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Dos sensaciones tan opuestas comparten la misma 'fontanería' nerviosa y, además, son procesadas por la misma zona del cerebro. Esto abre la puerta a paliar malestares a través del gusto
Serendipia. La Real Academia de la Lengua define esta palabra como "hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual". Sobre todo en el entorno de la ciencia y la tecnología, grandes descubrimientos se han hallado de manera accidental. Un ejemplo es la viagra, diseñada para luchar contra la angina de pecho y la hipertensión arterial. Su principal efecto secundario (el que hoy es el efecto principal) fue descubierto porque los varones que participaban en el estudio no devolvían los frascos con pastillas sobrantes. Y este no es el único ejemplo: el descubrimiento de la penicilina, los 'post-it', el principio de Arquímedes o la estructura química del benceno. Ahora, unos científicos estadounidenses han descubierto, también de forma accidental, que dolor y sabor son mucho más parecidos de lo que creíamos.
Todo empezó con una subvención de 1,6 millones de dólares durante cinco años que le otorgó el NIH (National Institutes of Health) a la Universidad de Oklahoma. La intención del organismo federal estadounidense era, como explica el autor principal del estudio, Christian Lemon: "Observar la relación del sentido del gusto con la sensación térmica y cómo estos factores están relacionados con las preferenciasalimentarias, la salud y el bienestar". No lograron encontrar lo que buscaban, pero dieron con algo de una mayor relevancia.
"Fue una sorpresa tremenda. Las señales de la temperatura convergían con las del sabor en la región media del cerebro, exactamente en el mismo lugar que lo hacían las señales cerebrales del dolor". La revelación no ha dejado indiferente a nadie. A la conclusión a la que han llegado es que la transmisión de estos tres tipos de sensaciones viajan por los mismos canales. Dicho de otro modo (por los propios investigadores): "Viajan por la misma fontanería".
Las repercusiones
Claro está, esto, aunque no es comparable al descubrimiento de la penicilina por Alexander Fleming en 1928, es un gran descubrimiento que, en los próximos años y gracias a una gran cantidad de investigación (y de inversión), podría dar sus frutos. Esto abre la puerta a comprender el sentido del gusto. Esto parece muy simple, pero en realidad es harto complicado. Es un sistema capaz de detectar cientos de compuestos químicos y transmitir al cerebro si son buenos o malos. Está diseñado para que el ser humano y el resto de especies con papilas gustativas, encontremos y comamos comida nutritiva y en buen estado.
Ahora, con la revelación de que las señales de una y otra cosa (dolor y sabor) utilizan "los mismos circuitos", los investigadores de la Universidad de Oklahoma explorarán la posibilidad de manipular el sistema para observar cómo de estrecha es la relación entre sabor y dolor.
Explica que entender el sentido del gusto es fundamental para definir su rol en problemas de salud humanos, algunos de ellos gravísimos como la obesidad y la diabetes. Comprender todas las partes implicadas (incluido el dolor) podría ser el primer paso a erradicarlas, por ejemplo, y tirando completamente de especulación, hacer que engordar nos resulte incómodo o adelgazar, placentero.
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