Viviendas colgantes en paredes medianeras, cabañas instaladas en las azoteas y casas encajadas en un hueco minúsculo entre dos edificios. En la última década, las nuevas tendencias en construcción han eliminado la obligación de tener un terreno a la hora de erigir una vivienda. Las ‘casas parásito’ han entrado en escena y parece que con el tiempo van a tomar cada vez más importancia.

Casas parásito: qué son y cómo se construyen

¿Casas parásito? Se trata de viviendas añadidas a una construcción ya existente, por lo que no requieren de un solar disponible. Un hecho que, además, reduciría considerablemente los costes de acceso a la vivienda. La idea, todavía anecdótica en España pero con presencia en Sydney, Varsovia, Atenas, París o Nueva York, podría ser la solución a un hipotético problema de espacio en las grandes urbes. Y es que, según las Naciones Unidas, para 2050, casi el 70% de la población mundial estará concentrada en ciudades.
El gran cambio se produjo en 2008, cuando la ONU calculó que había más gente viviendo en las ciudades que en las zonas rurales. Era la primera vez que ocurría en la historia de la humanidad, teniendo en cuenta que en el siglo XIX tan solo un 2% residía en las urbes y que a principios del siglo XX el porcentaje subiría solamente hasta el 10%. Desde entonces hasta la actualidad, en solamente 100 años, las tasas se han multiplicado a un ritmo frenético.
Justamente en 2008, el estudio Calder Flower completó en Sydney la construcción del Parásito Prefabricado. ¿Con qué propósito? “Poblar los espacios no utilizados que encontramos en las ciudades”, se explica desde la empresa. Y añaden: “las casas parásito se aferran a fachadas viejas, rocas e incluso puentes resultando una buena fórmula para lograr una densificación urbana sostenible.

Una vivienda colgante


El proyecto de Calder Flower fue “diseñado utilizando un software de modelado paramétrico 3D”, conformando “un conjunto flexible, ya que todos sus componentes, como el sistema estructural, la fachada, el revestimiento, los diferentes niveles y las escaleras están integrados en un único modelo paramétrico”. De este modo, se prosigue, “la integración del sistema de diseño aumenta la eficiencia y la precisión del proceso de construcción”.
¿Y cómo se lleva a cabo este proceso de construcción? Se coloca una placa de montaje a la pared anfitriona, o cualquier otro espacio fijo, donde se integrará la ‘casa parásito’. A partir de ahí, se va añadiendo los diferentes paneles prefabricados que conformarán el inmueble y, finalmente, se coloca la fachada estructural “para proporcionar refuerzos laterales al conjunto”. Al tratarse de una vivienda colgante, situada a tres o cuatro metros por encima de la calle, se accederá a ella por medio de una escalera retráctil, desplegándola y recogiéndola cada vez que se quiera salir.
El resultado final es una vivienda de 36 metros cuadrados y distintas plantas, que puede adaptarse a los gustos e intereses de los compradores y que tiene un carácter duradero.

Entre dos edificios


La misma idea se repite en otro diseño icónico: la Casa Keret, encajada en un pequeño callejón que separa dos edificios de Varsovia. La instalación, diseñada por el arquitecto Jakub Szczesny a través del estudio de arquitectura Centrala, tiene dos plantas y mide 92 centímetros en su punto más estrecho y 152 centímetros en su punto más ancho. 
Construida en 2012, la vivienda confirma nuevamente la viabilidad de las ‘casas parásito’ como solución a la falta de solares disponibles. Consiste en una estructura de hierro que contiene un dormitorio, una cocina, un baño y una zona de estar. El funcionamiento de la casa representa a la perfección su carácter parasitario, pues la electricidad de la vivienda se obtiene de un edificio vecino. Eso sí: no está conectada con el sistema de aguas residuales de la ciudad, por lo que dispone de un sistema propio. Como ocurría
La Casa Keret resulta un caso curioso. Aunque su construcción fue apoyada por el Ayuntamiento de Varsovia, no está clasificada como vivienda sino como “instalación de arte”, porque no cumple con los códigos de construcción de Polonia. No obstante, sí que está habitada actualmente.

La casa en la azotea


Más allá de construir en paredes medianeras o entre edificios, existe otra variante de las ‘casas parásito’. Encontramos un ejemplo en Atenas, donde los arquitectos Panos Dragonas y Varvara Christopoulou construyeron en 2014 una cabaña sobre una azotea en pleno centro de la ciudad. ¿Por qué? Para hallar un refugio de “las megaciudades y el mundo digital de las redes informáticas”, según apuntan los propios creadores.
La mini cabaña se erige sobre una terraza ateniense, a solo dos metros del tejado de una típica polikatoïquia. En este caso, no se podría vivir dentro de sus nueve metros cuadrados, pues no se dispone de las comodidades básicas de una vivienda: agua, luz y gas. No obstante, sí que resulta útil para tumbarse a descansar o disfrutar de unas vistas de escándalo.

Una función social


Una última particularidad de las ‘casas parásito’ es su función social. A parte de plantearse como una alternativa a la vivienda convencional, también destaca la función social que cumple en algunos casos. El estudio de arquitectura Framlab, por ejemplo, propone este sistema como una buena solución al problema de la vivienda en Nueva York, donde 60.000 personas acuden cada noche a los refugios de emergencia. ¿Su idea? Adosar micro viviendas en paredes medianeras ya existentes.
También tienen este afán de concienciación los cubos contra el CO2 de Malka. Este estudio de arquitectura, que se dio a conocer por añadir pisos adicionales a las viviendas ya existentes de París, algo que más tarde prohibiría el ayuntamiento, ahora se ha decidido por ensanchar las viviendas de manera horizontal. Es decir, integrar cubos de madera a las fachadas, con grandes ventanales, consiguiendo más luminosidad y eficiencia energética, pues se mejora el aislamiento exterior. Además, la fachada está repleta de plantas, contribuyendo al combate contra la contaminación.
En definitiva, las ‘casas parásito’ se alzan como una alternativa que reduce los costes de una vivienda, hacen un uso eficiente del espacio y pueden tener una función social. No obstante, en algunos casos, plantean dificultades habitables evidentes, al no disponer de las comodidades básicas ni de los metros cuadrados suficientes para vivir. Lo que está claro es que, planteadas del modo correcto, se les presenta un futuro muy prometedor en las ciudades.

Por     21/03/2019