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Las personas poseemos un “reloj” interior, regido por un grupo de neuronas localizadas en el núcleo supraquiasmático del cerebro, que sincroniza el ciclo de vigilia y sueño
Todas las personas tenemos en nuestro interior un “reloj”, denominado sistema circadiano endógeno, que regula nuestro horario de sueño y vigilia y establece unos patrones de sueño llamados “cronotipos”. A las personas que se acuestan temprano y madrugan se les conoce comúnmente como tipo alondra o, más técnicamente, cronotipo matutino. Luego, existen otras que tienen dificultad para madrugar y, además, tienden a irse a dormir bastante tarde. Estas pertenecen al cronotipo vespertino o tipo búho. También, hay un cronotipo intermedio o tipo colibrí que se refiere personas que pueden adaptarse bien a ambos tipos de horarios.
Esos distintos modelos de descanso se entienden como la predisposición biológica de una persona con respecto a sus patrones preferidos de sueño-vigilia, “esta preferencia de vivir más intensamente las noches o las mañanas marca un estilo de vida que nos ayuda a comprender en qué medida nuestro cronotipo innato moldea nuestra vida o, por lo contrario, ese mismo cronotipo es moldeado por nuestras rutinas y comportamientos diarios”, expresa Fernando Miralles, profesor de Psicología de la Universidad CEU San Pablo.
Ese reloj central o marcapasos central, regido por un grupo de neuronas localizadas en el núcleo supraquiasmático del cerebro, sincroniza la actividad de la glándula pineal al ciclo día-noche. “Funciona como si fuera un antiguo reloj de cuerda que necesitamos que algo lo ponga en hora. El elemento fundamental que ayuda a su funcionamiento es el ciclo de luz y oscuridad”, indica Ángeles Bonmatí, miembro del grupo de trabajo de Cronobiología de la Sociedad Española del Sueño (SES) e investigadora en el Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER)
La articulación de ese reloj endógeno marca la hora fisiológica que está gobernada por la hormona melatonina, producida por la glándula pineal, que empieza a segregarse cuando se pone el sol. “Cuando el reloj interior informa a la glándula pineal que está llegando la hora de dormir empieza a segregarse. Dependiendo de que la persona sea más o menos vespertina esa hormona va a empezar a segregarse a una hora u otra. A las vespertinas empezará a segregarse más tarde que a las matutinas”, explica Bonmatí. Sin embargo, si la persona está expuesta a mucha luz durante la noche, “se va a inhibir su secreción contribuyendo a retrasar esa hora endógena que viene marcada por los cronotipos pero también por los factores ambientales”, incide.
A través de los estudios poblacionales se estudia cómo es el cronotipo de los ciudadanos. Un trabajo que se realiza a través de cuestionarios, en los que se diferencia entre los días de trabajo y los de descanso, ya que durante estos últimos las personas suelen dejar a su libre albedrío su sistema circadiano. “Basándonos en este tipo de encuestas se puede conocer el perfil de la población, teniendo en cuenta que depende mucho de la edad, puesto que una población adolescente va a tener un cronotipo más vespertino que una de adultos o de personas mayores. En cualquier caso, en España tendemos a la vespertinidad, en principio, debido a la hora oficial que fomenta unos hábitos que se retrasan hacia la noche”, sostiene la experta de la SES.
Este año, la Fundación Mapfre, en colaboración con la Sociedad Española del Sueño y la Sociedad Española de Neurología, ha publicado el documento “¿Cómo duermen los jóvenes? Hábitos y prevalencia de trastornos del sueño en España”. Un estudio realizado en jóvenes con edades comprendidas entre 18 y 34 años. Una de las conclusiones recoge que, en la franja de menor edad, de 18 a 23 años, los jóvenes poseen más preferencias vespertinas (40%), mientras que en la etapa de 30 a 34 años son claramente matutinos (70%). No existen diferencias de cronotipos entre sexos.
¿Cómo afecta a la salud?
En relación con la salud y el patrón de sueño, la experta de la SES mantiene que, aunque tradicionalmente se ha asimilado el cronotipo matutino a más saludable, “está mejor visto socialmente una persona que madruga a una persona que trasnocha”. No deja de ser una cuestión de percepción social. Realmente, que sea más o menos saludable, “depende de cómo el propio cronotipo se ajuste a las obligaciones sociales y laborables que uno tenga”, agrega. ¿Se puede reeducar? “Sí parece que hay algunos protocolos que educan al sistema circadiano, entrenándolo, de manera que se habitúe y consiga funcionar en una hora que no es natural. Pero no sabemos qué efectos puede tener, a largo plazo, ir en contra de la predisposición fisiológica de cada uno. No disponemos de estudios sobre ello”, dice.
El debate sobre las influencias de nuestros cronotipos se extiende más allá de una simple dicotomía genética y epigenética. Si bien, los factores genéticos desempeñan un papel importante en las personas a ciertos cronotipos, las modificaciones epigenéticas inducidas por factores ambientales afectan a nuestros relojes biológicos internos. “La interacción entre genética y epigenética agrega complejidad a los mecanismos que organizan los cronotipos, destacando la necesidad de una investigación integral que incorpore las perspectivas genética y epigenética”, declara Miralles.