lunes, 1 de julio de 2024

¿Eres mi banco o un estafador? Imposible saberlo



Un cliente en los 70 fotografiado en el National Westminster Bank en Londres. 
(Getty Images/Evening Standard)



Las entidades bancarias empleas técnicas propias de 'phishing' para solicitar documentación que antes sólo enseñabas a la autoridad




Como cualquier persona honrada, he recibido un mensaje de mi banco pidiéndome que demuestre que no soy un delincuente. Resulta que se puede mover mucho dinero negro, o fruto del narcotráfico, a través de los bancos, algo que, no me pregunten por qué, uno ya sospechaba. Para evitar que esto suceda, los bancos han empezado a hostigar a personas con cuatro duros en la cuenta. Primero te piden una copia de tu DNI, luego te piden que demuestres en qué trabajas. Yo creo que ni mi madre me ha pedido nunca pruebas de en qué trabajo.

Hace décadas, generó polémica la obligatoriedad de enseñar el DNI a la policía, si te lo solicitaba; incluso el hecho mismo de tener que llevar o no el documento encima despierta quejas en algunos sectores sociales. Recuerdo a gente fotografiándose con el DNI entre los dientes, como protesta.

Ahora un banco te puede pedir el DNI, y luego “nómina, pensión, recibo de autónomos o equivalente”. No lo hacen con extrema amabilidad, sino enviando un mensaje que dice: “Evita el bloqueo de tus cuentas”. La primera frase de su comunicado es ésta: “¡Aviso importante! Tus cuentas pueden ser bloqueadas”.

Al pie del mensaje que yo recibí, aparecían unas caritas de colores, siendo la de tonalidad roja la que podías pulsar para mostrar tu enojo. Lo hice. Aterricé en una página web de alambicada URL donde escribí, entre otras cosas, lo siguiente: “¿No veis la transferencia de 300 euros hecha cada mes a la Tesorería de la Seguridad Social? ¿Por qué tengo que perder mi tiempo, y todo bajo amenazas, demostrandoos a vosotros lo que resulta obvio? ¿Qué derecho os asiste para exigirme documentos privados sobre mis filiaciones laborales, cuando encima son evidentes?” Me despedía con esta frase: “Ni siquiera estoy completamente seguro de estar hablando con el Banco X”.

"¿Qué derecho os asiste para exigirme documentos privados sobre mis filiaciones laborales, cuando encima son evidentes?"

Días después, comenté la recepción de este email con una amiga, y me puso caras peores que las de colorines que aparecían en el email. ¿Cómo me fiaba de algo así?, me dijo. ¿Estás seguro de que era tu banco? ¿No habrás descargado nada… o pinchado un enlace?

Me puse a temblar. Puñetera cara roja, ahí me habían cazado. Seguramente un programa informático dañino corría ya por mi ordenador; el estafador debía de estar descojonándose con mi frase: “Ni siquiera estoy completamente seguro de estar hablando con el Banco X”.

Volví a leer el email, la verdad es que era impecable, ni una sola falta de ortografía. Sin embargo, la dirección del remitente incluía un emailing por aquí, un guion por allá, un “informa” por otro lado, y todo entremezclado con el nombre de mi banco. ¿Qué sabía yo si se pueden registrar URLs del tipo elconfidencial-timo.com? Qué sabía yo.

Entré en la web oficial de mi banco, y busqué información sobre estafas. Leí el epígrafe: “Desconfía de asuntos alarmistas”, donde decían: “El asunto suele ser muy llamativo o solicitar alguna acción de manera urgente. Algunos ejemplos que pueden ayudarte: “Tiene un mensaje nuevo de seguridad”, “Detectados movimientos sospechosos”, “Eliminación de cuentas inactivas.” El asunto de mi mensaje era: “Evita el bloqueo de tus cuentas”. Phising de manual. Yo era imbécil.

Llamé al banco. Hablé con Beatriz. Le leí la larga y complicadísima dirección de email desde donde había recibido la amenaza. ¿Este email es vuestro?, le pregunté, angustiado. Lo que me dijo no me tranquilizó. Me dijo: “Sí”.

Sí.

¿Y por qué me amenazáis? No te amenazamos. ¡Pero si me estáis diciendo que me vais a bloquear la cuenta! Te hemos avisado con 90 días, contestó.


Una comunicación del banco era indistinguible de un 'email' de un estafador, según los propios avisos contra estafadores en la web del banco


Una comunicación del banco era indistinguible de un email de un estafador, según los propios avisos contra estafadores que figuran en la web del banco. Los banqueros siempre han aprendido de los mejores.


Soy narco

Para poder cumplir la ley 10/2010 de Prevención de Blanqueo de Capitales, el banco amenaza con cerrarte la cuenta, y después te pide cosas. Noté enseguida que, con esta técnica, un banco (o sea, una empresa privada) puede obtener de ti hasta tu historial médico, tus gustos sexuales, una grabación de tu última sesión de terapia o una confesión de que consumes speed. Bastaría con que te dijeran que te van a cerrar la cuenta si no detallas tu actividad sexual del último mes para que muchos se prestasen a detallarla. Creo que nos encaminamos grácilmente hacia la aceptación bovina de toda intromisión en nuestra intimidad por parte de cualquiera que pueda amenazarnos.

El banco (al menos, el mío; el mío no creo que por mucho tiempo) no utilizaba expresiones amables como “necesitamos tal o cual dato tuyo, por favor”; o: “Ya sé que usted tiene muchas cosas que hacer, pero hay una Ley por ahí muy puñetera que nos obliga -y lo sentimos mucho- a molestarle”. La petición de datos privados era absolutamente imperativa, propia de un juez, un comisario o un inspector de hacienda.

Bastaría con que te dijeran que te van a cerrar la cuenta si no detallas tu actividad sexual para que muchos se prestasen a detallarla

Como es obvio, esta coacción masiva tendrá como resultado la desaparición instantánea del blanqueo de capitales en Occidente. Después de decenas y seguramente cientos de miles de solicitudes de este tipo, no me cabe duda de que han pillado a un buen puñado de narcos, corruptos y extorsionadores, objeto último de todo este despliegue. Están confesando ahora mismo en comisaría después de que el banco les pregunte: ¿En qué trabajas, me lo puedes demostrar?

“Soy narco, ¡me has pillado!”.