Durante nuestra vida, pasamos más de dos décadas durmiendo.
Es sorprendente analizar cómo invertimos el tiempo en nuestra vida.
Una persona que alcance los 78 años, por ejemplo, habrá pasado nueve viendo televisión, cuatro conduciendo, 92 días en el baño y 48 días manteniendo relaciones sexuales.
Pero cuando se trata de actividades que consumen nuestro tiempo, hay una que le gana a todas las demás.
A la misma edad, habremos pasado unos 25 años durmiendo. Así que, si queremos reducir ese tiempo, es razonable que nos preguntemos: ¿cuánto podemos permanecer despiertos? ¿Y cuáles son las consecuencias de no dormir?
¿Para qué sirve dormir?
Cualquier persona sana que quiera experimentar esta cuestión en su propia carne, lo va a tener muy complicado.
"El impulso de dormir es tan fuerte que le gana al de comer", dice Erin Hanlon, profesor asistente del Centro del sueño, el metabolismo y la salud de la Universidad de Chicago, Estados Unidos.
"Tu cerebro se irá a dormir, a pesar de tus esfuerzos conscientes de mantenerlo despabilado", añade.
Las razones concretas por las que debemos dormir siguen siendo un misterio.
"La función exacta del sueño todavía debe ser dilucidada", señala Hanlon. Aunque recalca que el sueño produce un "reinicio" de los sistemas de nuestro cuerpo.
Diversos estudios han mostrado que una rutina adecuada de sueño ayuda a curarse, mejora las funciones inmunitarias y el funcionamiento del metabolismo, entre otros beneficios.
Por eso, quizás, nos sienta tan bien despertarnos frescos tras unas buenas horas de sueño.
Por otro lado, dormir de forma insuficiente se ha asociado con un mayor riesgo de diabetes, problemas del corazón, obesidad, depresión y otras enfermedades.
Por falta de sueño
Para evitar esto, nuestro cuerpo nos hace sentir sensaciones incómodas cuando necesitamos ese engrase nocturno: nos falta energía, nos sentimos atontados, y nuestros párpados caen pesados sobre los ojos.
Mientras luchamos para mantenernos despiertos, nuestra capacidad de concentración y de conformar recuerdos recientes se debilita.
Si ignoramos estos efectos secundarios y nos mantenemos despiertos durante días, nuestra mente acaba por desquiciarse.
Nos entra el malhumor, nos volvemos paranoicos y vemos cosas que no están en la realidad.
"La gente empieza a alucinar y a volverse un poco loca", explica Atun Malhotra, director de Medicina del sueño de la Universidad de California, Estados Unidos.
Las hormonas del estrés, como la adrenalina y el cortisol, aumentan en la sangre, lo cual eleva la presión sanguínea.
Mientras, los ritmos del corazón se desequilibran, y el sistema inmune empieza a fallar, dice Malhotra.
Las personas que sufren falta de sueño tienen ansiedad y más probabilidades de caer enfermas.
La enfermedad del insomnio
Pero aún así, todo el caos provocado por un episodio de insomnio o un par de noches sin dormir no parece ser permanente, sino que desaparece tras un buen reposo.
"Si se produce algún daño, es reversible", dice Jerome Siegel, profesor en el Centro de investigaciones sobre el sueño de la Universidad de California.
¿Pero qué pasa si el sueño nunca llega? Una rara enfermedad genética llamada Insomnio Familiar Fatal, proporciona una de las descripciones más crudas de los efectos de la falta de sueño.
Solo unas 40 familias en todo el mundo tienen esta enfermedad en sus genes. Un gen defectuoso provoca que las proteínas del sistema nervioso se conviertan en "priones" que pierden sus funcionalidades normales.
Los priones se amontonan en el tejido neuronal, acabando con él y creando agujeros como los del queso gruyere en el cerebro.
Esto es lo que pasa en el caso del desorden humano más conocido relacionado con los priones, la enfermedad de Creutzfeld-Jakob.
Un área que se ve especialmente afectada es el tálamo, una región profunda del cerebro que controla el sueño. De ahí que se produzca ese insomnio debilitante.
Las personas afectadas sufren de pronto días seguidos son dormir y desarrollan extraños síntomas, como la contracción del iris del ojo o sudor excesivo.
Tras unas semanas, el enfermo pasa a vivir en una especie de crepúsculo previo al sueño.
Se comportan como sonámbulos y experimentan movimientos involuntarios de los músculos como los que sufrimos a veces cuando nos estamos quedando dormidos.
Luego se produce pérdida de peso y demencia y, finalmente, la muerte.
Pero la falta de sueño no es en sí misma la causa de la muerte, dado que esta enfermedad provoca también daño cerebral generalizado.
Récords
Los experimentos con animales abundan en esta idea de que la falta de sueño por sí sola no es mortal, sino que lo que provoca la muerte es la causa que provocó el insomnio.
Es posible que todo esto nos convenza para no lanzarnos a explorar los limites de nuestra capacidad para no dormir, pero la pregunta sigue ahí: ¿cuánto tiempo podemos permanecer despiertos?
El récord más citado de falta de sueño voluntaria lo tiene Randy Gardner, que era en el momento del récord un alumno de secundaria de 17 años de San Diego, Estados Unidos.
Para elaborar un proyecto destinado a una feria de ciencia, en 1964, Gardner no durmió durante 264 horas, es decir, 11 días seguidos, según confirmaron los científicos que lo monitorearon en los últimos momentos de la vigilia.
Hay otros relatos de hazañas por el estilo con menos credibilidad, como el de una mujer británica que en 1977 ganó una competencia de mecerse en una silla al hacerlo durante 18 días.
Reconociendo el daño que puede causar no dormir durante tanto tiempo, el Libro Guinness de los récords dejó de apuntar estos récords en la última década.
Lea la historia original en inglés en BBC Future
BBC Future 11/09/2015
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2015/03/150310_vert_fut_sueno_dormir_lp
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