Los pulsos de luz intermitentes, aunque sean breves, afectan al ritmo circadiano. (sapozhnik / Getty)
- Un estudio demuestra que los pulsos de luz intensa por la noche alteran el reloj biológico que regula las funciones del organismo
Echar un vistazo al móvil o a la tableta a medianoche, cuando ya estamos en la cama, aunque sea solo durante un par de minutos, altera nuestro reloj biológico y causa en el organismo un efecto similar al jetlag.
Es la principal conclusión de un estudio realizado por investigadores del Hospital Brigham and Women’s de Boston (EE.UU.) que han demostrado por primera vez en humanos que no hace falta estar expuestos durante horas aluz artificial de noche para que el ritmo circadiano, encargado de regular las funciones fisiológicas del organismo en ciclos de 24 horas, se vea perturbado. Los pulsos de luz intermitentes, como los provocados por un simple vistazo al teléfono, son capaces también de desajustar ese reloj interno. Y eso puede tener a la larga efectos secundarios negativos sobre la salud.
“Solemos pensar que solo los trabajadores por turnos o aquellas personas que viajan continuamente de una zona horaria a otra tienen problemas de salud derivados del jetlag, pero lo cierto es que todos estamos expuestos a este problema”, asegura en una entrevista a Big Vang Shadab A Rahman, investigador de la división de trastornos del sueño y del ritmo circadiano del Hospital Brigham and Women’s, que ha liderado esta investigación.
Hasta el momento, se solía asociar la exposición durante la noche a luz artificial con componente azul, como la procedente de los LED blancos o de los fluorescentes, con una supresión de los niveles de melatonina. Y eso, a su vez, se relacionaba con un mayor riesgo de padecer determinados cánceres, como de mama o de próstata. La melatonina es una hormona que secreta una región del cerebro, la glándula pineal, durante la noche y que ayuda, precisamente, a regular el reloj interno.
Y el reloj interno o ritmo circadiano es el mecanismo natural que tiene el cuerpo para adaptar las funciones del organismo a los ciclos de 24 horas. Se regula, sobre todo, en función de la luz natural del sol. Por eso cuando viajamos de una zona a otra sufrimos jetlag y el organismo necesita varios días para responder al cambio de horario. Ahora bien, “cuando el reloj interno se ve obligado a cambiar muchas veces muy rápido, acaba por no ajustarse, como les ocurre a los trabajadores por tunos, que viven en una continúa alteración de su ritmo circadiano”, apunta Rahman.
Estudios anteriores había relacionado la supresión de melatonina con marcadores de alteraciones del reloj biológico. Pero este nuevo estudio, que se publica en The Journal of Physiology, precisamente demuestra que son dos procesos neurofisiológicos distintos y que se puede tener desajustado el ritmo circadiano, lo que provoca una sensación de jetlag en el organismo, sin que se produzcan alternaciones significativas en los niveles de melatonina.
Y esto es muy relevante porque hasta ahora todos los estudios para evaluar la seguridad de exponernos a un tipo de luz por la noche se basaban en medir los niveles de melatonina. También las terapias usando luz para personas con trastornos de sueño o con depresión.
“No hay ninguna luz inocua biológicamente. Exponerse a luz artificial de noche siempre tiene un impacto, que depende de la intensidad y el color de la luz, así como de cuándo nos exponemos a ella y por cuánto tiempo”, señala este investigador, que es el autor principal del trabajo.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores realizaron un experimento durante 10 días con un grupo de voluntarios que estuvieron ingresados en el hospital. Les regulaban de forma estricta los ciclos de luz y oscuridad, de actividad. Y mientras que algunos recibían de noche una exposición continua de luz, como por ejemplo si se hubieran quedado trabajando o viendo la tele cuatro o cinco horas, a otros los exponían a pulsos de luz intermitente por la noche, como si de vez en cuando se despertaran y echaran un vistazo a redes sociales o consultaran el whatsapp en sus dispositivos electrónicos.
Para sorpresa de los científicos, vieron que, en aquellos voluntarios expuestos a luz intermitente, su reloj biológico se desajustaba, aunque no mostraban una gran alteración de los niveles de melatonina.
“Nuestra investigación demuestra por primera vez en humanos que puedes tener una alteración del ritmo circadiano sin que los niveles de melatonina cambien. Y eso ocurre cuando te expones a pulsos de luz intermitente, como por ejemplo cuando a medianoche en la cama echas un vistazo rápido al móvil o a la tableta, aunque sean tan solo dos minutos”, añade.
Aunque las conclusiones se deben tomar con cautela, porque el estudio se ha realizado con un número pequeño de personas y, además, las han expuesto a una cantidad de luz muy elevada, 10.000 lux -la cantidad de luz que hay de día en el exterior- en comparación con los 30 o 40 lux de media que emiten teléfonos móviles y tabletas, “los efectos puede que no sean tan grandes como hemos visto en el experimento, pero es seguro que 30 lux ya son suficientes para alterar el reloj interno”, asegura Rahman.
Según los autores del trabajo, la forma de paliar los efectos de la luz artificial nocturna sobre el organismo “no pasa por vivir a oscuras, sino de buscar el contraste entre el día y la noche”. Exponernos más durante el día a la luz natural, mientras que de noche, utilizar luces cálidas de baja intensidad. “Durante cientos de miles de años los humanos hemos evolucionado siguiendo ciclos marcados por la salida y la puesta de sol, y estamos alterando ahora de repente esa regulación”, apunta Rahman.
Y “hay que evitar consultar la tablet o el móvil en la cama. Todo lo que alerte al cerebro, va a alterar el sueño. La luz es un estimulante muy potente. De la misma forma que no nos bebemos una taza de café antes de meternos en la cama, ¿por qué tomarnos una taza de luz? Al menos dos horas antes de irnos a dormir, deberíamos bajar la intensidad de la luz y solo exponernos a luz cálida”, aconseja este experto.
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