Prototipo de una de las ciudades flotantes.
Oceanix
Vivir en islas flotantes ancladas al lecho marino a unos dos kilómetros de la costa. Parece ciencia ficción pero es una de las muchas soluciones que la ONU está estudiando para zonas costeras amenazadas por la superpoblación y la crisis climática. Las llamadas ciudades flotantes tienen dos ventajas notables sobre sus vecinas terrestres: no hay terrenos carísimos que pagar y, cuando suba el nivel del mar, bastará con alargar más cadena que las ancla al fondo.
El proyecto que sigue más de cerca la ONU se llama Oceanix y comenzó como una idea de Marc Collins Chen, un exministro de turismo de la Polinesia francesa que conoce el problema de cerca. En las islas del Pacífico, el nivel del mar está subiendo mucho más rápido que en el resto del planeta: desde 2016, han desaparecido por completo cinco islas.
Collins Chen piensa en sumar barrios a las ciudades existentes y no en alejarse 200 millas náuticas en busca de aguas internacionales. Su objetivo es ayudar a las comunidades que lo necesiten. La ciudad modelo de Oceanix, habitada por unas 10.000 personas y hasta a dos kilómetros de la costa para evitar tsunamis, estará formada por un conjunto de plataformas hexagonales de dos hectáreas (unos tres campos de fútbol) y espacio para 300 personas cada una. Lo que unirá cada módulo hexagonal al fondo no será un ancla tradicional sino biorock, un material mucho más resistente que imita a los arrecifes y podría generar, por eso, nueva vida marina.
"Empezamos a hablar con ONU Habitat [el Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos] en noviembre del año pasado sobre cómo encontrar alojamiento para las 2.500 millones de personas que van a venir a vivir a las ciudades de aquí a 2050, cuando no habrá suficientes casas, agua, energía ni comida", explicó Chen Collins durante una entrevista por Skype con EL PAÍS RETINA. "No estamos diciendo que las infraestructuras flotantes sean la solución para todos los problemas de las ciudades costeras pero sí que es una de ellas y, desde luego, mucho mejor que echar arena sobre el mar para seguir edificando, algo que arrasa con la vegetación imprescindible para resistir la erosión de las olas".
El plan de Oceanix es que las ciudades flotantes sean capaces de producir su propia energía, su propia comida (cultivos hidropónicos y acuapónicos) y su propia bebida (desalinización pasiva) generando el mínimo impacto posible gracias a un sistema de reciclaje integral. En palabras de Collins Chen, "si en las mayores ciudades del mundo la huella ecológica [la tierra y el agua necesarios para generar los recursos y asimilar los residuos producidos por la población] llega a ser de entre cinco y siete hectáreas por residente, en Oceanix será de media hectárea".
En opinión de Bjarke Ingels, el arquitecto danés a cargo del proyecto, lo que permitirá a Oceanix alcanzar ese grado de eficiencia ecológica no será el uso de tecnologías que ya existen, sino la novedad de todo el sistema en su conjunto. "Uno de los desafíos del urbanismo sostenible es que las tecnologías más limpias y eficientes tienen siempre que competir con sistemas que, aunque sean peores, ya están instalados en el lugar. Una ciudad flotante es una situación única porque no hay sistemas instalados, por eso lo vemos como una oportunidad para desarrollar las últimas tecnologías con las mejores prácticas".
Resueltos los problemas de supervivencia básica, la siguiente pregunta es quién elige libremente vivir en una ciudad flotante. Por muy estable que sea, nada como la tierra firme. Y la idea de necesitar un barco para desplazarse a la oficina (para los que no puedan trabajar desde la isla) puede incomodar a muchos, aunque esos barcos sean propulsados por energía solar.
El precio podría ser una de las claves. Según Ingels, construir los módulos en serie y usar materiales renovables y ligeros como bambú y otras maderaspermitirá abaratar los costos para hacer la ciudad asequible a todas las clases sociales. Como dice Ingels, "no tener que comprar el terreno es una oportunidad maravillosa para solucionar algunos de los factores que hacen prohibitivos cierto tipo de proyectos en las ciudades tradicionales".
Según Jacob Kalmakoff, de ONU Habitat, la intención de lanzarla a un precio asequible fue clave en el interés del organismo: "No es algo que ONU Habitat pueda verificar, pero que el proyecto haya incluido la asequibilidad como un componente esencial de su propuesta hizo que nos interesáramos, como nos interesamos en muchas otras posibles soluciones". Además de invitarlos a una conferencia sobre el futuro de las ciudades, ONU Habitat tiene un acuerdo con Oceanix para brindarles asistencia técnica. La agencia se especializa en asesorar a los gobiernos que planifican la ampliación de sus ciudades y transportes públicos de la manera más eficaz y ecológica posible.
Pero tal vez el mejor argumento de venta para mudarse a las islas flotantes de Oceanix sea la belleza del lugar que ha diseñado el estudio de Ingels. Como dice el arquitecto danés, "las ciudades y edificios sostenibles tienen que ser más disfrutables que sus alternativas si quieren tener éxito, la sostenibilidad no puede significar renunciar a parte de tu calidad de vida porque eso no es atractivo para nadie".
El sueño de los promotores de Oceanix, que esperan tener el primer prototipo habitado en un plazo de dos años, va más allá de sus fronteras insulares. No porque crean que toda la humanidad debe mudarse a una ciudad flotante sino por el ejemplo que esperan dar. Para las islas en proceso de hundimiento, por supuesto, pero también para las ciudades de todo el mundo, como modelo de las cosas que ya se pueden hacer. "Ninguna ciudad ha integrado aún todas estas cosas de desalinización, generación de energía y tratamiento de residuos", explica Collins Chen. "Nuestra intención es usar lo que aprendamos en el mar para vivir en la tierra, parecido a lo que pasó con la luna, si hoy estamos hablando por Skype se debe, en parte, a todo lo que se invirtió para el viaje espacial".
Por
Francisco de Zárate
Madrid 5 AGO 2019 - 07:47 CEST
https://retina.elpais.com/retina/2019/08/02/innovacion/1564761015_884359.html
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