Los expertos aconsejan evitar el consumo de alimentos ultraprocesados. (iStock)
Nuestras emociones dependen, entre otras cosas, de lo que comemos. La dieta ideal debería tener en cuenta nuestro estado emocional
Todo lo que comemos (y lo que no comemos también) tiene un efecto sobre nuestra salud. Así, la vitamina C de las naranjas fortalece el sistema inmune, la proteína de la carne ayuda a desarrollar la musculatura, y los ácidos grasos omega-3 del pescado azul contribuyen a mantener altos los niveles del colesterol HDL, el bueno, por ejemplo. La relación que hay entre lo que ingerimos y nuestro estado de salud física es uno de los pilares que sustentan una buena alimentación. Ahora bien, existe un tipo de nutrición que va más allá y que defiende la idea de que todo lo que comemos nos aporta una emoción.
Y es que, tal y como explica Gemma Hortet, antropóloga y dietista, especializada en nutrición energética y vitalidad, "los alimentos son mucho más que materia, son energía, y esta depende de la velocidad de crecimiento de los alimentos, de la cantidad de agua que contienen, de si crecen de día o de noche, de si se cultivan en verano o invierno, etc. Todas las nutriciones que tienen en cuenta estas propiedades energéticas de los alimentos -continúa la experta- son nutrición energética. Algunas de las más conocidas son la ayurveda, la tibetana o la medicina tradicional china".
Hay alimentos de energía yin que pueden ayudar a personas con tendencia a la ansiedad
Avena, pescado azul o plátano, para ser feliz
Los expertos en nutrición comparten la teoría de que una alimentación saludable excluye o deja bajo mínimos la presencia de alimentos ultraprocesados en la dieta, como, por ejemplo, las pizzas preparadas, las bebidas azucaradas o los embutidos. Por otro lado, sabemos que "alimentos como la avena, el pescado azul, los frutos secos, el aguacate, los garbanzos, el cacao, las almendras o el plátano, todos ellos ricos en triptófano, ayudan a formar el 90% de la serotonina gracias a las bacterias de nuestro intestino. Este neurotransmisor nos proporciona, entre otras cosas, sensación de mucho bienestar", asegura la experta.
Existe otro grupo de alimentos que favorecen la calma y el descanso por la noche, se trata de los alimentos fermentados, "como el chucrut, miso, olivas o vinagres no pasteurizados, que nos ayudan a fabricar GABA, otro neurotransmisor que se genera en un 50% en nuestro intestino", apunta Hortet.
Un elemento clave en esta conexión entre el intestino, el cerebro y, en definitiva, con nuestras emociones es la microbiota. "En nuestro sistema digestivo habita un maravilloso mundo microscópico que llamamos microbiota, que si alimentamos adecuadamente, no solo nos genera serotonina, GABA o dopamina, sino que también puede crear un plus de energía para sentirnos más vitales y enérgicos", señala la experta, quien además aporta este práctico ejemplo: "Si cocinamos alimentos como las patatas, boniatos, calabaza, zanahoria, legumbres o cereales integrales y los dejamos reposar un mínimo de 24 horas en la nevera antes de volver a calentarlos para comerlos, estos no solo reducen su carga glucémica, sino que además se convierten en almidón resistente, una fibra que alimenta directamente a las bacterias del colon y que nos proporciona más energía, mejor inmunidad, regula nuestra saciedad y nos aporta más vitalidad".
Sandía, pepino o tomate, para frenar la ansiedad
Lo habitual es elaborar una dieta en la que se tenga en cuenta si los alimentos incluyen la cantidad de hidratos de carbono, proteínas o grasas que nuestro organismo requiere. Sin embargo, la nutrición energética, la cual contempla la existencia del cuerpo físico, mental y emocional, distingue entre alimenos de energía yin, o sea más fresca, hidratante o expansiva, que puede ayudar a personas calurosas, con tendencia a la ansiedad o que tienden a enfermedades de excesos como la colesterolemia, hipertensión o la obesidad, y los alimentos con energía yang, de energía más caliente, cargados de minerales que nos van a equilibrar si somos frioleros, tendemos a la tristeza o a enfermedades de defecto como la osteoporosis, debilidad digestiva o anemia.
La dieta ha de estar adaptada a la persona, al lugar donde vive y a su estado emocional
Así, entre los primeros destacan las frutas tropicales y las de verano como la sandía o el melón, las verduras como el calabacín, el pepino, el tomate, el pimiento, la berenjena y las ensaladas. También son alimentos con energía yin las legumbres, los aguacates, las setas, las hierbas aromáticas, el agua, el limón y el azúcar. "Estos alimentos son muy útiles para equilibrar la energía caliente del verano (yang), pero también son muy eficaces para personas que tienen calor interno", asegura la experta. Y es que, según esta filosofía, "la ansiedad es exceso de calor en la mente y las enfermedades como la hipertensión, la hipercolesterolemia o la obesidad son debidas a excesos que se han condensado en el cuerpo y hay que hacerlos fluir con esta energía expansiva y refrescante", recalca.
Patatas, carne y algas, para equilibrar
La energía yang es la que necesitamos en las estaciones frías, ya que nos proporciona más remineralización y calor interno. "Es muy beneficiosa para aquellas personas que tienen una energía más debilitada en cualquiera de los sistemas: nervioso, digestivo o circulatorio, ya que fortalece el cuerpo concentrando su propio poder de curación". Entre los alimentos que son fuente de este tipo de energía, la experta señala las verduras más oscuras (col, brócoli, alcachofa, rúcula…) y los tubérculos como el boniato. También las verduras densas como la calabaza y la zanahoria. Asimismo, el pescado, la carne, los huevos, las algas, las semillas, los frutos secos, las especies como la canela, cúrcuma, clavo y la sal son alimentos con energía yang.
La dieta energética alimenta cuerpo, mente y espíritu
Un objetivo tan ambicioso está obligado a tener en cuenta infinidad de aspectos del ser humano, como dónde vive, su edad, de qué trabaja, su momento vital, sus preferencias culinarias, su constitución y, por supuesto, sus debilidades, cuáles son las enfermedades que padece con más frecuencia. Por ejemplo: una mujer de 40 años que pasa todo el día fuera de casa, tiene dos hijos a su cargo y problemas digestivos, según Hortet, ha de hacer una alimentación que fomente sus jugos gástricos y le dé mucha energía.
"En este caso, lo peor que puede comer son ensaladas porque la verdura cruda cuesta mucho de digerir e inflama el intestino. Además, las lechugas tipo romano o iceberg tienen básicamente agua y nada de nutrientes. Si esta señora quiere cuidar su peso y salud es mejor que coma un estofado de verduras que incluya zanahoria, puerro, nabo y unos daditos de pollo. También podría acompañarlo con unas hojas de rúcula bien aliñadas con limón, romero, sal y aceite". Y concluye: "Esta comida, además de ser muy nutritiva, activará sus jugos gástricos y enzimas para que la pueda digerir muy bien y aprovechar al máximo sus nutrientes".
Dos errores (con solución) en la alimentación actual
La experta en nutrición energética y vitalidad destaca algunos de los hábitos propios de la sociedad actual, cuyos efectos serían fácilmente subsanables aplicando unos pequeños cambios en nuestro día a día. Entre ellos, estos son dos de los más interesantes:
- Podemos mejorar nuestro estado de ánimo si ponemos atención plena en cómo cocinamosTomar demasiados alimentos ricos en azúcar o sal. Los alimentos procesados contienen mucha azúcar y sal que se usan no solo como conservantes, sino también como estimulantes del deseo para no querer parar de consumirlos. Tanto el azúcar como la sal son dos alimentos que han de consumirse moderada y conscientemente porque aportan calorías vacías y pueden provocar alteraciones en la salud y la conducta, como hipertensión, retención de líquidos, hiperactividad, obesidad o ansiedad.
- Comer demasiadas veces al día. La mayoría de las personas comen entre 4 y 5 veces a lo largo de la jornada. Este hábito, si no se enmarca dentro de una época de crecimiento o porque se tiene un problema metabólico, es un gran error que provoca estancamiento digestivo y dificultad de reparación y eliminación de toxinas por parte de nuestro cuerpo. Tardamos entre 90 y 120 minutos en hacer la digestión, y después se activa el complejo motor migratorio, un entramado para limpiar de toxinas nuestro sistema digestivo y mantener en equilibrio la microbiota. Si no dejamos por lo menos 4 horas de ayuno entre comidas, esto no se produce adecuadamente y podemos empezar a sentirnos cansados, hinchados, con pesadez digestiva o trastornos intestinales.
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21/10/2022 - 05:00
www.alimente.elconfidencial.com/nutricion/2022-10-21/ultraprocesados-nutricion-emociones_3508153/