martes, 20 de marzo de 2018

Las “empresas zombis” abundan y aún pueden morderte

Las “empresas zombis” abundan y aún pueden morderte

  • El estado de salud de las compañías, un peligro por su posible derrumbe dominó

España no es JapónEuropa no es Japón. EE.UU. no es Japón. China no es Japón. Es obvio. Las diferencias se acumulan. Sin embargo, todos ellos comparten con el aún líder tecnológico del Extremo Oriente un problema extendido: las “empresas zombis”. Allí es donde por primera vez se definieron. Y no han parado de crecer a nivel global. Hasta ser algo habitual. También aquí.
Según Scott Fearon, autor de Dead Companies Walking, las empresas zombis comparten unos ingresos en declive y una deuda cada vez mayor, una excesiva expansión, la improbable nueva fuente de ingresos, contar con bonos corporativos inflados y el dedicarse a una industria que (sí) encara el ocaso... Compañías que, en ese sentido, son vulnerables. Bloomberg se atreve a citar Mediaset en Italia, Lundin Petroleum en Suecia, Publicis Groupe en Francia, Altice NV de los Países Bajos... Los ejemplos no saben –pese al tópico sobre el sur de Europa– de nacionalidad. Todas ellas se aprovechan de los económicos precios del crudo y las bajas tasas de interés en la Eurozona.
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. (Redacción)
Son compañías, dicho de forma llana, que sobreviven, básicamente, por la constante refinanciación de su deuda. Compañías que, pese a su reestructuración o los bajos intereses, son incapaces de cubrir gastos y operar con beneficios –más allá de pagar a los prestamistas. O, dicho de forma más técnica, empresas que, con 10 o más años de existencia, tienen un ebitda (ganancias antes de pagar intereses e impuestos, sin contar las disminuciones de valor por depreciaciones o las amortizaciones) respecto a los gastos de cifra igual o menor a uno, si seguimos aquí al Bank of International Settlements (o BIS).
Y es que, como nos indica Josse Roussel, decano del programa Executive de la Paris School of Business (Francia), “las empresas que se han mantenido con vida gracias a un cóctel de crédito barato y políticas complacientes del gobierno, son, en efecto, firmas ‘walking dead’. Su colapso podría desencadenar una reacción en cadena que conduciría a otra crisis, siempre que la compañía zombi sea lo suficientemente grande como para tener un impacto sistémico”.
Nuestras economías son adictas a la deuda
JOSSE ROUSSEL
Paris School of Business (Francia)
En Japón, de hecho, trajo la conocida como década perdida. Y ésta se ilustra con un ejemplo conocido: la marca de supermercados Daiei, con sus casi 100.000 empleados –y tras crecer y crecer y crecer durante la burbuja inmobiliaria y financiera de finales de los años 80–, a inicios de los 90 siguió su camino sin entrar en bancarrota solo gracias a que, como señalara el ministro de Finanzas, Takeo Hiranuma, era “demasiado grande para caer”. Como ella un buen número de empresas japonesas siguieron presentes en el día a día a pesar de depender de la continua financiación bancaria.
El ‘ejemplo’ de Japón
“Japón está escapando de esa época de empresas zombis. Algunas ya han caído, y por eso ha aumentado el desempleo. Ahora el país tiene una situación de desempleo bastante baja pero es porque la mayoría trabaja a tiempo parcial, en empleos temporales. Especialmente más del 60% de los jóvenes”, señala Carlos Alberto Aquino, profesor de Economía Internacional de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima (Perú), doctor por la Universidad de Kobe (Japón) y de los mayores expertos en la economía asiática. Las consecuencias, según relata este experto, son evidentes: una sociedad tradicionalmente ahorradora cada vez lo es menos; los ingresos se han vuelto más precarios; se consume poco; “no quieren (y no pueden)” formar una familia... Y junto a todo ello aparece la deflación: empresas que, ante el escaso consumo, han bajado los precios, y para ello han reducido costos dejando salarios que no aumentan (o lo hacen poco) y desincentivando a su vez el consumo. “Un círculo vicioso al que encima hay que agregar la competencia de productos importados baratos, de China especialmente, muchos de ellos producidos por empresas japonesas en ese país”, relata.
La respuesta a la deflación ha sido contundente: el Banco de Japón inunda la economía de dinero barato desde 2013 para que así las empresas inviertan y la gente consuma más. Sin embargo, se invierte más fuera que dentro del país, y muchas empresas antes de aumentar los salarios han preferido automatizar las instalaciones. Y los consumidores, con ingresos precarios o que no suben, no consumen.
¿Les suena?
La opción de Draghi
Aquí los datos hablan por sí solos. Si el número de empresas zombis en una escala global ha pasado –siguiendo al BIS– del 7,5% al 10,5%, en Europa son cerca del 9%, según los cálculos del Bank of America. Y este panorama puede ser aún peor. Porque esos números se refieren a las grandes compañías del STOXXX 600, pero en los países de la OCDE (que, en resumen, son los más desarrollados del planeta), un 90% de las empresas son pequeñas y medianas (PYMES) y gran parte de estas también sobreviven entre pérdidas. En la Eurozona, el BCE estima que el 30% dependen de este crédito.
Los diferentes expertos apuntan a Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), como el reflejo de la reacción japonesa en el Viejo Continente. Quizá porque el italiano lo tuvo claro desde los momentos críticos de la crisis financiera en Europa. Como claro lo tuvieron los gobiernos europeos de turno. Quizá porque el panorama era conocido: cuando una empresa grande quiebra afecta a muchos. A empleados. A acreedores. Al Gobierno. Y a un largo etcétera. No se le deja caer. Se trata de cortar la herida sangrante de la crisis cuanto antes. Y por eso el “whatever it takes” de Frankfurt; las tasas ultra bajas y la alta liquidez; las tasas negativas de interés y el QE (la política para generar moneda y ponerla en circulación y así poder aumentar la oferta de moneda).
Japón vive un círculo vicioso por deflación
CARLOS ALBERTO AQUINO
Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima, Perú)
Lo mismo se podría decir con la banca española durante la última crisis tras la burbuja inmobiliaria. O del presupuesto para los activos problemáticos de EE.UU. desde el 2008. Como en Japón, Occidente también ha inundado la economía de dinero barato. “Nuestras economías son adictas a la deuda. Necesitamos una dosis de deuda cada vez mayor para que la economía crezca”, resume Roussel.
Pero si el objetivo primordial era que se invirtiera y consumiera más, esto no ocurre.
¿Qué soluciones?
La crisis en Japón, recuerda Aquino, tuvo una enseñanza esencial: resolver la crisis bancaria, el engranaje de la economía, es primordial. Porque, aunque George W. Bush, en los inicios de la crisis subprime en EE.UU., aplicara aquello de dejar caer a quien cayera… Luego vinieron los rescates. Y como nos señala Daniel Lacalle, doctor y profesor de Economía en varias escuelas de negocio, director de inversiones de Tressis y analista de la actualidad económica, “el TARP ha sido un éxito. El Gobierno ha recuperado el dinero, más los intereses”. Porque con los rescates se mantuvo en pie a las entidades a la vez que se les exigía e incentivaba la búsqueda de beneficios. “Se incentivaron los dividendos. Y eso nos dio una lección: las medidas, aunque sean impopulares, tienen que basarse en la economía real y en el mercado. En Europa se ha hecho a fondo perdido. Los gobiernos fuerzan que no se saneen los activos de difícil cobro. No aprendimos del TARP”, concluye. Y así rememora que “con los tipos bajos incentivas a sectores de bajísima productividad. Es extremadamente peligroso. Porque si la empresa no tiene la necesidad de invertir más no invertirá. Es mejor fomentar el ahorro y luego incentivar el consumo. No zombificar, y sí permitir una limpieza del sistema”.
En EE.UU. se inyectaron 50.000 millones de dólares a General Motors en la crisis de 2008-2009, salvándola así de la quiebra. Era, de nuevo, una marca ‘demasiado grande para caer’. Siguió funcionando y manteniendo el empleo, una de las preocupaciones principales de los administradores públicos. El problema en Europa se advierte si se piensa en el momento en que el dinero barato gracias a la política expansionista del BCE se acabe. Con su posible colapso. O cuando la deuda global, que ya llega al 325% del PIB, represente un reto añadido.
¿Cuando caiga una, caerán el resto como en un dominó?
Este dilema se plantea en las principales economías del mundo. También en China, si bien en el nuevo Imperio del Centro lo sea por su excesiva capacidad de producción, como retoman varios expertos, en industrias como la del aluminio, el acero, el papel, el cemento… Ello baja los precios, cancela las ventas e incluso lleva al desempleo –a no ser que se tomen medidas.
China ha comenzado a salir al exterior. En otras ocasiones, como en Japón, como en Europa, como en EE.UU., se ha mantenido las compañías a flote de manera artificial. Creando zombis.
Un problema global
Por lo tanto, ¿una nueva crisis está a la vuelta de la esquina? ¿Al ciudadano le viene bien esta política de tipos bajos y dinero barato para mantener el empleo en el corto plazo? “La zombificación no crea empleo, como mucho mantiene el que está y destruye el de las empresas que están en la realidad fiscal. Luego trae los populismos que vemos en Reino Unido y EE.UU. Por eso los salarios reales no suben. Como en Japón. Porque les falta productividad. Las soluciones de corto plazo no solucionan problemas estructurales, y los tipos bajos o los estímulos de liquidez no estarán toda la vida. Suena peligrosísimo crecer endeudándonos como locos, lo que luego va a destruirse muy rápido. Y esto ha sucedido en muchos países, por la visión de los estímulos”, resume Lacalle.
“Acabo de volver de EE.UU. y allí al preguntar por qué compañía europea comprarían bonos, me responden que ninguno lo haría”, continúa. E igual piensa Roussel: “Por ejemplo, el nivel de deuda pendiente (de empresas, financieras, gobierno, hogares) en EE.UU. es mayor que en 2007. ¿Es la QE una bendición o una maldición? Hay indicios que nos dicen que tienden a inflar las burbujas de los activos, a impulsar a los inversores a asumir riesgos excesivos y conducir a una expansión crediticia excesiva, especialmente en el sector financiero. La QE de hoy puede sembrar las semillas de la próxima crisis”.
Las soluciones de corto plazo no solucionan problemas estructurales
DANIEL LACALLE

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