- La tasa de mano de obra desperdiciada de Finlandia y Suecia supera a la española
- Los gobiernos culpan al fracaso de la integración de inmigrantes y refugiados
Desde hace dos trimestres, España ya no es el país europeo que más potenciales trabajadores mantiene en el limbo del desempleo o la precariedad extrema, un puesto que llevaba ocupando desde que Eurostat empezó a medir este dato, en 2009. Aunque quizá lo sorprendente es quiénes nos están desbancando como el farolillo rojo de las oportunidades profesionales: si en el arranque del año Finlandia se hizo con el primer puesto, ahora es Suecia quien escala al segundo lugar del podio de los peores lugares para buscar trabajo en la UE.
Según los últimos datos de Eurostat, España desaprovecha el 18,2% de su fuerza laboral potencial, contando a los parados, los inactivos que en realidad son desempleados que quieren trabajar, pero no cuentan como tales por haberse desanimado de buscar empleo, y los subempleados, que solo han podido encontrar empleos por pocas horas. Todos ellos forman parte de la 'holgura laboral', un indicador en el que Finlandia suma ya un 19% y Suecia un 18,3%.
Eso sí, nuestro país sigue cuatro puntos por encima de sus siguientes competidores: Italia (14,9%) y Francia (14,8%). El mayor problema es nuestro paro 'convencional' (personas sin trabajo que lo buscan activamente y están disponibles) que aportan 10,5 puntos porcentuales a la holgura. Pero los desempleados 'ocultos' que no encajan en esta categoría aunque que sí forman parte de la holgura suman 3,4 puntos, frente a los 5 de Finlandia, 5,8 de Suecia y 6,4 de Italia. En Francia se queda en los 3,4 puntos porcentuales.
Por otro lado, España es el cuarto país europeo en volumen de subempleo (añaden 4,3 puntos porcentuales de la holgura), después de Países Bajos (5,1 puntos), Finlandia (4,8 puntos) e Irlanda (4,7 puntos). Eso sí, es una mejora si tenemos en cuenta que en 2022 llegamos a encabezar este ránking de precariedad.
Cuando analizamos la serie histórica, que se remonta a 2009, en plena crisis financiera, se aprecia que España fue el país que más disparó su holgura laboral (impulsada por el paro convencional), que alcanzó un máximo del 36,9% en el segundo trimestre de 2013, 16 puntos más que Suecia y 18 más que Finlandia.
Pero a partir de ese momento empieza a caer con una intensidad continuada, lo que permitió incluso a nuestro país empatar con Italia en 2019. Pero la pandemia ha supuesto un rebote de la holgura en nuestro país mayor que en otras economías, lo que amplió el diferencial con el mercado laboral italiano, que se recuperó con mayor rapidez. Lo extraño es lo que ocurre con los países nórdicos.
Finlandia y Suecia empiezan a remontar la holgura a partir de 2022, coincidiendo con la guerra de Ucrania. Un momento en el que la llegada de refugiados que huyen de la invasión rusa acentúa un problema que lleva gestándose desde mucho antes: la difícil gestión de la mano de obra migrante, que, según muchos analistas, ha puesto bajo las cuerdas al célebre Estado del Bienestar nórdico.
Esta situación ha generado un intenso debate no solo económico, sino político y social. Así, las tendencias del mercado laboral nórdico (sobre todo de Suecia y Finlandia) destaparían el fracaso de un modelo que ha estado basado en la apertura casi total de la fuerza laboral extranjera, sin tener en cuenta su cualificación ni la compatibilidad de su identidad cultural con la occidental. Suecia ha pasado de una tasa de paro del 5,8% antes del covid a coquetear con tasas cercanas al 9% (cada vez más cercanas a las de España), mientras que Finlandia, el desempleo ha pasado del 5,4% de 2018 al 9,3% actual, habiendo alcanzado por momentos también el doble dígito.
Esto está teniendo importantes repercusiones en la sostenibilidad fiscal de estos países que otrora aprovechaban su elevada presión fiscal y altísima tasa de empleo para financiera unas políticas públicas y un Estado de Bienestar que atrajo a cientos de miles de trabajadores de fuera que no están logrando integrarse. El éxito de este modelo habría sido la causa de su fracaso.
El problema migratorio
El propio Gobierno ha publicado una página para desmentir mitos sobre el estado actual de la sociedad y la seguridad en Suecia, pero lo que queda claro es que la situación es cuando menos compleja. De hecho, el propio ejecutivo acusa a los inmigrantes (de primera y segunda generación) de estar detrás del incremento de la criminalidad en el país. "La situación en Suecia es muy grave, con una ola de violencia sin precedentes", reza la web oficial del Gobierno actualizada el 6 de octubre. Su plan para revertir la situación pasa por una retórica conocida en España: fomentar una inmigración 'ordenada' y ligada a la captación de talento y trabajadores cualificados. Pero esto es más sencillo de decir que de hacer cuando los inmigrantes asumen trabajos en actividades del sector servicios de bajo valor añadido y peores sueldos.
Sin embargo, volviendo al terreno estrictamente económico, el propio Riksbank, el Banco Central de Suecia, señala a la "inmigración a gran escala" de refugiados y familias como la causa del desbarajuste en el mercado laboral, que han impedido la recuperación de la curva de Beveridge (el encaje entre oferta y demanda de trabajadores) tras la crisis financiera y la pandemia. "Esto se debe a que las personas nacidas en el extranjero representan actualmente una proporción ligeramente mayor del desempleo total y tienen una tasa de búsqueda de empleo más baja en promedio", inciden.
Las estadísticas revelan que Suecia y Finlandia, pese a ser históricamente países con tasas de paro reducidas, presentan las tasas de paro más altas de toda la UE con diferencia entre ciudadanos no nacidos en el bloque comunitario, lo que ha podido generar cierto descontento y malestar entre estos ciudadanos.
Según las estadísticas oficiales expuestas ofrecidas por Stefan Hedlund, economista y profesor en la Universidad de Uppsala, en un análisis publicado en Geopolitical Intelligence Services, el número de residentes en Suecia nacidos en el extranjero ha aumentado espectacularmente en las últimas dos décadas. De una población de 10,61 millones en 2022, un total de 2,14 millones estaban registrados como nacidos en el extranjero, más del doble que en el año 2000. Eso equivale a alrededor del 20% de la población. Pero si se utiliza una definición más amplia, para incluir a aquellos que han nacido en Suecia, pero cuyos padres (padre y madre) son extranjeros, la cifra aumenta al 26%.
Muchos de estos extranjeros proceden de países de Asia -el 40% de Asia y un 10% de África, según los últimos datos de la OCDE- con lenguas y culturas muy diferentes a la sueca, lo que ha dificultado sobremanera su integración en la sociedad y en el mercado laboral del país. A simple vista, estas cifras no tienen por qué guardar relación con los problemas a los que se enfrenta Suecia. No obstante, Hedlund explica que el gobierno sueco ya ha encargado un estudio sobre los costes y beneficios de la migración, que se desglosará por países de origen. "Se espera que destaque el desafío actual: la tarea de integrar a un gran número de adultos sin cualificación que llegan con muchos niños, mientras que en las olas de inmigración anteriores equivalían a aceptar personas de países culturalmente similares que buscaban directamente un empleo remunerado".
La paradoja ante este argumento es el caso de España, que también recibido un intenso flujo migratorio mayor en los últimos años, ha seguido una tendencia opuesta a los países nórdicos. Esto no se aprecia en los datos de holgura laboral, ya que no se clasifican por nacionalidad, pero los de paro son clarísimo. Y estos nos dicen que la tasa de paro de los extranjeros no comunitarios es del 14,9%, frente a las del 9,1% de los nacionales. En el caso de Finlandia, los foráneos duplican la tasa de paro de los nacionales y en el caso de Suecia, la triplican. Como decíamos, es la brecha más alta de la UE.
Pero en el último año el desempleo de los extranjeros no comunitarios en España se ha reducido por debajo de los que viven en Suecia y Finlandia, una prueba de que nuestro país tiene mayor capacidad de atracción y utilización del talento que el modelo nórdico. En parte por el intenso crecimiento económico, pero también porque no existen ciertas barreras culturales que afectan a los extranjeros que llegan a Suecia y Finlandia. El país que más inmigrantes aporta a España es nuestro vecino Marruecos, seguido de Colombia, pero también en crisis como la de Siria o Ucrania nuestro sistema de acogida de refugiados funcionó con mucha más eficiencia.
La excepción danesa y los guetos
Más allá del impacto en la economía y la sociedad, esto deja entrever que Suecia, y por extensión Finlandia, tienen un problema para integrar a la población que viene de fuera mucho mayor que el resto de Europa. Una vez más, todo hace indicar que la lengua, la cultura y la formación de los inmigrantes que llegan a Suecia no encaja con las 'necesidades' de la economía nórdica, lo que combinado con el muy solidario Estado de Bienestar puede haber generado el caldo de cultivo perfecto para la formación de guetos. Por muchas políticas y ayudas que se implementen, a menudo la mejor herramienta para la integración es el propio empleo.
La vecina Dinamarca lleva tiempo tomando medidas importantes para integrar a sus inmigrantes. Alguna de las más radicales y sonadas han sido las que tienen que ver con la demolición de barrios enteros (en los casos más extremos) habitados por ciudadanos 'no occidentales' para integrarlos en zonas habitadas por todo tipo de ciudadanos (daneses, inmigrantes procedentes de la UE...)
"Dinamarca está teniendo éxito porque empezó a tomar medidas mucho antes de que los problemas se le fueran de las manos. En Suecia, el gobierno no sólo ha comenzado tarde, sino que también ha evitado adoptar el ejemplo danés en su totalidad", advierte Hedlund.
Este problema de integración social y laboral en los países nórdicos cobra mayor relevancia en el discurso político a partir de 2015, coincidiendo con la crisis de los refugiados de Siria que obligó a la UE a una profunda revisión del sistema de asilo en países como Suecia y Finlandia. El 'shock' de la llegada de miles de foráneos de otra religión y etnias muy diferentes a la europea fue utilizado políticamente para restringir las políticas de acceso, a pesar de que el flujo de migraciones por esta causa se redujo a partir de 2016.
Pero el impacto de esta situación en el mercado laboral no es tan contundente como los análisis sociales y políticos sugieren. Como hemos visto, en Suecia, la holgura empezó a crecer a partir de 2018 tras estabilizase en los dos años anteriores, si bien la tendencia se acelera a partir de 2022. En Finlandia, el efecto se percibe coincidiendo con la invasión rusa a Ucrania, cuya población es "culturalmente" más cercana a la del país de destino. Pero en ambos casos se produce con una legislación ya más restrictiva, tanto para los inmigrantes convencionales como para los refugiados.
Todo ello se produce en el contexto de unas economías que han perdido dinamismo. No solo ya no crecen como en el pasado, sino que incluso empiezan a tener problemas con el déficit y la deuda pública, algo que parecía imposible en los paraísos nórdicos. Si bien es verdad que Suecia aún mantiene a raya sus finanzas públicas, Finlandia no logra alcanzar el superávit, lo que junto a una economía estancada ha llevado a que la deuda pública rebase el 80% del PIB, desencadenando la bajada de rating de su deuda por parte de las agencias de calificación, mientras que países como España o Portugal han disfrutado de subidas de rating en el mismo periodo de tiempo. Y donde los problemas de segregación y 'guetificación' de los inmigrantes están muy lejos de los niveles del norte de Europa.