Foto por AFP from BBC.co.uk
Los ministros de Finanzas del G-20 reunidos en París se enfrentan a una cruda realidad: hace casi un año y medio que Grecia recibió su primer clic "rescate" y la crisis sigue sin resolverse.
Los líderes europeos volverán a ser cuestionados sobre qué van a hacer con Grecia.
Lo que parece seguro es que el país va a recibir el próximo mes la siguiente entrega del segundo rescate, que en total asciende a US$11.000 millones. Pero no es más que un parche y todo el mundo lo sabe.
Desde mayo de 2010, la economía Grecia se ha clic hundido y su deuda no ha hecho más que crecer. El próximo año se espera que alcance un 172% de su Producto Interno Bruto.
La mayoría de los economistas y banqueros cree que Grecia es insolvente. Algo con lo que cada vez más coinciden funcionarios y políticos de clic Alemania.
Los economistas ya estudian qué pasaría si se le condonara a Grecia parte de su deuda, si no devolviera una porción de lo que ha tomado prestado de la banca.
Un parche
El segundo paquete de rescate griego, negociado el 21 de julio, ya incluye una reducción del valor nominal de la deuda. Los bancos deberán asumir un golpe del 21%.
No obstante, resulta evidente que no es suficiente. Se ha extendido la creencia de que es necesario que el monto de la deuda soberana del estado griego sea cortada al menos en la mitad para poder encarar un escenario realista y albergar alguna posibilidad de retomar la senda de la estabilidad.
Con eso, los bancos y otras instituciones financieras podrían tener que asumir una rebaja del 50% en el valor de sus inversiones en bonos griegos.
Es por esa razón que el foco de atención en la información sobre la crisis se ha trasladado ahora a la salud de los bancos europeos. Las dos pruebas de estrés que se han hecho no resultan convincentes.
Nadie está seguro de lo que el impacto de una suspensión de pagos de Grecia podría tener en el sistema bancario. Así que hay prisa en apuntalar las cuentas. Y ese es el objetivo: limitar el impacto de la quiebra griega.
Pero como con casi cada paso que se ha dado en la búsqueda de una solución a la crisis, conllevaría nuevos riesgos. Si la banca necesita rehacer su capital, eso implicaría reducir los préstamos, lo que supone el peligro de que se congele el sistema financiero.
Esa fue la advertencia que lanzó una de las principales figuras de la banca mundial, Josef Ackermann, presidente del enorme Deutsche Bank.
Todo tiene que ser sopesado y discutido en los próximos días. Como dijo un alto funcionario, "no se puede tener un plan convincente sin reducir la deuda griega".
Pero hay otro factor, un comodín: el pueblo griego.
¿Y si dicen que no?
Es posible que el pueblo griego quiera alzar su voz para decir que simplemente rechazarán continuar con planes de austeridad impuestos desde el exterior por sus acreedores.
¿Qué pasa entonces los griegos dicen que no? ¿Qué ocurrirá si sabotean los planes a través de muchas y pequeñas -o no tan pequeñas- acciones?
Una de las nuevas medidas del último plan de austeridad incluye usar la factura de la electricidad para establecer una tasa a la propiedad.
Los manifestantes ya han ocupado las oficinas de la compañía eléctrica. Si no hay facturas, no hay que pagar.
Podría decirse que la institución clave en la gestión de la crisis es el Ministerio de Finanzas. Pues bien, sus funcionarios acaban de convocar una huelga de diez días a partir del 17 de octubre.
El país depende de los ingresos del turismo, pero los manifestantes protestan bloqueando el acceso a la Acrópolis. Los marinos que operan los ferrys que navegan entre islas planean ir a la huelga y las ciudades están llenas de montañas de basura por la protesta de los trabajadores municipales.
Algo llamativo, un despacho de la agencia Reuters: "Los abogados rechazan presentarse en los jugados y los médicos marchan frente al Ministerio de Salud, mientras un grupo de pacientes de cáncer de riñón lo hacían a las puertas del Ministerio de Economía, ya ocupado por funcionarios en huelga".
Suele ser muy fácil exagerar el impacto de las protestas callejeras. Siempre hay una mayoría silenciosa. Pero en Grecia no parece que eso siga siendo así.
El ministro de Finanzas, Evangelos Venizelos, ha advertido de un círculos vicioso, de que las huelgas están llevando a los acreedores griegos a dudar de que el país pueda cumplir sus compromisos y nuevas medidas de austeridad resulten necesarias.
Venizelos se lo dice a la gente tal y como lo ve él: no hay alternativa al plan de la troika que forman la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo.
Están las cumbres y están las calles. En los próximos días habrá muchas negociaciones sobre cómo salvar la Eurozona, pero el pueblo griego, no sólo los sindicatos del sector público, puede simplemente alterar el plan.
Por Gavin Hewitt from BBC Mundo 14 de octubre de 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.