Uno de los robots de Amazon para mover estanterías de almacenaje. (M. McLoughlin)
La automatización de los centros logísticos es algo vital para mantener su negocio. Los de Bezos han gastado una montaña de dinero para liderar una carrera que puede sacudir una industria que emplea a millones de personas
"Verás el día que llegue la rebelión de las máquinas, la que se monta aquí dentro". El chascarrillo se pierde, devorado por el ruido que reina en la segunda planta de BCN1, que hace imposible mantener una conversación si no es a gritos o a menos de un metro y medio de distancia. Tras esas siglas se esconde el mayor almacén que tiene Amazon en España. Un centro logístico que cinco años después de su inauguración ha crecido hasta ocupar 200.000 metros cuadrados, el mismo espacio que 40 Bernabéus. Un auténtico monstruo de la logística de cuatro plantas de altura que necesita 3.000 almas para funcionar, lo que supone la sexta parte de la fuerza laboral que manejan los de Seattle entre todos sus negocios en el mercado patrio. Aunque esta cifra pueda parecer enorme, se queda bastante corta si se compara con el número de máquinas que hay trabajando a destajo en aquel lugar: hay el doble de robots, 6.000, que de personas.
Porque el de El Prat de Llobregat no simplemente es el centro más grande que han construido en España en términos de espacio y personal. También es el más avanzado desde el punto de vista de la automatización.
Un paseo por sus entrañas ayuda a entender que el milagro tecnológico de Bezos no se limita únicamente a Amazon Web Services, el mayor proveedor de servicios en la nube del mundo (un tercio del internet mundial depende de ellos), sino que también se extiende por muchos de sus almacenes en todo el mundo.
Desde 2012, momento en que compraron la compañía Kiva Systems por casi 800 millones de dólares, han invertido una montaña de dinero con el fin de liderar una carrera, la de la robótica, que ahora se antoja más imprescindible que nunca para hacer viable en el tiempo su gran obsesión: las entregas en el mismo día o en 24 horas. Esa es la piedra angular de Prime, el programa de suscripción que revolucionó el comercio electrónico, imponiendo un ritmo de entrega endiablado, tensionando aún más la ya saturada última milla y que ha obligado a cualquiera que quiera competir en la materia a subir una marcha para seguir la estela de los norteamericanos. Esa, la promesa de mandar un paquete a casa en un abrir y cerrar de ojos, es la razón que llevó a esta 'big tech' a estirar su plantilla hasta los 1,6 millones de empleados durante la pandemia y poder así mantener engrasada la maquinaria de pedidos rápidos a pesar del aumento de la demanda.
Tiempo máximo: dos horas
"Si queremos que el cliente no sufra retrasos, desde que hace clic para pagar en la web hasta que el paquete está en el camión, no pueden pasar más de dos horas", comenta Diego, uno de los supervisores que se ocupan de mostrar el funcionamiento del centro. Un centro que puede ser capaz de gestionar hasta un millón de productos al día en fechas clave como Prime Day o el Black Friday. Aquí no están especializados en productos de gran volumen. El peso máximo es de 15 kilos y sus dimensiones lo suficientemente reducidas como para entrar en los 'totes', los contenedores negros en donde se transportan los productos por todo el centro, primero para almacenarlos tras bajarlos de los camiones y posteriormente para despacharlos, empaquetarlos y mandarlos al cliente.
Junio no es ni mucho menos la época de más actividad en BCN1. Es temporada baja. Y eso se traduce en 25.000 paquetes cada jornada. ¿En temporada alta? Más del doble, 64.000 al día. Hay otros puntos de su red en España que también tienen un alto grado de robotización. Es el caso del centro logístico de Illescas (Toledo), el de Murcia y el de Dos Hermanas (Sevilla), así como el centro de entregas en el mismo día que tienen en Coslada (Madrid). Pero ninguno de ellos tiene el músculo de la instalación catalana.
La automatización de los almacenes no es algo que haya inventado Amazon ni mucho menos. Desde hace varias décadas se lleva utilizando, por ejemplo, en las fábricas de coches. Pero esa, en la mayor parte de los casos, es una automatización dura, equipos que repiten constantemente, miles de veces, un gesto concreto como atornillar algo o cortar la chapa. Aquí también hay maquinaria de esa, como pueden ser las enormes cintas transportadoras que conectan la planta donde se guardan los productos con la zona de salida. Pero todo en esta planta está embadurnado de un halo de inteligencia artificial, que, por supuesto, es imposible saber a qué lógica responde. Una enorme pantalla dicta que unos siete o nueve empleados deben guardar y etiquetar 300 productos a la hora en el momento de la visita, algo que ha sido calculado por un algoritmo. Otro algoritmo es el responsable también de señalar el mejor puesto de empaquetado para cada pedido que cae en la cinta en cada momento. Absolutamente todo está orquestado para el cumplimiento de los plazos.
¿Qué es esa Roomba hormonada?
Pero también hay máquinas autónomas. Los llamados 'drivers'. Son la razón por la que la multinacional compró Kiva hace una década. Se trata de robots que parecen Roombas hormonadas. Pesan 135 kilos y pueden cargar sobre sus espaldas tonelada y media. No se mezclan con los humanos.
Ellos actúan en recintos delimitados por una enorme verja al que solo pueden acceder los encargados de su mantenimiento, que van equipados con chalecos que cuentan con dispositivos inhibidores de radiofrecuencia que hacen que las máquinas se detengan cuando están cerca de ellos. Estos robots cargan con la estantería vacía hasta un puesto donde, a través de una pequeña ventana, un trabajador de Amazon va guardando los diferentes productos.
Cada cajón contiene una ecléctica selección. Cada producto es diferente. No se colocan nunca las mismas referencias juntas ni tampoco las que se parezcan. La razón es evitar confusiones y que con las prisas se coja un producto equivocado. Así que en un mismo cajón (que están rodeados por bandas elásticas para evitar que se caigan los productos con el ir y venir de los robots) puede haber un libro, una memoria USB, una correa del Apple Watch y un Satisfayer. El sistema está diseñado como la memoria de un ordenador, donde la información que más suele necesitarse está alojada en un primer nivel para leerla más rápido y la más pesada y a la que menos se recurre se coloca en un nivel superior. Aquí, los robots pueden organizar el material para tener lo más demandado cerca y lo menos solicitado en las profundidades del recinto.
Cuando el cliente hace el pedido, estos robots van trayendo las diferentes estanterías hasta otro puesto donde, a través de una pantalla, el empleado sabe qué cajón abrir, qué coger y en qué 'tote' debe poner el producto. Una vez termina, el 'tote' se dirige al puesto de empaquetado. El trabajador que está ahí recibe las instrucciones a través de una pantalla: qué sobre o caja debe coger, qué protección debe poner dentro y las pegatinas que debe poner. De ahí, al camión o furgoneta de turno. La mayoría de vehículos que salen de un centro como este son de 'media milla' y se dirigen a centros de distribución urbana. Sin embargo, la cercanía de BCN1 con un núcleo como la capital catalana y la zona metropolitana hace que también muchos pedidos salgan directamente al cliente final.
La diferencia de estos robots con los que tradicionalmente se venían utilizando en las grandes plantas industriales es gozar de algo de autonomía gracias a potentes baterías y un sinfín de sensores. Pero es que además son fácilmente actualizables. Bastaría una noche para instalar un nuevo paquete de 'software' que han creado los ingenieros de Amazon Robotics que permita, por ejemplo, que los Kiva coloquen de manera más eficiente los estantes y así ganar aún más tiempo y eficiencia.
Sea como sea, los avances en esta carrera que Amazon está liderando podrían suponer un auténtico terremoto en la industria de los almacenes y la logística, un oficio que da trabajo a millones de personas en todo el mundo. La compañía fundada por Jeff Bezos y ahora dirigida por Andy Jassy se ha convertido en el segundo mayor empleador del mundo durante la pandemia.
Pasó de tener menos de 800.000 empleados a finales de 2019 a tener en la actualidad más del doble. Es difícil saber con exactitud cuántos trabajan en la parte de operaciones en todo el mundo porque la compañía no ofrece este dato. Sin embargo, la cifra en España puede servir para hacerse una idea: 14.000 de sus 18.000 empleados fijos están dedicados a estos menesteres. Es decir, la mayor parte de su fuerza laboral.
Amazon siempre ha negado que la implementación de robots en sus centros logísticos fuese una manera de reemplazar personal. "Desde que comenzamos a utilizar la robótica en sus instalaciones en 2012, hemos agregado más de un millón de puestos de trabajo en todo el mundo y, al mismo tiempo, implementamos 350.000 robots de unidad de disco móvil", aseguraba la empresa en una publicación reciente en la que se anunciaba que estaban probando nuevos tipos de máquinas en Estados Unidos, con el fin de mejorar la seguridad y la eficiencia de sus instalaciones. Los nombres de estos robots son Bert, Kermit y Scooter. El primero está pensado para llevar cajas de lado a lado y los otros para mover carros que los empleados emplean en diversas partes de la cadena.
Los robots y el empacho laboral
Pero esta afirmación choca con la nueva realidad a la que se enfrentan. La pandemia, como decimos, los ha dejado con una enorme fuerza de trabajadores, que, según ellos mismos han reconocido, es excesiva ahora que la vieja normalidad ha ganado terreno a la nueva normalidad y las compras por internet se han acercado a niveles prepandemia.
La dirección, en su última presentación de resultados (los peores desde la burbuja de las 'puntocom'), reconoció tener que modular y reducir su plantilla para adaptarse a la situación. Parece que el mayor reto está en su principal mercado, Estados Unidos. Consultados por este extremo, desde la compañía aseguran que en España siguen intactos sus planes para llegar a 2025 con 25.000 empleados y que no destruirán puestos de trabajo. A todas estas cifras hay que añadir el número de temporales, que cada vez tienen un peso menor, al menos en nuestro país, donde se ha sustituido un porcentaje importante de estos trabajadores por fijos discontinuos, incluso antes de la aprobación de la reforma laboral.
Lo que los últimos acontecimientos han dejado claro es que el negocio de Amazon no es sostenible ni escalable en el tiempo, simplemente limitándose a seguir contratando riadas y riadas de personas. "Ahora mismo, en los almacenes y en logística en general, la robótica da para lo que da. Ha avanzado mucho, pero el capital humano sigue siendo importantísimo", aclaran fuentes del sector.
"Ellos tienen una red enorme y por eso necesitan ese volumen de trabajadores si quieren mantener, entre otras cosas, los tiempos de entrega", añaden.
Es esta necesidad de tener siempre mano de obra disponible, según estas voces, la que los ha llevado a elevar el suelo salarial y ofrecer "mejores condiciones" que las que marcan los convenios territoriales. A día de hoy, el sueldo medio en la compañía son 1.700 euros brutos repartidos en 14 pagas. "Es un trabajo duro. No pueden arriesgarse a no encontrar gente suficiente. Por eso ofrecen también programas de formación y carrera dentro de la empresa. Aunque tengas un alto grado de rotación, siempre necesitas gente con experiencia y veterana para que la actividad no se resienta".
Desde la compañía, argumentan que este esfuerzo y esta inversión ímproba en la robótica (recientemente han movilizado un fondo de 1.000 millones para invertir en empresas que trabajen estas soluciones) están orientados a mejorar la seguridad en sus centros de trabajo.
¿Cómo? Un buen ejemplo es lo que hacen los 'drivers'. Al manejar ellos los estantes, evitan, por ejemplo, que en algunos puestos los trabajadores tengan que recorrer a pie decenas de kilómetros cada turno. No hay que olvidar esa imagen de los primeros centros de Amazon, donde algunos tenían que caminar hasta la estantería, chequear el producto y echarlo en un carro que empujaban hasta la cinta transportadora de turno.
"Es el trabajo que es. Y siempre va a tener un componente de desgaste físico importante", dice un exemplado de la compañía en España, técnico de prevención de riesgos laborales, que trabajó para la multinacional de Seattle en uno de los centros que tiene en la Comunidad de Madrid durante varios meses. "No suelen producirse accidentes graves. La mayoría son lesiones de alguna articulación o de espalda, muchas veces producidas por tareas muy repetitivas al ritmo de trabajo que impone una actividad así. Por eso están todo el rato vigilando el tema de las posturas y recordándoselo a los trabajadores", remata esta misma fuente.
El tema de la seguridad en sus almacenes siempre ha sido uno de los caballos de batalla de Amazon. Diversos informes realizados en Estados Unidos apuntan a que la tasa de lesiones en sus centros dobla la media de la industria. La respuesta de la compañía es que estas cifras están distorsionadas, entre otras cosas, por el seguimiento que hacen ellos de estos episodios frente a sus competidores.
Sin embargo, una investigación publicada en 'The Atlantic' recogía cómo en varias instalaciones donde se habían desplegado varios 'batallones' robóticos el número de estos daños se había elevado. El origen de este incremento, según el texto, podría venir producido por la ejecucción durante largos periodos del mismo movimiento de forma mecánica. En BCN1 parecen conscientes de ese riesgo y cada empleado ejecuta a lo largo de su jornada al menos dos tareas distintas. Sin embargo, es imposible conocer la efectividad de estas 'vendas', porque la compañía no desagrega los datos por centro.
La clave: el agarre
La obsesión de la compañía por automatizar los centros aborda dos de los principales retos que se le presentan. El de mejorar la seguridad, pero también el de hacer sostenible el modelo que ha revolucionado las compras por internet sin limitarse a engordar la mano de obra. Pero, si tanto han invertido en robótica, ¿por qué se han visto obligados a multiplicar el número de trabajadores durante la pandemia? Porque la tecnología aún no permite hacer tareas clave. Es lo que se llama la 'paradoja de Moravec', enunciada por Hans Moravec, profesor de la Universidad de Carnegie Melon.
"Es comparativamente fácil hacer que las computadoras exhiban un desempeño de nivel adulto en pruebas de inteligencia o jugando a las damas", escribió Moraven en 1988, en un fragmento recogido por el periodista Christoper Mims en ' Arriving Today ', una suerte de Biblia de la cadena de suministro moderna. "Sin embargo, es difícil o imposible darles las habilidades de percepción o movilidad de un niño de un año". En resumen, que es más fácil que una máquina sepa cómo ganar a un maestro del ajedrez que conseguir que mueva por sí sola el alfil en diagonal por el tablero.
Pero la tecnología avanza a pasos agigantados y Amazon ya anda detrás de una innovación que crearía una generación de robots que sí podrían sustituir a los humanos en los almacenes: el agarre por parte de las máquinas. Jeff Bezos predijo en 2019, tal y como recoge Mims en su libro, que el asunto estaría resuelto antes de 2030: "Creo que agarrar será un problema resuelto en 10 años. Resultó ser increíblemente difícil, probablemente porque en parte estamos empezando a solucionarlo con inteligente artificial". Esto supondría un paso de gigante, ya que a día de hoy lo más avanzado que se ha visto en el mercado es Strech, un brazo robótico que utiliza una suerte de mano de ventosas para mover cajas. Pero sus limitaciones no tardan en aparecer cuando hay formas irregulares u objetos más pequeños. Lograrlo podría desatar una progesiva sustitucion de manos humanas por robóticas, un nuevo cambio de paradigma en un negocio que sigue bailando al ritmo de Amazon.
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07/06/2022 - 05:00 Actualizado: 07/06/2022 - 10:48
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