- En 1951 se hizo con los derechos para comercializar el birome en Europa
- El Bic Cristal original ya era de plástico, transparente y hexagonal
- Sus mecheros desechables de bolsillo son los más vendidos del mundo
Pocos objetos hay más universales que el bolígrafo. La pregunta no es "¿quién no tiene uno en su casa?", sino "¿quién no tiene un montón de ellos en su casa?". Da igual la evolución de la tecnología, el hecho de que cada vez escribamos más a ordenador y menos a mano, incluso desde edades cada vez más tempranas. Da igual todo, los bolís siguen siendo básicos.
Y si hablamos de bolígrafos, es inevitable hablar de la marca francesa Bic. Es la empresa que más vende del mundo. Y su nacimiento está íntimamente ligado con la propia invención del bolígrafo. Con la invención, o con su patente, porque el origen del bolígrafo, que luego Bic popularizó, es polémico y confuso.
Hay que remontarse a finales de siglo XIX, cuando John Loud, un curtidor de pieles norteamericano, patentó un invento que consistía en un tubo de tinta con una bola en un extremo para escribir, y dos adicionales de apoyo, para que no se atascase. Era muy rudimentario, pensado sobre todo para marcar superficies ásperas, como madera, piel, papel rugoso... Era muy difícil de fabricar, y Loud nunca llegó a comercializarlo, por lo que la patente caducó sin llegar a trascender demasiado.
En las siguientes décadas, siguiendo esta misma estructura de bolas, se presentaron numerosas patentes en diversos lugares de todo el mundo, pero ninguna cuajó ni alcanzó el éxito.
El invento de Ladislao Biro
Pasó bastante tiempo, hasta los años 30 del pasado siglo, para que alguien lograra desarrollar la idea con éxito. Fue obra del húngaro Laszlo Jozsef Biro, aunque el proceso no fue fácil. Era un auténtico inventor en serie, con más de 30 patentes registradas en su vida. Era zurdo, y estaba cansado de escribir a pluma, porque se manchaba con la tinta mientras iba redactando. Por lo que desarrolló un instrumento de escritura con la bola en el extremo del cilindro para la tinta. La gran diferencia con el diseño de Loud es que el conducto era de muy poco diámetro, lo que facilitaba la capilaridad de la tinta. Además, junto con su hermano, químico, desarrollaron una tinta muy viscosa que evitaba los derrames y la evaporación, y que además se secaba rápidamente.
La idea, pese a todo, no logró arrancar en un principio. El diseño no convenció ni a fabricantes ni a la banca, que debía financiar el desarrollo. La casualidad hizo que en un viaje de trabajo, porque Biro también era periodista, se encontrase con el expresidente de Argentina, Agustín Justo, al que sí que impresionó su invento. Tanto que les invitó a irse a su país, para montar allí una fábrica.
Los hermanos en un primer momento rechazaron la idea, porque consideraban que no se les había perdido nada allí. Pero siendo judíos, y con el nazismo expandiéndose por Europa, se lo pensaron mejor y allá que se fueron para Argentina. En el viaje les acompañó su socio y financiero habitual, Johann Georg Meyne.
Ya en Argentina hacen dos cosas: castellanizan sus nombres, convirtiéndose en Ladislao José Biro, Jorge Biro y Juan Jorge Meyne; y fundan la empresa Biro-Mayne-Biro. En 1943 patentan su invento, al que llaman birome, que es como sigue conociéndose al bolígrafo en muchos países sudamericanos.
Poco después, vendió los derechos para Estados Unidos a las compañías Eversharp y Eberhard Faber, por 2 millones de dólares. Se convirtió en un éxito de ventas en Norteamérica.
En 1951 venden los derechos para comercializar su patente en Europa a Bic
Pero el gran salto llegó en 1951. Aquel año, le vendieron los derechos de comercialización en Europa a Marcel Bich y Édouard Buffard. Estos dos empresarios franceses habían fundado en 1944 una empresa llamada Societe PPA, dedicada a los instrumentos de escritura. Bich mejora el diseño de Biro, solucionando dos problemas: el exceso de manchas que generaba y el rápido secado de la tinta. En 1953 empiezan a comercializarlo, bajo la marca Bic. Y nace la leyenda: se convirtió en la herramienta de escritura con tinta más popular.
El éxito no solo fue gracias a Bich y su diseño mejorado, sino que también jugó un papel fundamental el publicista Raymond Savignac, recién contratado con la compañía. Él fue el que convenció a los fundadores a que la marca fuera Bic y no Bich, para evitar confusiones fonéticas incómodas en inglés.
Aquel primer boli comercializado por Bic tenía muchas de las características del famosísimo Bic Cristal que ha llegado hasta nuestros días, incluyendo el plástico, para abaratarlo; la transparencia, para que se viera la tinta; y la forma hexagonal, para evitar que rodase por la mesa. Era un bolígrafo al alcance de todo el mundo.
Productos desechables
Además, aquel bolígrafo introduce un concepto que se convirtió en base del éxito de la marca, y en un pilar para numerosas industrias: era desechable. Todos los productos que ha lanzado Bic desde entonces comparten esta característica.
A lomos de éxito de Bic Cristal, la compañía avanza hacia la internacionalización. Antes de que acabe la década, llegan a Bélgica, Italia, Holanda, Austria, Suiza, España, Sudamérica, todo el mercado norteamericano... Triunfa en todos los mercados, incluso en Estados Unidos, donde no encuentra competencia en ese sector de bolis baratos. Es una auténtica revolución en el sector, que pivota en tan solo unos años de las plumas estilográficas a los bolígrafos.
El siguiente gran salto de la compañía llega en los 70, mientras continúa con su expansión por todo el mundo, y deciden lanzar nuevos productos que acaban siendo icónicos. Algunos son de la misma línea, como el bolígrafo de cuatro colores.
Nuevos productos
Pero, además, se introduce en nuevos mercados completamente independientes. Y en dos casos concretos, con gran éxito: el de los mecheros y el de las maquinillas de afeitar. Por supuesto, con la característica de desechables. Sus mecheros de bolsillo son los más vendidos del mundo, y general el 30% de los ingresos de la compañía hoy en día. Mientras que las maquinillas, que no se quedan atrás, generan casi el 20%.
En una empresa con tantas décadas de historia y tan activa, no todo son éxitos, claro. Algunos sonados fracasos, con los mismos principios, son las medias, los perfumes o los teléfonos móviles, por ejemplo.
Bic también ha hecho grandes esfuerzos por consolidar su posición de liderazgo mundial en el campo de la escritura. Para ello, ha desarrollado o adquirido marcas, en algunos casos pagando muchos millones de euros, para lograrlo. Destacan algunas globalmente famosas como Tipp-Ex, Plastidecor, Velleda o Conté.
En el éxito de la marca no solo ha intervenido la calidad de los productos. También ha jugado un papel fundamental la publicidad. Desde un primer momento apostaron por contratar a los mejores profesionales de este campo, que les ayudasen a desarrollar las mejores campañas, originales y creativas, muchas de las cuales han sido premiadas y reconocidas mundialmente.
La compañía ha estado siempre en manos de la familia Bich. Bruno, el menor de los 11 hijos de Marcel, relevó a su padre en 1993, un año antes de que este falleciese. Y ahora es Gonzalve, nieto del fundador original, el que está al frente de la compañía.
En 2004 alcanzaron la icónica cifra de 100.000 millones de bolígrafos Bic Cristal vendidos. Hoy en día, con la digitalización, la caída de fumadores y la preocupación por el medio ambiente, muchas de las patas de la compañía se tambalean. Para seguir en la brecha, apuestan por seguir desarrollando y consolidando nuevos productos, como la línea de productos acuáticos, con sus tablas de surf a la cabeza, o la apuesta por el cuidado personal. En su creatividad estará su futuro.