- Si estás pensando en pasarte al veganismo, estos datos te interesan
Basta con pronunciar la palabra vegano en una comida familiar o una reunión de amigos para asegurarse un buen rato de charla. O más bien de discusión y polémica.
Esta dieta tan de moda, que se basa en consumir sólo alimentos vegetales sin ni siquiera derivados animales (huevos, leche…), suscita todo tipo de discusiones entre partidarios (que pueden serlo por muy distintos motivos) y detractores (entre los cuales tampoco hay unanimidad de criterios). Seguro que algo de razón tienen todos.
El veganismo suscita todo tipo de discusiones entre partidarios y detractores
Los más beligerantes en contra del veganismo esgrimen argumentos como que es una dieta desequilibrada y falta de proteínas, que sus partidarios contrarrestan diciendo que es mucho más sana y que existen muchos productos de origen vegetal con suficiente contenido proteico para suplir el proporcionado por carnes y pescados.
El de que “¿cómo sabes que las lechugas no sufren?”, que suele plantearse frente a quienes abrazan el veganismo porque están en desacuerdo con el maltrato animal, raya el ridículo. Y aún hay otra motivación: el impacto positivo sobre el medio ambiente. En ese punto, la controversia es más rica e intensa.
¿Sería más sostenible el planeta si todos fuéramos veganos?
Según un estudio realizado en Gran Bretaña, para que sus habitantes sigan una alimentación con una cantidad moderada de carne, leche y huevos, además de frutas y verduras, se necesitan 11 millones de hectáreas de tierra.
Si todos dejaran de comer animales y sus derivados,bastarían tres. Siguiendo esa premisa calculan que en el Reino Unido quedarían liberados para repoblar bosques y como zonas naturales 15 millones de hectáreas hoy dedicadas a la agricultura y la ganadería.
En Gran Bretaña se necesitan 11 millones de hectáreas de tierra para que todos puedan seguir una dieta carnívora
Quienes piensan que no hay terreno en el mundo capaz de cultivar todos los vegetales que se necesitan para alimentar a sus habitantes, se puede argumentar que las tierras de cultivo se dedican en buena medida a pastos y forraje para el ganado y no para la nutrición humana.
Según los expertos, tanto los cereales como las legumbres y otros productos que consumen los animales son más eficientes cuando los ingerimos directamente que si se utilizan para alimentar a pollos y vacas, que consumiremos después.
Es decir, que cada caloría que llega a un animal no se convierte en una caloría cuando su carne llega a nuestra boca, sino que pierde parte de la energía por el camino.
Concluyen que el país tendría recursos propios suficientes para alimentar a 200 millones de personas y que el planeta se beneficiaría si la idea se hiciera extensiva a otras zonas del mundo.
Cada caloría que llega a un animal no se convierte en una caloría cuando su carne llega a nuestra boca
Verduras que viajan demasiado
Se calcula que el número de veganos ha aumentado en un 160% en los últimos 10 años. Llenar la cesta de la compra de tanta gente con productos vegetales suscita otros problemas que afectan, y mucho, a la sostenibilidad.
Hay que disponer de esos productos durante todo el año, especialmente en los países occidentales, que es donde más ha aumentado el número de personas que prescinden de la carne y el pescado. En muchos de ellos el clima no permite la variedad de cultivos ni la cría de montones de frutas y vegetales, por lo que la importación es vital para garantizar una buena alimentación.
La solución es recurrir a los cultivos de zonas cálidas y fértiles, que se encuentran realmente lejos. Se emplea mucho carburante para el transporte, con sus consecuentes perjuicios, entre ellos el consumo de combustibles fósiles y el aumento de emisiones de gases de efecto invernadero.
Desde ese punto de vista es mucho mejor comprar un pollo criado a poca distancia de casa que un mango cultivado a decenas de miles de kilómetros.
Se emplea mucho carburante para el transporte, con sus consecuentes perjuicios
Aunque la carne y el pescado también van de un lado a otro, y está demostrado que la ganadería se lleva la palma ensuciando la atmósfera (sus emisiones representan según Naciones Unidas la quinta parte del total). Pero no es lo único a tener en cuenta.
No hace falta ser un matemático para calcular que suministrar a un mercado global cada vez mayor de amantes de lo verde obliga a multiplicar exponencialmente la producción y la exportación desde los países de donde proceden muchos productos, especialmente los tropicales.
Cultívame pero no me comas
El desmesurado incremento del consumo de frutas, verduras, cereales, legumbres y demás está teniendo unenorme impacto negativo sobre las sociedades de los países productores, a menudo subdesarrollados y que sobreviven gracias a su trabajo en las plantaciones.
Lo que a priori es una de las pocas formas que tienen de ganarse la vida, puede volverse en su contra. Una demanda disparada provoca subidas de precios que impiden a los campesinos que los cultivan pagar productos que son la base de su dieta. Y que, más recientemente se han empezado a incorporar en la de muchos occidentales.
Una demanda disparada de algunos productos provoca subidas de precio que impiden que los campesinos que los cultivan puedan pagarlos para su dieta
En algunos países, como Kenya, llegaron a prohibir la exportación de aguacates porque estaba peligrando el suministro interior y los precios estaban descontrolados. Han tenido problemas similares en México y en Australia, con espectaculares subidas de precios y dificultades para asumir la demanda interna.
Algo parecido ocurre con la quinoa, uno de esos alimentos considerados “milagrosos”, procedente de los Andes, y que hace apenas unos años no sabíamos ni que existía en este hemisferio. En la región es ya más cara que el pollo, lo que ha reducido enormemente el consumo por parte de los indígenas porque no se la pueden permitir. A medio plazo se verá con qué consecuencias. Eso sin contar con la constante deforestación de kilómetros y kilómetros de selvas para aumentar las tierras cultivables, que es otro problema y muy perjudicial, para la buena marcha del planeta.
La carne, imprescindible en el África pobre
Acostumbrados a tener al alcance de la mano, o casi, cualquier cosa que nos apetezca comer, somos pocos conscientes de que no todos los humanos tienen esa misma suerte.
Una investigación realzada en Estados Unidos concluía, después de analizar diez formas distintas de alimentarse en otros tantos lugares, que las dietas que incluyen productos procedentes de los animales, especialmente huevos y leche, precisan menos terreno de cultivo que la vegana.
Según un estudio, las dietas que incluyen productos procedentes de los animales, especialmente huevos y leche, precisan menos terreno de cultivo que la vegana
Según ellos, se debe a que las dietas más inclusivas permiten optimizar tierras destinadas a la alimentación humana ya existentes. Eso incluye terrenos dedicados al forraje y pastos para ganado que quedarían improductivos en una sociedad vegana.
Eso ocurriría en regiones, como el África subsahariana, el 60% de cuya tierra es tan seca y pobre que sólo permite cultivar grano y quizás algo de hierba únicamente para alimentar al ganado. Años de estudios han demostrado que niveles medios de cría de animales son mejores para la salud, la biodiversidad y productividad de esas tierras marginales.
Además, en países con rentas de medias a bajas, donde la agricultura de forraje representa entre un 40 y un 60%, las granjas de animales suponen el medio de vida de 1.000 millones de personas, muchas de ellas mujeres.
Y una fuente de proteínas y calorías imprescindibles para su subsistencia. Suelen criar animales para su consumo y para conseguir algo de efectivo en casos de emergencia. Si se mira desde esa perspectiva, renunciar por completo a comer productos animales y sus derivados, es un lujo que sólo pueden permitirse las sociedades desarrolladas.
Las granjas de animales suponen el medio de vida de 1.000 millones de personas
Pero también tienen la responsabilidad de hacer todo lo posible por mejorar la sostenibilidad del planeta. Y los veranos tienen su parte.
Deberían ser conscientes de la procedencia de lo que compran y evitar en la medida de lo posible que sean productos de fuera de temporada o de procedencia muy lejana. También es importante considerar que alimentos tan perecederos como las frutas y verduras constituyen una buena parte de los alimentos que se desperdician, por lo que habría que limitar las compras a lo que se va a gastar.
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