martes, 25 de agosto de 2020

Los europeos se van del Reino Unido y son reemplazados por asiáticos

 Los europeos se van del Reino Unido y son reemplazados por asiáticos

La crisis de la Covid-19 ha cambiado el paisaje en el Reino Unido: comercios cerrados y calles semidesiertas en la City londinense (TOLGA AKMEN / AFP)

El Brexit, la pandemia y la crisis económica desalientan a los ciudadanos de la UE



Los partidarios del Brexit están consiguiendo lo que querían, aunque más tarde tal vez se arrepientan. Entre el divorcio de la Unión Europea, la pandemia, la crisis económica, la caída de los sueldos y la devaluación de la libra esterlina, cada vez son menos los alicientes para que polacos, rumanos, españoles e italianos vengan a trabajar y a quedarse en el Reino Unido. Y cada vez son más las razones para que vuelvan a sus países, algo que están haciendo. Que el último en marcharse cierre la puerta y apague la luz.

La crisis del coronavirus ha puesto la guinda en un pastel que se estaba cocinando desde que el Reino Unido votó en el 2016 por la salida de la UE. Con el país en recesión y una caída del PIB del 20,4% en el trimestre de abril a junio incluidos, un 12% de los trabajadores europeos que estaban con contrato en Gran Bretaña (284.000 de un total de 2.34 millones) han perdido su empleo, y muchos de ellos han regresado a sus lugares de origen. El fenómeno es particularmente agudo en el sector de la hostelería, donde un 25% de la fuerza laboral proviene del continente, y cuya actividad se desplomó un 86,7% debido al confinamiento, y tan solo ahora ha empezado a repuntar.

Una mujer en el puente de Westminster, este viernes
Una mujer en el puente de Westminster, este viernes (TOLGA AKMEN / AFP)


Desde el referéndum de hace cuatro años, la inmigración de los 27 al Reino Unido ha ido declinando progresivamente, de manera proporcional al aumento de la procedente del resto del mundo, en especial China e India, aunque una parte muy importante de esta última son estudiantes que necesitan visado en vez de trabajadores. La política explícita del Gobierno Johnson es consolidar esta tendencia, por un lado para “controlar nuestras fronteras” (es decir, decidir quién puede entrar en contraste a la libertad de movimiento), y por el otro para “atraer a los mejores y las mentes más brillantes” (es decir, matemáticos, físicos, químicos, biólogos y expertos en inteligencia artificial y robótica, en oposición a albañiles, plomeros y camareros).

Impacto

El 12% de los europeos con contrato de trabajo se ha quedado en el paro por la pandemia

Todavía está por ver cómo responden las economías de los distintos países europeos a la pandemia, y cómo ello afecta a la inmigración una vez que las aguas se calmen. Pero ya antes de que el virus se presentara como invitado, el Reino Unido era un destino menos atractivo para el resto de ciudadanos de la UE, y se notaba en las cifras. Cuando Polonia accedió al grupo en el 2004, una libra compraba siete zloty, mientras que ahora solo vale cinco, una diferencia importante para quienes aspiraban a ahorrar y regresar a casa después de unos años aquí.

Las perspectivas económicas no son muy alentadoras en ninguna parte, pero tampoco en Gran Bretaña, donde la deuda nacional ha alcanzado por primera vez la estratosférica cifra de 2,2 billones de
euros, un 100,5% del PIB y el porcentaje más alto desde 1961. Ello se debe en buena parte a la financiación del empleo privado por parte del Estado de manera excepcional, ya que el Tesoro está pagando hasta un 80% de los salarios de los trabajadores como un incentivo a las empresas para que no los despidan, una virtual socialización de la economía nacional. El programa acabará en octubre, cuando se espera que la curva del paro (que llegó a ser prácticamente inexistente antes de la pandemia) empiece a subir hasta alcanzar el 11%.

El deterioro económico no es el único factor que está empujando a los ciudadanos de la UE a marcharse. También contribuye, y mucho, el clima de hostilidad hacia ellos generado por el Brexit, y la incertidumbre sobre las relaciones entre Gran Bretaña y el continente a partir del 1 de enero del 2021, cuando acabe el periodo de transición. La Administración Johnson se ha negado por principio a considerar una prórroga, pero la última ronda de negociaciones concluida la semana pasada en Bruselas no ha producido avances. Lo más probable es que al final haya algún tipo de acuerdo comercial, aunque tal vez no demasiado ambicioso, pero por el momento continúa el punto muerto en cuestiones como las cuotas de pesca, los derechos laborales, las normas de medio ambiente, las ayudas estatales, la circulación de camiones... Londres no ha conseguido dividir a la UE, y Bruselas se resiste a abrir las puertas del mercado único a los británicos a no ser con garantías firmes de que no harán dumping y no atentarán contra la libre competencia.

Inmigración

El año pasado llegaron solo 49.000 ciudadanos de la UE más de los que regresaron a sus países

El objetivo británico es reducir en un 70% la inmigración europea, y reemplazarla por la china, hindú y de los países de la Commonwealth, que podrá modular en función de las necesidades sectoriales. Para ello va a poner en marcha un sistema de puntos o a la australiana, en el que cada solicitud de entrada se juzgará en función de las habilidades laborales del interesado, su especialización, estatus familiar e idiomas que hable, entre otros factores. La exigencia de un mínimo salarial a partir de 36.000 euros anuales para los ciudadanos de fuera de la UE se va a reducir a fin de facilitar ese proceso.

Las estadísticas oficiales desmienten los numerosos mitos que han propagado los euroescépticos respecto a la inmigración de la UE, como que roba empleos a los nativos, reduce los salarios, satura los servicios públicos (educación, sanidad, viviendas subvencionadas...) y fomenta la delincuencia. Resulta paradójico el sentimiento antimigratorio de un país como el Reino Unido, que tiene cinco millones de personas viviendo en el extranjero, desde Marbella hasta Melbourne, más que cualquiera de los 27.

El Támesis y el Parlamento, en Londres
El Támesis y el Parlamento, en Londres (TOLGA AKMEN / AFP)


Cuando habla de inmigración, la prensa sensacionalista pega adjetivos como “masiva”, “ilegal” o “descontrolada”, a pesar de que un 75% de los ciudadanos de la UE llegan ya con ofertas de trabajo, y solo una ínfima minoría pide ayudas estatales (el 93% de solicitantes son británicos). Los extranjeros, en su conjunto, constituyen tan solo el 10% de la fuerza laboral del país, y pagan al Estado en impuestos un 34% más de lo que se llevan en subsidios (una contribución total de más de 7.000 millones de euros al año, superior a la de los nativos). Sectores que van desde las manufacturas hasta la alimentación dependen de ellos. Una cuarta parte de los médicos del NHS (Seguridad Social) provienen de otros países.

El año pasado, según las últimas estadísticas previas a la pandemia, la inmigración neta al Reino Unido fue de 270.000 individuos, de ellos tan solo 49.000 de países de la UE, una clara tendencia a la baja.

Los mitos de los euroescépticos británicos

Uno de los argumentos de los partidarios del Brexit es que la libertad de movimiento y la llegada de europeos ha deprimido los sueldos. Ello solo es cierto en los empleos peor pagados, en los que los salarios han caído un 5% en términos de poder adquisitivo real desde la ampliación de la UE en el 2004, con el acceso de países como Polonia, la República Checa y Hungría. Otro es que los forasteros no pagan impuestos, cuando por término medio contribuyen al erario público 4.000 euros más al año que los nativos. En cuanto a la delincuencia, un número desproporcionado de ciudadanos de la Europa del Este, sobre todo jóvenes, recibe condenas, pero en la inmensa mayoría de casos por crímenes no violentos. Sectores como el de la recogida de la fresa y el espárrago dependen por completo de extranjeros, y en los próximos años tendrán que invertir considerables sumas en su automatización para compensar el descenso en el número de trabajadores de la UE. Solo un 13% de los inmigrantes a este país proceden del bloque de los 27, un porcentaje muy inferior al de Alemania (44%) y al de la República de Irlanda (77%).