conservación, la isla enfrenta el desafío de preservar su identidad en un mundo donde cada vez es más difícil mantener espacios verdaderamente vírgenes.