Una mujer junto a su hija durante las protestas en Quito, el pasado 13 de octubre (Martin Bernetti / AFP)
Tras el boom entre el 2000 y el 2014, el colapso de los precios pasó una factura devastadora
Los miles de jóvenes chilenos urbanos que protagonizan las protestas en las calles de Santiago viven muy lejos de las megaminas de cobre en el alto desierto de Atacama. Los indígenas andinos que encabezaban las protestas en Quito no conocen las tierras del petróleo abajo en la Amazonia ecuatoriana. Pero fue el superciclo de las materias primas –el aumento espectacular y luego el desplome de precios– lo que puso en marcha los problemas actuales en América Latina.
Aunque Chile es el país más prudente en su gestión del volátil ciclo de las commodities –creó un fondo contracíclico de estabilización para amortiguar los altibajos del precio del cobre–, su dependencia de la exportación del mineral no deja de ser un obstáculo para cruzar el umbral y ser un país de renta media. “Chile es la democracia de mayor éxito de América Latina, pero tiene tres problemas: una elevada dependencia del cobre, altos niveles de desigualdad y un sistema político corrupto”, resume Patricio Navia, de la Universidad de Nueva York.
Impacto
La bonanza anterior a la caída de los precios fue el caldo de cultivo de las protestas actuales
Pasa lo mismo en otros países que sufren estallidos sociales en estos momentos, como Ecuador, Bolivia, Argentina y, por supuesto, Venezuela. Todos aprovecharon una fase de precios disparados de las materias primas entre el 2000 y el 2014 para adoptar políticas de redistribución mediante fuertes transferencias fiscales a los más pobres.
Pero el colapso de los precios de materias primas como el petróleo, el cobre, el hierro o la soja pasó una factura devastadora. “El boom de las materias primas ha pasado, y el entorno fiscal es más difícil, y las tasas de pobreza han aumentado ligeramente en algunos países ”, advierte el FMI. Aunque se produjo una ligera recuperación del precio de las materias primas tras el colapso a mediados de esta década, este año el índice de commodities elaborado por el FMI ha caído el 5,5%, y el precio del petroleo y los minerales industriales, un 10%.
Ecuador, al igual que Colombia y, catastróficamente, Venezuela, pasó por una recesión después del colapso del precio del petróleo a partir del 2014, lo que provocó duplicar su deuda. De ahí la decisión de Lenin Moreno de solicitar un rescate al FMI. La prolongada recesión en Brasil tiene sus raíces en la caída de precios de materias primas, principalmente el hierro, la soja y la carne, aunque Brasil tiene una economía mucho mas diversificada que Venezuela.
En Bolivia, aunque se ha logrado la tasa de crecimiento más elevada de la región, la dependencia de las exportaciones de gas a Brasil es un punto débil para el futuro. Es lógico pensar que un previsible deterioro económico agravará aún más las tensiones sociales provocadas por las sospechas de fraude electoral y una percepción de que el presidente Evo Morales quiere perpetuarse en el poder.
Petróleo
Ecuador y Colombia pasaron por una recesión después del colapso del crudo
Pero no sólo es la caída de los precios lo que crea el caldo cultivo de la protesta, sino también la bonanza anterior. En Brasil, las protestas del 2013 que desestabilizaron a Dilma Rousseff ocurrieron en el año de salarios más altos en dos décadas tras años de fuerte crecimiento impulsado por las exportaciones récord de commodites, sobre todo a China.
En Chile, las protestas ocurren a pesar de que la economía ha lidiado mejor que otras con el nuevo ciclo de materias primas, seguramente porque las expectativas han ido subiendo a lo largo de las décadas del boom. El precio del cobre se cuadruplicó en los 2000, pero se desplomó después un 50% en cuatro años y ahora se mantiene en precios inferiores. Este año, según el FMI, ha caído el 9,4% por la recesión manufacturera global y la ralentización de China. Eso sí, la elevada demanda de cobre en la industria del coche eléctrico es un rayo de luz para las exportadoras chilenas.
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