Dos jóvenes monjes budistas tibetanos en ciudad amurallada de Lo Mantang (hadynyah / Getty Images)
La ciudad, construida a 4.000 metros de altitud, ha tenido tradicionalmente una importancia económica en la Ruta de la Sal
Para entrar en la ciudad amurallada de Lo Mantang hay que descabalgar. Es la costumbre que los lugareños cumplen todavía hoy, aunque en realidad a los soberanos de este apartado reino tibetano, el gobierno de Nepal les retiró su condición de monarcas con la llegada de la república federal a todo el país. Hasta hace solo una década, la única persona que tenía potestad para entrar en la capital sobre su montura era el rey.
Mustang está en la frontera de Nepal con China. Fue un reino desde mitad del siglo XIV hasta nuestros días, y está tan aislado de todo –incluso de las lluvias del monzón– que no es más que un desierto gris batido por el viento donde la vida a 4.000 metros de altitud es difícil y precaria. Tradicionalmente ha tenido importancia económica la Ruta de la Sal. Larguísimas caravanas de cabras cargadas con alforjas todavía en estos tiempos cruzan desde la altiplanicie tibetana llevando el preciado mineral comestible hacia la vertiente meridional, donde es escaso.
En Mustang se ha conservado la esencia de la cultura tibetana y la mezcla de la original religión bon de la zona todavía forma parte de muchos ritos, mezclada con el budismo mahayana. De hecho, tras la llegada del Año Nuevo tibetano tiene lugar una celebración de tres días en que los lamas más importantes expulsan a los demonios del valle.
Lo Mantang, la capital, apenas reúne dos centenares de casas. Están encerradas en una muralla con una única puerta, que hasta hace solo diez años se cerraba todas las noches para evitar a los bandidos y merodeadores. Es costumbre que las viviendas se blanqueen una vez al año y los marcos de puertas y ventanas se pinten de negro para evitar la entrada de seres malignos.
Hasta principios de la presente década Mustang había permanecido inmutable durante casi siete siglos
Antes de que lleguen las nevadas de finales de otoño hay un nuevo ritual para bendecir a la gente que cierra sus puertas y se marcha a las cotas bajas del reino –Kagbeni o Jomsom, a “solo” 2.700 metros de altitud– a pasar el insoportable invierno. Entonces, los desolados cañones y riscos despoblados de vegetación de Mustang prácticamente quedan vacíos de actividad humana.Hasta principios de la presente década Mustang había permanecido inmutable durante casi siete siglos. Quienes deseaban llegar hasta Lo Mantang debían obtener un permiso especial del gobierno nepalí y hacerlo a pie, en un trekking duro por los desniveles, la altitud y el clima. Se necesitaba una semana para alcanzar la capital de Mustang partiendo de Jomsom, donde está el aeródromo más cercano.
La apertura de la carretera –sin asfaltar, es de tierra– hasta el santuario de Muktinath comenzó a cambiar las cosas. Y ahora que definitivamente se ha abierto una ruta que conduce hasta China, los tibetanos de Mustang ven atónitos cómo turistas llegan sobre motos hasta las mismas puertas de la muralla.
Parece que quien desee ver Mustang como ha sido en el último milenio y con el mínimo de cambios posibles en su austera vida de caravaneo comercial, ganadería de yaks y exiguas cosechas de cereal va a tener que apresurarse. Tras el terremoto de 2015 el gobierno nepalí decididó levantar las restricciones y los impuestos especiales para los foráneos. De manera que ahora ya no hay más trabas para llegar a ese reino tibetano perdido que Michel Peissel descubrió para los occidentales en 1964 que tener ganas de tragar polvo durante un par de semanas. Incluso han florecido casas de té al borde del camino que evitan la acampada, antes única manera de pasar las noches en el reino.
SERGI RAMIS 04/03/2019 06:00
https://www.lavanguardia.com/ocio/viajes/20190304/46751080643/mustang-el-misterioso-reino-tibetano-de-nepal.html
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