Una mujer seca pescado en Nazaré.
Con más de 800 kilómetros de costa, Portugal es un festín de interminables playas, acantilados y olas de infarto. De la épica de Nazaré a la placidez de Aveiro, estos son cinco destinos imprescindibles del centro del país para disfrutar en verano.
Entre Lisboa y Oporto el cuerpo pide playa y carretera. Hay mucho que explorar en el centro del país vecino. En esta ruta caben las olas más gigantes del planeta, una villa amurallada plagada de libros, una travesía en moliceiro y un sinfín de paseos por salvajes arenales... Ideas para un verano a la portuguesa.
PENICHE: PARA SURFISTAS Y GEÓLOGOS
En pleno invierno y, desde luego, también en verano, las espectaculares playas de Peniche están llenas de tablas de surf andantes hacia el agua. Aunque no le guste el surf, es pura envidia lo que se siente ante estos neoprenos y esos contorneos en el agua. La emoción se contagia con solo observar a tal cantidad de surfistas de todos los tamaños. Peniche es la única protuberancia que aparece en el mapa de esta parte de Portugal. No faltan los acantilados ni el ajetreo de los barcos pesqueros. Merece la pena dirigirse al faro de cabo Carvoeiro, a 57 metros sobre el nivel del mar. Desde este punto, el más occidental de esta península, se divisa el archipiélago de las Berlengas. De camino llaman poderosamente la atención los pescadores situados temerariamente en extrañísimas formaciones rocosas.
Las playas de Peniche tienen garra y unas dimensiones grandiosas. La más famosa y surfera es praia do Medão, o playa de Supertubos, con olas de hasta tres metros de altura. Más al norte, la plaia do Baleal se presenta en forma de tómbolo de arena fina y blanca que une el continente con la pequeña isla del mismo nombre. Otra vez viene a mente la popular imagen del veraneo en mayúsculas.
Vista aérea de la isla Baleal.
ÓBIDOS, ENTRE LIBROS Y MURALLAS
Si seguimos hacia el norte, la autopista pasa muy cerca de Óbidos... Demasiado tentador: no hay que resistirse a visitar una de las joyas de Portugal. La villa amurallada es una estampa perfecta de calles estrechas llenas de flores, casas señoriales pintadas de blanco, viejos campanarios, museos, tiendecitas, cafés y una cantidad abrumadora de librerías. Sí, Óbidos es la meca de cualquier bibliófilo. La Villa Literaria ha logrado esconder sus libros en casi todos sus rincones: desde la iglesia hasta el mercado pasando por un hotel con una impresionante colección de letras. Además de deambular por sus callejuelas se puede subir a las murallas y recorrerlas por todo lo alto. Merece la pena.
La villa de Óbidos.
NAZARÉ, LA MADRE DE TODAS LAS OLAS
La rabia de la naturaleza se arremolina frente a este pueblo de pescadores creando olas gigantescas. De ahí que Nazaré, hasta hace poco un desconocido y sosaina pueblecito de pescadores se haya convertido en una de las mecas mundiales del surf. Da igual que uno sea fan del deporte. Observar desde el Fuerte de São Miguel Arcanjo la belleza de esas olas es toda una experiencia. Sobre esta murallas se respira la épica de los que se enfrentan al mar y es difícil dejar de mirar a esas motos acuáticas que arrastran a los surfistas océano adentro para que puedan cabalgar la olas hasta la orilla de praia do Norte.
El Fuerte de San Miguel Arcángel, en lo alto de Nazaré.
Justo al otro lado de este promontorio la visión es otra: paseo marítimo, toldos de colores, tiendas de souvenirs y olor a parrilla frente al mar. No es raro encontrarse a mujeres con ropa tradicional secando pescado en el pueblo, aunque aún más frecuente es ver a los turistas pidiendo helado en Gelatomanía o buscando mesa en la Taberna d'Adelia.
SAO PEDRO MOEL, EL 'CHIC' ATLÁNTICO
El pueblo costero de São Pedro de Moel.
Siguiente parada, São Pedro de Moel. ¿Seguimos en Portugal o hemos viajado al País Vasco francés? Fue lugar de veraneo de la clase adinerada de Lisboa en el siglo pasado y cierto es que rezuma un aire aristocrático. Aunque lo mejor sigue siendo lo esencial: ese ventanal impresionante al Atlántico, el aroma a sal o el imprescindible paseo a pie o en bicicleta por la ecopista hasta el imponente faro Penedo da Saudade, de 55 metros de altura y vigilante desde 1912. En su Viaje a Portugal, José Saramago escribe que "el bosque de São Pedro de Moel es incomparable". Precisamente entre el pinar y el mar no hay que perderse la praia de Vale Furado, un bello arenal protegido por grandes acantilados.
AVEIRO, LA VENECIA PORTUGUESA
Los canales de la ría y sus moliceiros tienen la culpa de que Aveiro sea conocida como la Venecia lusa. Estas embarcaciones de colores parecidas a las góndolas se usaban para transportar mercancías y recoger algas que servían de abono al campo. Hoy transportan turistas y pueblan los muros de Instagram. También resultan muy fotogénicas las casas pintadas a rayas de Costa Nova, la célebre playa portuguesa al otro lado del puente de Barra. Estas casas atesoran también un pasado popular: los palheiros eran las tradicionales casas donde los pescadores guardaban sus redes y aperos.
Las casas pintadas de Costa Nova, junto a Aveiro.
Fotos aparte, esta playa interminable de arena blanca es digna de pasar una o mil jornadas de verano. Una pasarela de madera recorre, paralela al Atlántico, gran parte de su extensión. Varios chiringuitos modernos con buen ambiente jalonan también el lugar. Por cierto, que una de las especialidades es la anguila, aunque si busca un bocado más dulce la elección está clarísima: losovos moles (o huevos blandos), receta de las monjas de Aveiro, son capricho celestial.
MARTA GONZÁLEZ-HONTORIA
Portugal
Actualizado Martes, 7 junio 2022 - 01:32
https://www.elmundo.es/viajes/europa/2022/06/07/629dc99ee4d4d834098b4580.html