Glenn Close, a su llegada a los Oscar. ETIENNE LAURENT EFE
La actriz de Connecticut, a punto de cumplir 72 años, era la favorita para la estatuilla de Hollywood, porque la industria le debe el premio
Cuando el domingo pasado Glenn Close vio como el Oscar a la mejor actriz se lo llevaba Olivia Colman por La favorita, la actriz realizó una de sus mejores interpretaciones y aguantó el tirón ante las cámaras: ella sí era la favorita para la estatuilla de Hollywood, porque la industria le debe el premio. Pero Close ha erigido una larga carrera basada tanto en su talento como en su inteligencia, y probablemente también comprendía que el mejor trabajo de esta temporada es el de la intérprete británica en la tragicomedia histórica de Yorgos Lanthimos. Hubo tanta justicia en ese galardón como injusticia en los años (1988 y 1989) en que Close no los obtuvo por Atracción fatal y Las amistades peligrosas. De esta forma, Close alcanza sus siete candidaturas sin recompensa. Y aunque su vestido dorado –a tono con el trofeo- parecía señalar una cosa, la protagonista de La buena esposa siempre ha confesado que el Oscar no le parece tan importante. En el festival de San Sebastián, donde comenzó el recorrido de la película en la que encarna a la esposa –y algo más– de un escritor al que acaban de premiar con el Nobel de Literatura, aseguraba: “Hace años me preocupaba. Hoy… Bah, si hasta tengo el premio Donostia”.
La ocasión parecía perfecta: al año del arranque del movimiento #MeToo, Close encarnaba a una mujer que esconde un secreto a la sombra de un escritor narcisista. “Me fijé en mi madre, una artista con talento descomunal y nulo sentido narcisista de la vida. Para mí la pregunta era: ¿por qué este matrimonio ha seguido casado durante tanto tiempo? Y la respuesta es que, como en la vida, no hubo un momento clave, sino que de forma natural fueron aceptando esta simbiosis. Ella le quiere. Y ya está”. La actriz de Connecticut, a punto de cumplir 72 años, no le da más vueltas a los guiones; solo le importa una cosa: “Siempre he buscado personajes volcánicos, como público son los que me interesan. No he nacido para encarnar sumisas”.
Su vida es el mejor ejemplo práctico de esa lucha. Close nació en una familia acomodada, que cuando ella tenía siete años entró a formar parte de la agrupación musical Viva la gente. A sus 22 años decidió vivir su vida, y tras estudiar teatro y antropología empezó a trabajar en Broadway. Al contrario de otras intérpretes, Close nunca se ha amilanado, y ha luchado por sus personajes cuando consideraba que se les estaba traicionando. El mejor ejemplo fue su batalla en Atracción fatal, el thriller que la encumbró como villana oficial de Hollywood. La versión que se estrenó, y que obtuvo un taquillazo, no se parecía al guion por el que firmó para el proyecto. “Fue muy duro”, recordaba en San Sebastián. “Tras unos pases con público, los productores cambiaron el final y, por tanto, todo el sentido de mi personaje. Era alguien con un profundo agujero emocional que mutó a arpía desquiciada. Durante dos semanas me negué a rodar ese nuevo final. Luché por no traicionar a Alex Forrest [su papel], que estaba siendo devorada en pantalla y fuera de ella por el machismo de Hollywood”. Finalmente tuvo que ceder, porque el contrato así lo estipulaba. “Aprendí la lección. El público no hace la película, tú la haces para ellos”. Por eso ha advertido de lo que le espera a su hija, la también actriz Annie Starke, que encarna en La buena esposa el personaje de Close en su juventud: “Será un viaje duro. Hay que estar preparado para el rechazo. Y para perseverar”.
Close lleva tiempo priorizando buenos guiones dirigidos por realizadores de talento, productos que no fueran manipulables en teatro, cine y televisión, aunque de vez en cuando se ha permitido alguna lucrativa diversión, como 101 dálmatas o Air Force One. Y desde hace unos lustros, ha encontrado otro campo de batalla: la hermana y el sobrino de Close sufren enfermedades mentales, y para ayudarles, fundó en 2010 la ONG Bring Change to Mind. “Con la que batallamos contra los estigmas y la discriminación que rodean a los desórdenes mentales. Cuanto más hablemos sobre ello, mucho mejor”.
En la carrera a su último no-Oscar, la actriz aseguraba: “Nunca me he sentido más realizada que en este momento de mi vida. Nunca sentí tanto anhelo por lo que está por venir”. Probablemente porque por fin arranca la preproducción de su proyecto más ansiado: el rodaje del musical de Broadway Sunset Boulevard, versión del clásico de Billy Wilder El crepúsculo de los dioses. Close ha encarnado a Norma Desmond –la estrella que rechaza su decadencia en un nuevo Hollywood– en dos ocasiones en los escenarios. “La gente se volvió loca con el musical. Me llegó en mitad de un divorcio muy difícil, y fue el mejor momento. Es uno de los personajes femeninos mejor escritos de la historia del cine”, y por eso ha luchado porque llegara a la pantalla (“Nunca me llegué a desprender de Norma en mi interior”). Por fin esta semana, pasados los fastos de la gala de la Academia, ha encontrado director: será el coreógrafo Rob Ashford. Ahí está su Oscar.
Madrid
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