- La amenaza de la deflación pone en riesgo las aspiraciones ambiciosas del país
- La crisis del gigante asiático tiene varios paralelismos con la de Japón en los 90
- Pekín no contiene el peligro desinflacionista al centrar sus estímulos en la oferta
El camino de China para convertirse en el líder económico mundial ha empezado con el pie izquierdo. La crisis que está sufriendo el gigante asiático en los últimos años no remite, con el sector inmobiliario en el punto de mira y por el camino la economía china está sufriendo un deterioro que las autoridades no consiguen arreglar. El crecimiento de los precios se ha estancado en el país, y ya acumula 5 trimestres consecutivos de contracción, una tendencia que los analistas no creen que se vaya a poder revertir en los próximos trimestres. El rumor de la entrada en una situación de deflación, similar a la que ha vivido Japón en las últimas décadas, se está extendiendo, y ya hay voces respetadas en China, como el exgobernador del banco central, Yi Gang, que admiten el peligro deflacionista, una espiral de precios y salarios en caída y estancamiento del crecimiento de la que es muy complicado salir. Japón es buena prueba de ello.
La deflación es una de las palabras malditas para cualquier economía en crisis. El gran peligro de entrar en una situación deflacionista es el riesgo de que la situación se cronifique, y que se convierta en una tendencia que se retroalimenta y de la que es muy complicado salir. Cuando los precios empiezan a caer de forma continua, muchos consumidores deciden procrastinar sus compras, especialmente las que suponen un gasto más elevado. ¿Por qué comprar un coche este mes, si todos los meses se confirma una nueva caída de los precios? La lógica que siguen muchos ciudadanos es esperar a que los precios sigan cayendo, y esto se convierte en una profecía autocumplida muy difícil de revertir. La escasez de demanda lleva a los productores a seguir bajando precios y salarios, y así, sucesivamente.
Este se ha convertido en el principal peligro al que se enfrenta China de cara al futuro, y pone en riesgo la tendencia que podría ensalzar al país como primera economía del planeta en las próximas décadas, por delante de Estados Unidos. El detonante que está generando el miedo a la deflación es la crisis inmobiliaria que está sufriendo el país, que no termina de arreglarse a pesar de los esfuerzos de las autoridades y recuerda cada vez más a la crisis que Japón sufrió en la década de los 90, que desembocó en la llamada 'década perdida' para el vecino de China. Pekín no está logrando alcanzar el objetivo de crecimiento del 5% que se había marcado para este año y poco a poco se aleja de los niveles del 6% que, hace pocos años, eran el crecimiento mínimo al que el gobierno aspiraba a mantener.
La crisis que desató Evergrande en 2021, y que ha terminado con su liquidación este año, ha sido la demostración de los desequilibrios que se han ido generando en el país, después de unos años de crecimiento meteórico de la economía y de la bolsa china que situaban al país como la principal promesa de crecimiento y liderazgo económico mundial fuera de la órbita estadounidense. La situación ha cambiado muy rápidamente: las señales de deflación se están acumulando en China, y esta empieza a asomar como el principal riesgo para el país. El indicador de confianza de los consumidores está cerca de sus mínimos históricos, y cada vez más hogares reconocen que están más orientados hacia el ahorro que hacia el consumo.
La debilidad de la demanda china se está dejando sentir en los mercados, y el petróleo es uno de los mejores ejemplos, con una contracción del consumo en el país que refleja cómo uno de los motores de la demanda mundial se está gripando. Hay analistas que llevan avisando de las señales de japonización en China desde el año pasado, como es el caso de Schroders. David Rees, economista senior de mercados emergentes de la gestora, explicaba en 2023 cómo "los temores a una espiral de deuda/deflación no pueden descartarse por completo. Al fin y al cabo, China es una economía que tiene un exceso de oferta, mientras que la demanda es más suave de lo que habíamos supuesto tras la supresión de la política cero Covid".
Por su parte, Vladimir Oleinikov, analista cuantitativo senior CFA y Christoph Siepmann, economista senior de Generali Investments, avisaron de que "los mercados se han asustado por el temor a una "japonización" de China, que supondría un periodo de bajo crecimiento, inflación y tipos de interés deprimidos, como ocurrió en Japón a causa de una recesión del balance en los años noventa", y destacaban cómo "las similitudes son llamativas, incluido un sector inmobiliario en dificultades tras una prolongada subida de precios, un fuerte y rápido reapalancamiento, una demografía adversa, riesgos de deflación y una corrección de las cotizaciones bursátiles".
Una tendencia que se alargará hasta el año que viene como mínimo
Este lunes China ha publicado su último dato de inflación, y este, como viene siendo la norma en los últimos meses, ha vuelto a ser más bajo de lo que esperaban los analistas. El 0,6% de agosto queda por debajo de las expectativas y eso a pesar de que ha tenido un impulso por parte de los precios de los alimentos, una de las pocas variables de la cesta que todavía siguen experimentando subidas por encima del 2%.
La débil lectura de inflación de agosto es un dato más que se suma a la tendencia negativa que está viviendo el deflactor de PIB, uno de los indicadores que más se vigila para entender cómo están evolucionando los precios en una economía. El deflactor del PIB acumula ya cinco trimestres consecutivos de caídas, y muchos analistas confirman sus previsiones de que continúe moviéndose en terreno negativo en los próximos trimestres.
El economista de Bloomberg, Eric Zhu, cree que el deflactor del PIB seguirá siendo negativo hasta el año que viene. La agencia recoge también la opinión de Jacqueline Rong, de BNP Paribas, que espera que la tendencia se prolongue durante el año que viene, y la de otros expertos, como Xing Zhaopeng, de ANX, Arthur Budaghyan, de BCA Research, o Robinn Xing, de Morgan Stanley, que apuntan todos ellos en el mismo sentido.
Si estas previsiones terminan confirmándose, supondrá que China acumule la racha más larga de trimestres consecutivos con el deflactor del PIB en terreno negativo desde que empezaron los registros en el año 1993. "Estamos definitivamente en deflación, y probablemente empezando la segunda etapa del proceso", explica Xing, economista jefe de China en Morgan Stanley. "La experiencia pasada de Japón sugiere que, cuanto más tiempo se prolongue la deflación, más estímulos tendrá que inyectar el gobierno en la economía para salir", destaca.
Los estímulos actuales no arreglarán el problema
La preocupación por entrar en una situación de deflación ha llegado a las más altas esferas del país. El antiguo gobernador del banco central de China, Yi Gang, ha tenido palabras la semana pasada para referirse a este peligro. Para Gang, la pelea contra el riesgo desinflacionista debe ser ahora una prioridad para las autoridades, y considera que se necesitan "medidas fiscales y una política monetaria acomodaticia", y que el gobierno debería "enfocarse en combatir las presiones deflacionistas", y volver a situar el deflactor en terreno positivo lo antes posible, un mensaje que encaja con la opinión de la economista de Morgan Stanley.
Y es que, el problema es que China no está enfrentándose al peligro de la espiral deflacionista con las medidas de estímulo que ha tomado hasta ahora. En una economía con un férreo control por parte del gobierno, y una fuerte intervención estatal, las políticas de estímulo que Pekín ha adoptado en los últimos años para enfrentarse a la crisis han estado centradas en la parte de la oferta. El apoyo a los grandes conglomerados inmobiliarios del país con inyecciones milmillonarias, o a bancos locales para ofrecer liquidez, son una muleta para la parte de la oferta, y esto puede incluso llegar a empeorar la situación de deflación en una economía, ya que se apoya a la oferta, pero si la salud económica de los consumidores no mejora, se puede producir un desequilibrio desinflacionista entre la oferta y la demanda. A más oferta, con una demanda débil, los precios tienden a caer. Esta puede ser una de las razones que llevan ahora a Yi Gang a pedir estímulos para la parte de la demanda para intentar pelear contra la deflación.
Hay, además, un elemento añadido en este momento en China que puede contribuir a empeorar la situación que atraviesa el país. Las expectativas de una situación de deflación, que podría terminar forzando al banco central a aumentar los estímulos, han llevado a los inversores a comprar bonos chinos en el mercado, llevando a estos bonos hasta nuevos mínimos históricos de rentabilidad, por debajo del 2,5% en el caso de la referencia a 10 años, y estos bajos niveles pueden llevar a los mercados a temer por la salud de los bancos del país, si estos han asumido un riesgo de tipos excesivo (una exposición a activos que se habrían apreciado en exceso, y que, si se desinfla su valoración, puede generar agujeros en los balances de los bancos, como ocurrió con SVB, la entidad que quebró el año pasado en Estados Unidos.
Japón, el ejemplo a evitar
Lo ocurrido en el país nipón en los últimos 30 años es el espejo en el que nadie quiere mirarse. Después de convertirse en uno de los milagros económicos del mundo tras la Segunda Guerra Mundial durante la segunda mitad del siglo XX, Japón tuvo que enfrentarse, en la década de los 90, al estallido de la burbuja inmobiliaria y al hundimiento de los mercados financieros en el país. Para hacerse una idea del estancamiento de la bolsa nipona, los 38.000 puntos que superó el índice japonés Nikkei 225 en diciembre de 1980, y que marcaron el techo de la bolsa japonesa, no se han vuelto a recuperar hasta 2024. La bolsa china, por su parte, está sufriendo las consecuencias de la crisis y lleva desde 2021 en una tendencia que se ha llevado por delante más del 45% de su capitalización, tres años nefastos para los inversores en el gigante asiático.
El problema para China es que hay algunos paralelismos con Japón que son preocupantes: el estallido de una burbuja inmobiliaria después de años de crecimiento fuera de lo común, o también, el envejecimiento de la población, un elemento que también juega un papel importante en este puzle. Las poblaciones envejecidas suelen consumir menos y ahorrar más, lo cual ahora juega un papel negativo para China, en su pelea contra la deflación. China está empezando a sufrir un problema demográfico que también se asocia al estancamiento y a la deflación, y en 2023 registró, por primera vez en más de 60 años, una caída de su población.