lunes, 13 de octubre de 2025

La tormenta perfecta que aniquiló civilizaciones: cómo las enfermedades derrotaron al Nuevo Mundo mucho antes que las armas



Pintura de la llegada de Cristóbal Colón a América 
(Dióscoro Puebla, 1862)



La llegada de los conquistadores a América desató un choque biológico y cultural que transformó para siempre el destino de pueblos enteros, marcando uno de los mayores colapsos de la historia



El éxito consiste en ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo

Winston Churchill.



Cuando la monarquía española comenzó a adueñarse de una buena parte del mundo a partir de las postrimerías del siglo XV, fue incapaz de prever que, más allá de universidades, hospitales y una cultura complementaria a la par que avanzada, en aquellas tierras ignotas y divididas por guerras civiles intestinas, enfermedades e infecciones demoledoras resultarían fatales para los nativos. Con independencia de que los españoles de antaño tenían una superioridad militar incontestable y un armamento nunca visto por aquellas latitudes, la falta de inmunidad de los locales ante los patógenos exportados desde Europa haría una criba monumental. Ya no eran solo las armas del momento, sino, además, un mundo microscópico de maleantes con una pegada descomunal.

Su medio ambiente —el de los nativos— sería alterado rotundamente por aquellos soldados exploradores que, a partir del año 1492, portadores inconscientes de la letalidad que llevaban en sus organismos, generarían enfermedades sin cuento entre los aborígenes. La viruela y el sarampión fueron especialmente crueles con la población autóctona. Asimismo, hay que recordar que el final de la Peste Negra en Europa, según estimaciones —pues los cálculos se hacían imposibles—, causó una mortandad enorme durante el tiempo del Renacimiento, que se cree se llevó rumbo a la eternidad a más de la tercera parte de los europeos de aquel entonces, si no más.

En lo relativo a la fiebre amarilla y, en menor medida, a la malaria, los estudios posteriores indican que generaron gran mortandad tras el estudio de los huesos de las momias, al dejar estas partes del tejido accesibles para los expertos. Ya fuera por contacto directo, a través de las vías respiratorias, por la carencia de una higiene digna de tal nombre y, por supuesto, por la ausencia de la clase médica, la propagación se hizo imparable.


Aquellas enfermedades favorecieron la penetración de las tropas hispanas en sendos territorios: Centroamérica y el oeste de la actual Norteamérica

No tanto por el ejercicio de las armas, sino más bien por la enorme desgracia que acarrearon los soldados exploradores con patógenos dominados en Europa, pero letales ante una población indefensa contra ellos, aquello se convirtió en un Armagedón. Las investigaciones más recientes de los paleoantropólogos y la medicina de laboratorio nos señalan de manera rotunda que, por encima de la intencionalidad, los contagios no fueron actos conscientes, sino involuntarios. Como consecuencia de este destrozo causado por los ávidos patógenos, una terrible hambruna acabó de rematar la desesperación de aquellas pobres gentes. Sus dioses y el nuestro no eran muy garantistas con los habitantes de este orfanato ambulante y su penosa existencia en medio del abrumador silencio sideral.


Un cambio de guardia en la historia

Cabe señalar que aquellas desgraciadas enfermedades favorecieron la profunda penetración de las tropas hispanas en sendos territorios: Centroamérica y el oeste de la actual Norteamérica. En el sur, se llegó hasta la Patagonia. Eso, y las dos guerras civiles que tuvieron que enfrentar tanto Cortés como Pizarro en sus respectivas operaciones, dieron cancha a un rápido colapso de aquellas civilizaciones. La accidentalidad caprichosa de la historia y sus azares, y la letalidad de los patógenos importados, determinaron un cambio de guardia en la historia de la humanidad.

La tremenda hecatombe sanitaria resultante de la debilidad de aquellos sistemas inmunológicos deteriorados por las solapadas enfermedades de comorbilidad y la lejanía de tratamientos adecuados fueron una sentencia de muerte para millones de desgraciados. Todavía tenemos que aguantar que lo que hicimos en América fue un genocidio, según algunos historiadores de salón. A veces los bulos se convierten en dogmas.

Según qué fuentes, el sumatorio de víctimas, en porcentajes, se podría situar en el 60 % en un rango de 25 años, hasta que remitió el punto álgido de letalidad. Si hacemos una contabilidad rigurosa en millones de fenecidos, es mejor no calcularlo. Una tragedia colosal, sin duda. Pero que quede claro que el azar es accidentalidad, y la intención está asociada a la voluntad. Aquellos bichitos cabrones no entraban dentro del plan ni de la acción militar por parte de la Monarquía española.


Por 
https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2025-10-11/nuevo-mundo-historia-espana-america-enfermedades_4225870/