domingo, 20 de agosto de 2023

El rublo será lo que acabe con Putin

 



  • La moneda rusa está en caída libre, ha descendido un 25% frente al dólar y un 23 frente al renminbi
  • Mientras el déficit presupuestario se ha disparado a medida que el coste de la guerra
  • Putin sufre la verdadera presión financiera desde la entrada a Ucrania el año pasado


De momento, la ofensiva de primavera del ejército ucraniano no ha logrado los avances que se esperaban cuando se lanzó. Ni siquiera con armamento y adiestramiento occidentales adicionales, sus fuerzas armadas han sido capaces de perforar las líneas rusas. Sin mucha cobertura aérea, es increíblemente difícil romper una línea del frente bien preparada, y aunque los generales de Putin hayan demostrado ser incapaces de montar una ofensiva, parecen saber cómo construir sus líneas defensivas. A medida que se acerca el final del verano, hay pocos indicios de un avance militar, y para cuando el invierno congele el terreno es muy posible que las líneas apenas se hayan movido. La guerra se está convirtiendo cada vez más en una brutal guerra de desgaste al estilo de la Primera Guerra Mundial, librada a lo largo de trincheras que se extienden cientos de kilómetros.

Putin puede pensar que puede ganar simplemente jugando a largo plazo. Cuenta con más reclutas a los que recurrir. Tiene un complejo militar-industrial que puede suministrar las armas que necesitan sus generales. Y, sobre todo, puede que incluso prevea que los líderes occidentales, de escasa capacidad de atención, pierdan gradualmente el interés por Ucrania: en Estados Unidos, en particular, el mayor proveedor de dinero y armas a Kiev, unas tensas elecciones presidenciales podrían significar que la guerra se deje de lado. Todo lo que Rusia tiene que hacer es mantener la calma y esperar.

Sin embargo, aquí está el problemaLa moneda rusa está en caída libre. Este lunes cayó por debajo de la importante barrera psicológica de 100 unidades por dólar, su nivel más bajo desde el período inmediatamente posterior a la invasión. En lo que va de año, ha descendido un 25% frente al dólar y, lo que quizá sea igual de importante, un 23% frente al renminbi chino, su principal socio comercial. El déficit presupuestario se ha disparado a medida que el coste de la guerra crece y crece con cada mes que pasa. La balanza comercial se está descontrolando a medida que las exportaciones caen en picado. Peor aún, también hay indicios de luchas intestinas entre la clase política rusa, con el principal asesor económico de Putin, Maxim Oreshkin, culpando al banco central de la constante caída de la moneda, mientras el banco advertía de que podría tener que subir el coste del dinero para defender el tipo de cambio. Las discusiones abiertas entre el Gobierno y las autoridades monetarias no suelen ser un signo de que las cosas van bien, y no harán sino minar aún más la confianza en la divisa. Si consideramos la última década, el rublo ha perdido la mitad de su valor.

En realidad, los muros se cierran sobre la economía. Puede que haya sido a un precio enorme, y el peaje en la industria y en los presupuestos gubernamentales ha sido gigantesco, pero Europa ha conseguido bajar su dependencia del gas ruso. Su exportación más lucrativa y su mayor mercado se han cerrado y es casi seguro que no volverán jamás. Puede que India y China sigan comprando energía rusa, pero no en las mismas cantidades y, desde luego, no a los mismos precios. El impacto de las sanciones está empezando a hacerse sentir. Puede que algunas empresas occidentales, como la habitualmente mojigata Unilever, sigan operando en Rusia, pero la mayoría ya se han marchado y sus activos han sido confiscados por el Estado o vendidos a bajo precio a "amigos" del régimen. El sistema mafioso de Putin, dominado por sus compinches y unos cuantos oligarcas obedientes, puede hacer "capitalismo de ladrones", pero son incapaces de construir una economía que funcione, y no hay espacio para que los auténticos empresarios ocupen el lugar que han dejado vacante las multinacionales.

Mientras tanto, el principal aliado mundial de Putin, el presidente Xi, se enfrenta a un estancamiento de la economía china. No es el momento de apoyar a Rusia. Se contentará perfectamente con convertir al país en un proveedor servil de materias primas para la maquinaria económica china, pero como único comprador real no hay necesidad de pagar precios altos. Desde luego, no va a rescatar a su vecino. Si lo sumamos todo, una cosa está clara: el Kremlin está empezando a sentir una verdadera presión financiera por primera vez desde que sus tropas entraron en Ucrania el año pasado.

La historia nos dice que un colapso económico suele ser el primer signo de un colapso político y militar más amplio. La hiperinflación alemana de la década de 1920 es muy conocida, pero los precios ya estaban subiendo a un ritmo anualizado de más del 50% en 1918, cuando el gobierno del Kaiser imprimió dinero a gran escala para pagar la guerra. El coste de la guerra de Vietnam afectó tanto incluso a los vastos recursos de Estados Unidos que el sistema de Bretton Woods se derrumbó y Nixon se vio obligado a romper definitivamente el último vínculo entre el dólar y el oro. Las señales de cómo se desarrollarían finalmente esas guerras se dieron primero en los mercados financieros. Puede que ocurra lo mismo en Rusia. El desplome del valor del rublo es una primera señal de la presión a la que está sometida la economía. Vladimir Putin está empezando a quedarse sin dinero, y eso puede significar muy pronto que a su régimen también se le acabará el tiempo.