Al contrario de los animales, los humanos no tenemos época de celo. E. M
Los que conocemos y mantenemos cerca a los animales hemos podido ver como nuestro fiel compañero Rocky, emocionado quizá por las feromonas de alguna hembra cercana, traicionaba nuestra confianza para intentar montar repetidamente nuestra pierna. Y si no había un Rocky, había una Calcetines por la que hemos tenido que sufrir toda una serenata nocturna de maullidos, compuesta por un barrio lleno de gatos poligoneros que habían venido a conquistar a nuestra querida princesa de angora. sto se debe a que nuestras mascotas pasan por la, a veces incontrolable, época de celo. ¿Pero en qué consiste esta época? ¿la sufren todos los animales? ¿qué hay de nosotros entonces? ¿la sufrimos todo el tiempo o no la pasamos nunca?
Llamamos estro o época de celo a ese tiempo durante el cual las hembras mamíferas están receptivas y son activas sexualmente. Es el periodo donde aceptan al macho y transcurre la ovulación. Otros animales como pueden ser los peces, las aves e insectos también tienen su época festiva de cortejo y apareamiento, de una manera parecida a los mamíferos, pero, técnicamente, la denominación estro solo hace referencia a los mamíferos.
La época de celo puede variar dependiendo de la especie y se repite de forma cíclica. Comenzará con una primera ovulación de la hembra y se repetirá normalmente durante toda su vida fértil siguiendo una periodicidad establecida. La manera en la que las hembras dicen "¡Eh, aquí estoy y apunto!", o sea señalan su disposición al macho, suele ser bastante variada. Desde señales olorosas (orina, heces, olor corporal...) pasando por las auditivas, hasta las visuales.
Que exista la época de celo y que pueda variar en duración y frecuencia es consecuencia directa de la actividad hormonal. "En la naturaleza esta limitación de la actividad sexual se debe fundamentalmente al clima: cada especie se ha adaptado para que el momento de la cría coincida con la época más favorable del año, cuando más alimento hay disponible", explica Nuria Andrés Casado, bióloga ambiental.
Existen celos anuales, en el que entran la mayoría de especies salvajes: cérvidos, lobos, osos, focas... en los que coinciden el nacimiento de las crías con la época de mejor clima y mayor cantidad de alimento. Y también otros celos más regulares, cada cierto tiempo, en los que pueden entrar animales domésticos como los perros y los gatos que viven en un clima estable y tienen una vida más sedentaria.
¿Entonces dónde queda el ser humano en todo esto? ¿Por qué los humanos (entre otros primates) carecemos de este periodo de receptividad sexual? Nuria Andrés Casado lo explica: "Se considera que es debido a que los factores sociales y psicológicos, mayores al resto de otras especies y que hacen que el celo sea controlado por niveles superiores del sistema nervioso, perdiendo importancia el factor hormonal. Es, simplemente, un cambio adaptativo. Pese a todo, - continúa Nuria - algunos psicólogos evolucionistas indican que las hormonas todavía influyen en el deseo sexual, intensificándose en las épocas pre y post ovulatorias. Según estas teorías, las mujeres desplegamos una gama de señales para indicar a los hombres nuestra fertilidad, aunque solo hay estudios parciales y de métodos cuestionables".
Efectivamente, según la BBC, hay estudios realizados por la Universidad de Nuevo México en 2007 en los que se demostraba que las bailarinas eróticas ganaban más dinero cuando pasaban por su época más fértil, quizá debido a un comportamiento más sexy sacado a la luz de forma inconsciente.
DIMAS PARDO
6 FEB. 2019 02:06
https://www.elmundo.es/f5/comparte/2019/02/06/5c59c73ffc6c834b5b8b4677.html
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