I
Imagen del habitat marciano Marsha, con el que la empresa AI SpaceFactory ganó uno de los premios del proyecto 3D Printet Habitat de la Nasa.
El aumento de las capacidades del cuerpo humano, los viajes a Marte o la Luna, la automatización del trabajo, la lucha contra el cambio climático... La innovación de las próximas décadas será decisiva para nuestro planeta y nuestro modo de vida. ¿El veredicto de Olivier L. de Weck, profesor de Astronáutica y gurú de la planificación tecnológica? Optimismo prudente
Crecer en los Alpes, cerca de las estrellas, hizo a Olivier L. de Weck (Berna, 1968) concebir el sueño de ser piloto de guerra. Se lo impidieron sus carencias visuales, pero ha volado mucho y alto. Como no pudo pilotar, se hizo ingeniero Industrial y trabajó como tal en la fuerza aérea suiza antes de convertirse en responsable de un proyecto de 20 millones de dólares en McDonell Douglas: del desarrollo de buena parte de los sistemas del caza F18.
Desde 2001 es profesor del Programa Apolo del Departamento de Aeronáutica y Astronáutica y del Instituto para los Datos, los Sistemas y la Sociedad, ambos pertenecientes al Instituto Tecnológico de Massachusets (MIT, por sus siglas en inglés). Su especialidad es prever la evolución futura de sistemas complejos como los aviones, los coches, las impresoras, las infraestructuras críticas... De hecho, ejerció dos años (2016- 2018) como vicepresidente senior de Planificación Tecnológica en Airbus. Una experiencia que acaba de recoger en el libro Technology Roadmapping and Development: A Quantitative Approach to the Management of Technology (Springer).
Ver el futuro de la innovación es ver el futuro de la especie humana, los desafíos para su supervivencia y las posibles soluciones, un tema que analizó hace unos días en una charla organizada por Banco Santander como parte de su programa X Innovation Xperts, de cuyo Consejo Asesor es miembro. ¿Nos dejarán las máquinas sin trabajo? ¿Viviremos en marte? ¿Cuánto aumentarán las capacidades humanas como consecuencia de la ingeniería genética y de los implantes tecnológicos en nuestro cuerpo? ¿Frenaremos las consecuencias del calentamiento global? El veredicto de De Weck: optimismo prudente.
¿Se puede predecir la evolución futura de la tecnología?
En mi libro digo que la planificación tecnológica es diferente de la predicción tecnológica. La tecnología no es como el clima, que progresa automáticamente, sino gracias a la intervención humana, y no es algo que haya estado produciéndose sólo los últimos 10 o 100 años, sino miles de años, desde que los homo sapiens empezamos a ser diferentes de nuestros primos. No creo que sea verdad eso que dicen de que la tecnología está avanzando mucho más rápido que nunca antes en la historia. Si te fijas en avances concretos como la máquina de vapor, tiene 300 años de historia y la consideramos bastante obsoleta, pero todavía hay muchas operativas. Además, unas tecnologías crecen más rápido que otras. Las tecnologías de la información, entre un 20 y un 50% al año y las relacionadas con la materia y la energía, un 5% al año.
¿En qué campos prevé que haya mayor disrupción tecnológica en los próximos años?
Veo tres grandes tendencias. La primera es la robotización, la automatización y la inteligencia artificial. Las tareas más rutinarias y predecibles las irán asumiendo las máquinas, y la escasez de personal ahora mismo en la industria lo va a acelerar. Siempre habrá personas en esas tareas, pero las máquinas asistirán a los humanos, tanto en cuestiones físicas como mentales. La segunda tendencia es la modificación y la potenciación del cuerpo humano con tecnología física y química, así como con ingeniería genética. La gente ve los ciborgs como algo del futuro, pero los humanos ya somos ciborgs: las gafas, la cirugía ocular, los marcapasos, las prótesis de cadera y de rodilla... La única cuestión es si son permanentes o se pueden retirar, si los seguros médicos las pagarán y quién se las podrá permitir. Una tercera tendencia tiene que ver con la sostenibilidad. El reciclaje y la vuelta a la naturaleza y el aprendizaje de ella, la descarbonización de la economía...
¿Deberíamos ser optimistas sobre el impacto que tendrán esas tecnologías para el futuro de nuestra especie?
Sí, yo diría que prudentemente optimistas. Es cierto que casi todas las tecnologías creadas por la humanidad han tenido efectos colaterales una vez que se han escalado y han empezado a ser usadas por millones de personas: accidentes como consecuencia de la implantación del transporte aéreo; grandes emisiones de CO2 y atascos en las ciudades por el tráfico rodado... Sin embargo, también somos muy adaptativos como sociedad y hemos desarrollado coches eléctricos para reducir las emisiones y herramientas como Uber y zonas restringidas a la circulación para combatir la congestión del tráfico. Parece que tenemos la habilidad para corregir nuestros errores y revertir el lado negativo de la tecnología. En todo caso, pese a mi optimismo, no estoy seguro al 100% de que la tecnología no vaya a destruir a nuestra especie, pero espero que seamos lo bastante inteligentes para evitarlo.
Sí, puede que vayan a desaparecer millones de puestos de trabajo que hoy en día realizan personas, pero también van a aparecer millones de puestos nuevos que no existían
OLIVIER L. DE WECK, PROFESOR DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA DEL MIT
¿Qué papel van a tener la ética o la equidad en las tendencias tecnológicas que comentaba?
La inequidad en el acceso a la tecnología no es nueva. Hacia 1900, sólo un puñado de ricos tenía coches o podía viajar en barcos de vapor. Cuando se lanza una nueva tecnología, suele ser más cara y exclusiva, pero una vez que se desarrolla y se escala su producción, los costes por unidad bajan y cada vez más gente puede permitírsela. Y eso va a seguir ocurriendo. En cuanto a la ética, el debate se centrará durante las próximas décadas y los próximos siglos en la ingeniería genética: se suele dar en la visión ética de la tecnología la percepción de que si se utiliza para curar enfermedades o reducir la mortalidad, no hay problema, pero si se usa para mejorar las capacidades físicas de la especie humana por encima del estándar, entonces no es aceptable. Pero lo cierto es que no está claro cuál es ese estándar, es diferente para cada uno de nosotros.
¿Cuánto debe preocuparnos la automatización y robotización del trabajo humano?
No creo que vayamos hacia un futuro sin trabajo. Se lleva hablando de ello al menos dos décadas. Solíamos ser tradicionalmente cazadores y recolectores, después nos fuimos convirtiendo en una sociedad agrícola, industrial, de la información... Sí, puede que vayan a desaparecer millones de puestos de trabajo que hoy en día realizan personas, pero también van a aparecer millones de puestos nuevos que no existían. Muchos tendrán que ver con programar las máquinas, mantenerlas, gestionarlas...
¿Qué debería hacer un país como España para no perder el tren tecnológico del futuro?
Cuando trabajaba en Airbus fui en varias ocasiones a la sede de Getafe y siempre me impresionó mucho que las operaciones en España son más reducidas que en Francia o Alemania, pero cuentan con muchos programas de alto valor. También que era la sede de Airbus con más mujeres ingenieras y en cargos de gestión. Si yo fuera ministro de Economía o de Innovación de España, invertiría mucho en ciertas industrias en las que tenéis una cierta ventaja. Por supuesto, una es el turismo de baja huella de carbono. España podría ser un país pionero en el desarrollo de turismo medioambientalmente seguro. Otro ejemplo es la desalinización: cada vez estamos más seguros de que el agua que bebemos tendrá que venir de la desalinización y tendrá que transportarse hasta las zonas interiores, porque el clima está cambiando, hay menos precipitaciones y las reservas de los acuíferos están descendiendo rápidamente. Otra área podría ser la agricultura. La tecnología agroalimentaria española está entre las mejores y más eficientes del mundo, lo que le permitiría ser un referente en la producción de comida rica y saludable, pero también medioambientalmente segura en un mundo con temperaturas muy altas y mucha escasez de agua. Por supuesto, también en energías renovables... Eso sí, todo esto requiere invertir mucho en el sistema educativo.
Hablando de inversiones... ¿por qué invertir en la exploración del espacio con la cantidad de problemas que tenemos ahora mismo en la Tierra?
En lo más alto de la lista colocaría la observación de la tierra mediante satélites, porque mirar a la piel de un paciente nos revela mucho sobre su salud interna. Por supuesto, las misiones espaciales también hacen posibles sistemas de navegación como GPS, Galileo, Glonass... Se hacen muchos menos kilómetros inútiles gracias a ellos y eso reduce las emisiones de CO2. Además la posibilidad de establecer asentamientos en la Luna y en Marte te obliga a pensar cómo garantizar la provisión de agua, alimentos y el resto de cosas que hemos dicho que serán escasas en la Tierra, pero en un entorno cerrado y muy hostil. Buena parte de ese aprendizaje se puede aplicar después a resolver ese mismo problema en la Tierra.¿En qué horizonte veremos asentamientos humanos fuera de la Tierra?Eso requerirá más tiempo de lo que mucha gente cree. Primero hay que llegar allí, y para ello necesitamos cohetes asequibles y muy potentes como Starship, el que ha desarrollado la empresa de Elon Musk Space X, que va a tener su primer lanzamiento de prueba a finales de este año. Si tiene éxito, podría convertirse en la Santa María de los asentamientos humanos fuera de la Tierra. Una vez llegas allí, tienes que permanecer vivo, y para ello tienes que resolver qué y dónde construyes. En mi grupo de investigación creemos que lo más adecuado es excavar un sistema de túneles, porque te permitirá obtener protección natural de la radiación. El tercer problema es la logística necesaria para el reabastecimiento regular desde la Tierra. Si somos capaces de resolver estos tres problemas, debería ser posible crear una presencia humana permanente en la Luna, Marte o ambas. Y una vez que eso ocurra, las reglas del juego cambiarán.
España podría ser un referente mundial en turismo de baja huella de carbono, desalinización, tecnología agroalimentaria y energías renovables, pero todo ello requiere invertir mucho dinero en el sistema educativo.
OLIVIER L. DE BECK
¿Hay alguna tecnología que se esté utilizando actualmente en misiones espaciales que pueda llegar próximamente a nuestra vida cotidiana?
Podría hablarte de algún procesador maravilloso o de un material increíble que podría ser útil en la Tierra en el futuro como ocurrió en los 60 con los microprocesadores, el velcro, el teflón... que fueron desarrollados para uso militar o para misiones espaciales y después acabaron siendo adaptados para el mercado del consumo masivo. En realidad, lo que se está produciendo actualmente es el flujo contrario: la tecnología comercial ha progresado tanto que estamos empezando a importarla para los vuelos espaciales, porque hacen el trabajo sin problema y son mucho más baratas. Por ejemplo, nuestro departamento está lanzando pequeños satélites llamados cube sats que llevan integrado un ordenador Raspberry Pi [del tamaño de una tarjeta de crédito], que fueron desarrollados para aplicaciones tipo hobby y que pueden sobrevivir en el espacio entre seis y nueve meses.
Todas las infraestructuras críticas del mundo actual dependen de Internet. ¿No supone eso una gran vulnerabilidad?
Absolutamente. Yo creo que cada sistema y cada infraestructura en nuestra sociedad es como una capa que solía funcionar de forma independiente: el suministro de agua, la red eléctrica, el transporte físico, Internet, la industria agroalimentaria... Sin embargo, esas capas cada vez están más interconectadas y dependen más de Internet, que representa una porción cada vez mayor del consumo de electricidad. Todavía está por debajo del 10%, pero se incrementa cada año. Creo que es una vulnerabilidad que habría que comprender mejor y buscar soluciones. Para ello necesitaremos sensores de detección, algoritmos que nos digan qué partes de la red están fallando para poder aislarlas... Por supuesto, el gran riesgo sigue siendo la ciberseguridad: que un virus no sea detectado y llegue a infectar millones de servidores. Yo soy un poco anticuado y me gusta tener una solución mecánica de emergencia para todo, una pequeña puerta que puedes abrir si todo falla, aunque se accionando una manivela. No eliminaría esas soluciones mecánicas de emergencia en ningún sistema por si acaso.
¿Cómo van a cambiar los nuevos sistemas de transporte la forma en que nos movemos?
El modelo que yo preveo no sé si será el que se acabe imponiendo, pero al menos sí que me parece muy eficiente desde el punto de vista del consumo de energía. Para los desplazamientos urbanos o de menos de 50 kilómetros creo que se van a imponer los vehículos eléctricos de bajo peso, a medio camino de los coches actuales y una bicicleta eléctrica. Un coche eléctrico extremadamente eficiente, con baterías muy respetuosas con el medio ambiente (como las de sal fundida), que puedas enchufar, recargar y darte autonomía para esas distancias a una velocidad no mucho menor que las actuales. Para el viaje continental, la solución será algo parecido al hyperloop: tubos al vacío que discurran principalmente bajo tierra y por los que puedan desplazarse cápsulas de transporte. Es un sistema muy eficiente, porque prácticamente no hay fricción. El gran desafío ahí es que tienes que crear esta red de tubos y mantener el vacío, que requiere energía, pero aun así sería muy eficiente. En cuanto al transporte transoceánico, hay dos planteamientos diferentes, una más rápida y la otra más lenta que la movilidad actual. La rápida serían los lanzamientos de naves Tierra-Tierra que ha propuesto Elon Musk, en los que pasas buena parte del trayecto desplazándote por inercia en el espacio después de una aceleración inicial, por lo que no estás quemando combustible. Eso permitiría hacer el trayecto Madrid-Shanghái en 45 minutos. Suena muy loco, pero sería una opción real. La otra pasaría por reconsiderar las aeronaves al estilo de los antiguos Zeppelins propulsados por oxígeno o helio. Por supuesto que son más lentos que el transporte aéreo actual, pero puedes hacerlos híbridos y que se muevan a 200 kilómetros por hora sin perder eficiencia. También serían muy espaciosos, cómodos, con Wifi... Si estamos dispuestos a viajar más lento, no mucho más, serían mucho más eficientes y más respetuosos con el medio ambiente.
¿Cómo condicionará la sostenibilidad el desarrollo de la tecnología en el futuro?
En mi libro hay cuatro casos de estudio: el automóvil, la aeronave, la secuenciación del ADN y la Red del Espacio Profundo [la red internacional de antenas de radio que sirve de apoyo a las misiones espaciales y capta señales del sistema solar y el universo] , y si una cosa he aprendido es que la evolución natural ha desarrollado soluciones muy eficientes desde el punto de vista energético, porque las plantas y los animales han evolucionado durante millones de años para sobrevivir incluso a los cambios del entorno. Buena parte de esa energía viene del sol y después es convertida de una forma u otra. Lo que yo diría, en general, es que si estamos dispuestos a ir más despacio en muchos sentidos, aún podríamos aprender mucho de la naturaleza en el desarrollo de la tecnología del futuro. Un antiguo alumno mío es CEO de una compañía que se llama Cambrian Innovation de tratamiento de aguas residuales mediante una bacteria. Él dice que la mejor tecnología es la que no puedes ver porque parece un sistema completamente natural aunque sea cuidadosamente gestionada. Y yo cada vez estoy más de acuerdo con él.
JUANJO BECERRA
Actualizado Martes, 13 septiembre 2022 - 17:43
https://www.elmundo.es/tecnologia/innovacion/working-progress/2022/07/31/62e23740fdddff78b58b45b7.html