El deseo de estar siempre mejorando, de ser perfectos, es un camino seguro hacia la infelicidad y la insatisfacción (marchmeena29 / Getty Images/iStockphoto)
La autoimposición de mejora constante es una epidemia al alza que provoca ansiedad y depresión
Todos hemos sentido en algún momento de la vida el deseo de hacer algo a la perfección. Elaborar un discurso perfecto, presentar el mejor informe, sacar la nota más alta en el examen, o ser los mejores padres o parejas del mundo. Tener aspiraciones elevadas puede ser un factor decisivo para el éxito, pero también puede hacernos caer en la trampa del perfeccionismo, un camino seguro hacia la infelicidad y la insatisfacción. Y es que, cuanto más intentamos alcanzar el nivel imposible que nos hemos autoimpuesto, más lejos nos encontramos de la calma y el contento que tanto anhelamos.
Vivimos en una sociedad en la que parece que siempre hay algo que deberíamos estar mejorando: comida más sana, más meditación, ropa más bonita, cuerpos más delgados, más descanso, más bacterias buenas para nuestros intestinos, relaciones mejores... Sin olvidar fustigarnos cuando por culpa de un mal día olvidamos el bendito mindfulness y contestamos mal a nuestros hijos o a ese compañero de trabajo que, de nuevo, han conseguido sacarnos de quicio.
Comparado con generaciones anteriores, el deseo de ser perfectos en todo ha aumentado de forma significativa entre las nuevas generaciones, lo que podría estar afectando a su salud mental, según un estudio publicado por la American Psychological Association en la revista Psychological Bulletin. De acuerdo con este estudio, es posible que la epidemia del perfeccionismo extremo se esté extendiendo entre los jóvenes a causa de la presión, entre otros, de las redes sociales, que les lleva a compararse con los demás más que nunca, y a sentirse insatisfechos con sus cuerpos (entre otras cuestiones), lo que aumentaría su aislamiento social.
Los autores del estudio advierten que es necesario investigar más, pero señalan que otras áreas en las que los millennials muestran una tendencia preocupante hacia el perfeccionismo son la presión por ganar dinero o triunfar en sus estudios y en su carrera profesional. Los hallazgos del estudio sugieren que las nuevas generaciones tienen expectativas más altas acerca de sí mismos que las anteriores, lo que podría explicar que entre ellos exista una incidencia mayor de depresión, la ansiedad o los pensamientos suicidas que entre la generación de hace diez años.
Las nuevas generaciones tienen expectativas más altas acerca de sí mismos y mucha presión por triunfar
Thomas Curran, autor del citado análisis, advirtió en una entrevista a BBC Future de los peligros de dar una excesiva importancia a los éxitos académicos: “Si el foco está en los resultados, los niños desarrollan aversión a equivocarse”, declaró. “Si interiorizan la idea de que solo podemos definirnos a nosotros mismos en función de los estrictos y estrechos términos de los resultados, será el inicio de una tendencia al perfeccionismo”.
De igual forma, los premios y castigos, tan utilizados en la escuela y en la familia para regular el comportamiento de los más pequeños, pueden tener en ellos el mismo efecto. Si te alaban cuando haces algo bien, pero no cuando lo intentas pero no te sale, pronto aprenderás que solo existes y tienes la aprobación de los demás cuando tienes éxito, explica Curran. Otras estrategias, como hacer sentir culpables a los niños cuando cometen un error pueden ser incluso más problemáticas, pues algunos estudios señalan que este tipo de tácticas convierten a los niños en perfeccionistas y que tienen más posibilidades de desarrollar síntomas de depresión más adelante.
¿Cómo liberarnos y liberarlos de la trampa de la perfección? Según algunos expertos, de lo que se trata es de, empezando por nosotros mismos, dejar de obsesionarnos con los objetivos y aspirar más bien a la libertad de ser quienes somos.
¿Quiere decir esto que debemos conformarnos y dejar de lado cualquier intento de mejora? En absoluto. La idea es cambiar perfección por transformación y evolución. Como reza el paradójico dicho zen: “Eres perfecto tal y como eres, y hay margen para la mejora”.
Si te alaban cuando haces algo bien pero no cuando lo intentas y no te sale, aprenderás que solo tienes la aprobación de los demás si tienes éxito
Los estudiosos del cambio saben que este sucede, en general, paso a paso. La experiencia también nos lo muestra: no resulta fácil cortar de raíz con un mal hábito y empezar a actuar de inmediato de otra manera. Lo malo es cuando, en lugar de ser conscientes del proceso que conlleva instaurar un cambio, nos penalizamos y nos maltratamos en cuanto algo nos sale mal.
Es lo que sucede cuando, por ejemplo, nos ponemos a dieta y en la primera salida con amigos nos pasamos con el postre y las bebidas. Algunas personas en ese caso se dicen a sí mismas que no son capaces de continuar y tiran la toalla.
No es fácil actuar de inmediato de otra manera; los cambios suceden paso a paso, pero nos maltratamos en cuanto algo nos sale mal
Para prevenir este comportamiento, que no encierra otra cosa que una idea equivocada de autoexigencia y perfección, debemos recordar que las transformaciones personales no son procesos lineales, sino que suceden capa a capa. Hay quien las compara también con la forma de una espiral que da vueltas y vueltas en dirección ascendente. Pensemos en la imagen de un grifo goteando. Puede que las primeras gotas parezcan insignificantes, pero si ponemos un vaso debajo y dejamos pasar un tiempo, el vaso rebosará.
Aunque el mejor antídoto contra el perfeccionismo es, a decir de los expertos, practicar la compasión hacia uno mismo. En palabras de Kristin Neff, pionera en el estudio de este campo y autora de Sé amable contigo mismo (Paidós): “Al contrario que la autocrítica, que lo que te pregunta es si eres lo suficientemente bueno, la pregunta de la autocompasión es: ¿qué es bueno para ti?”.
La compasión hacia uno mismo es, según esta profesora de la Universidad de Texas, la capacidad de tratarnos tal y como trataríamos a un amigo querido que está pasando por un mal momento; es aprender a darnos bondad, afecto y ternura cuando sufrimos. Descubrir que podemos estar de nuestra parte en lugar de criticarnos, rechazarnos y maltratarnos. La propuesta radical de la autocompasión es: no tienes que ser perfecto para ser digno de ser amado o bien tratado.
¿Y cómo podemos empezar a practicar la compasión hacia nosotros mismos y dejar atrás de una vez la tendencia destructiva hacia la perfección? Para empezar, es importante conocer cuáles son los tres elementos que forman parte de la autocompasión, según la profesora Neff:
1. Practicar mindfulness para tomar conciencia
Para poder curarnos cuando algo nos duele, primero debemos ser conscientes del dolor. El mindfulness o atención plena nos sitúa en una posición de testigos de lo que sucede, sin juzgarlo, lo que nos ayuda a ver con claridad nuestro dolor, y a tomar la decisión de calmarlo y aliviarlo en lugar de reaccionar con vergüenza o evitándolo.
Para empezar a practicar, escribe en un papel una situación que te preocupe, procurando hacerlo con claridad y sin juicios. A continuación sé consciente de lo que sientes mientras escribes. Intenta darte cuenta de las sensaciones corporales que aparecen al evocar la situación. Si también surge algún juicio, date cuenta de ello. Escribe todo aquello que percibas.
2. Tratarse bien
Ofrecernos apoyo y alivio cuando sufrimos, no para que el dolor desaparezca, sino simplemente porque nos duele. Imagina que estás acompañando a un amigo que se siente mal por una ruptura. ¿Verdad que no le dirías que no pasa nada o que se olvide del asunto? ¿Le dirías que es un idiota por sentirse como se siente? Practicar la bondad hacia uno mismo es ofrecerse la misma amabilidad, amor y cuidado que ofreceríamos al mejor de nuestros amigos.
Pensando en la situación del punto anterior, escribe ahora frases que podrías decirte a ti mismo para ayudarte a afrontar la situación. Por ejemplo: “Sé que duele. Estoy aquí contigo” o “Estás muy preocupada por tu pareja. Sé que te da miedo”.
3. Reconocer que todos somos humanos
Cuando nos sentimos separados de los demás tendemos a pensar que solo nosotros sufrimos ciertos problemas, y el sufrimiento se incrementa entonces porque nos aislamos. Reconocer que todos compartimos una misma experiencia humana nos ayudará a darnos cuenta de que no somos los únicos que nos divorciamos, tenemos hijos enfermos o problemas en el trabajo. De ese modo podremos dejar de tomarnos las cosas de forma personal y nos sentiremos más conectados y en calma.
Volviendo de nuevo a la situación de antes, escribe ahora tus propias reflexiones. Por ejemplo: “Es normal que me sienta triste después de discutir con mi madre. Es algo que le pasa a mucha gente”. Trata de conectar mentalmente con otras personas que estén sufriendo una situación parecida e intenta enviarles, además de a ti mismo, bondad y compasión para afrontar la situación.
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