martes, 15 de diciembre de 2015

¿Por qué fracasan las dietas para adelgazar?

  • ¿Por qué fracasan las dietas para adelgazar?
  • Una mujer se encuentra ante la disyuntiva de escoger entre un cupcake y un plato de verdura (JGI/Jamie Grill - Getty)


  • Los problemas emocionales es uno de los principales factores que impide perder peso, según nutricionistas y médicos


“La obesidad es un problema grave de salud, una pandemia del siglo XXI que acorta la vida”, afirma la médica y psicoanalista Alejandra Menassa de Lucia. Pero a pesar que la obesidad causa algunas enfermedades, como diabetes, algunos tipos de cáncer y dolencias cardiovasculares, muchas personas con problemas de sobrepeso que están dispuestas a perder kilos y llevar un estilo de vida más saludable no consiguen su propósito. Pero, ¿por qué fracasan las dietas? ¿Es solo una cuestión de exceso de hambre o de falta de voluntad? No. Los médicos y nutricionistas consultados explican que detrás del naufragio de un régimen para perder peso hay varios motivos.
Problemas médicos y psíquicos
Alejandra Menassa de Lucia, coautora del libro ‘Doctor, ¿por qué no puedo adelgazar?’ (ediciones i) considera que un experto en nutrición tiene que descartar primero que el paciente sufra posibles problemas médicos, como hipertiroidismo o déficit de proteínas desacoplantes, que le impiden adelgazar”. También cuenta que dolencias psíquicas, como la depresión, llevan a la obesidad. “Muchas veces el paciente deprimido, que se queda en casa sin relacionarse con los demás, encuentra como única satisfacción la comida”, arguye.
“En la sociedad actual la gente acumula bastante estrés, ansiedad y muchas carencias emocionales, y a menudo solucionan estas carencias comiendo generalmente productos muy ricos en azúcar y grasas, que proporcionan un placer momentáneo”, añade la nutricionista Sandra Ribalta, autora de L a vida és més dolça sense sucre (Angle Editorial) -La vida es más dulce sin azúcar-. Esta imagen de la persona deprimida que se consuela comiendo –como le ocurre a la protagonista del Diario de Bridget Jones- tiene una explicación científica, según Menassa de Lucia: “Bioquímicamente, la glucosa provoca pseudoalegría, una sensación que la acción de la insulina hace que desaparezca” rápidamente.
Fantasías inconscientes
Nacer en una familia de obesos, tener una adolescencia precoz mal gestionada o una vida sexual insatisfactoria son algunos de los inconvenientes psíquicos que pueden boicotear el objetivo de seguir una dieta más saludable. Esta es la teoría que sostiene la médica especializada en medicina integrativa Alejandra Menassa de Lucia, que asegura que elpsicoanálisis “puede hacer aflorar” este tipo de “fantasías inconscientes”.
La médica pone como ejemplo una paciente que no bajaba nunca de 90 kilos. El psicoanálisis, según la doctora, le hizo descubrir la razón que le impedía perder más peso: “La relación de competitividad que mantenía con su hermana”, ya que en lo único que de pequeña sentía que le ganaba era en las ventajas que le comportaba estar más gorda que ella –por ejemplo, siempre estrenaba antes la ropa y, luego, se la pasaba a su hermana-”.
Otros caso es el de la niña que se desarrolla precozmente y engorda inconscientemente para disimular “sus formas femeninas”. O el paciente tímido con dificultades para relacionarse o que padece una impotencia genital o frigidez que “sustituye el placer sexual por el de comer”.
Falta de convencimiento
“A veces el problema está en la falta de visualización del objetivo que se quiere conseguir con la dieta”, asegura la coach nutricional, Núria Roura, autora del libro Detox SenPara estar sanos por dentro y bellos por fuera(Urano). La consecuencia es que muchas personas que quieren perder peso “solo se fijan en el esfuerzo” que tienen que hacer. En este sentido advierte que el éxito radica en ser realistas: “Mucha gente intenta perder peso con una dieta aburrida a base de ensalada y carne o pescado a la plancha, y se cansa rápido”.
Las nutricionistas sostienen que nunca hay que obsesionarse con la báscula. Menassa de Lucia está en contra de valorar si una persona tiene sobrepeso solo a través del Índice de Masa Corporal (IMC), ya que considera que “no es muy preciso”. Sobre todo, hay que tener en cuenta, según la doctora, la proporción de grasa, músculo y agua que tiene una persona, valores que actualmente es factible calcular con los aparatos que hay en el mercado. “El peso de cada uno es individual, no tenemos que querer parecernos a un ideal perfecto”, sentencia.
Malos hábitos
Núria Roura no es partidaria de las dietas estrictas, al igual que el resto de las nutricionistas consultadas. La coach nutricional considera que el factor importante para evitar la obesidad son los cambios en el estilo de vida: “En vez de comer pasta por la noche, cómetela sin gluten al mediodía”, recomienda. Incluso, Sandra Ribalta mantiene que “puntualmente se pueden incluir alimentos poco saludables o excederse comiendo”. Pero en el día a día, recuerda, “deberíamos huir de productos excesivamente procesados centrándonos en una dieta con productos frescos, cereales integrales, legumbres, fruta, verduras, pescados y un poco de carne”.
Pasar hambre tampoco es un buen método para la doctora Alejandra Menassa de Lucia: “Se puede hacer una dieta muy hipocalórica quitando algunos alimentos inflamatorios que favorecen la obesidad”, explica. Las nutricionistas defienden que más allá de seguir una dieta muy concreta, el objetivo del paciente o la persona con sobrepeso debería ser un plan nutricional para aprender a comer sano y que esos buenos hábitos perduren en el futuro.
En este sentido también se expresa Núria Roura: “La persona que quiere adelgazar no se tiene que centrar solo en las calorías, sino en las propiedades de los alimentos”. Además, recuerda los beneficios de hacer ejercicio físico, así como de comer verduras de hojas verdes –como rúcula, endivias, escarola, espinacas, acelgas, hojas de remolacha- y germinados. Según Roura, estos alimentos ayudan a regular el ph de la sangre –gracias a su poder alcalinizante-, contienen proteína vegetal y ayudan a eliminar toxinas del metabolismo.
El gran enemigo: el azúcar
La autora Sandra Ribalta alerta sobre la nocividad de este edulcorante tan extendido en nuestra cultura gastronómica: “El azúcar tiene un componente adictivo, que actúa en cierto modo como una droga”, dice y prosigue: “Cuanto más ingerimos, más queremos” ya que actúa sobre unos neurotransmisores del cerebro que “producen placer”.
Pero dejar de echarse esa cucharadita de azúcar en el café o dejar de comer dulces tampoco es una solución completa para la autora, ya que el problema actual con esta sustancia es que se encuentra “oculta” en una larga lista de productos procesados, como refrescos, zumos de fruta, lácteos, salsas y embutidos. Ribalta insiste sobre la gravedad del problema: “Si entráramos en un supermercado y retiráramos los productos que llevan algún tipo de azúcar añadido, las estanterías quedarían vacías”, comenta. Para evitarlo, la nutricionista apuesta por “comprar más producto fresco y volver a los mercados”.
Las especialistas argumentan que una vida sin azúcar no equivale a no comer nunca dulce sino a incorporarlo de manera saludable en nuestra dieta habitual. “Por ejemplo, se puede beber un batido elaborado con leche vegetal dulce, como coco, con cacao de buena calidad”, afirma la coaching Núria Roura, que en su blog ofrece recetas de este tipo, entre las que destacan las trufas crudiveganas y los creps vegetales. “Hay muchas maneras hoy en día de cocinar cosas dulces saludables”, asegura.
Sobrealimentados, pero desnutridos
“Deberíamos cocinar con los elementos más básicos posibles”, apunta la médica y psicoanalista Alejandra Menassa de Lucia. Y esto significa para la doctora “no comprar latas, comida precocinada y procesada” porque, según ella, injiriendo estos productos “estamos comiendo calorías vacías”. Es por este motivo que sostiene que en la sociedad actual, donde abunda la comida rápida, la tendencia es “estar sobrealimentados, pero desnutridos”.
“El problema de hoy en día es que hay gente con sobrepeso que sufre desnutrición”, comenta Roura. La razón, según ella, es que como son personas que no aportan al organismo los nutrientes que necesitan, este envía al cerebro constantemente el mensaje de “hambre”. Y concluye con una paradoja: “En los países más desarrollados hay mucha desnutrición”.

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