lunes, 16 de septiembre de 2019

El engaño de las farolas LED en las ciudades: así perjudica tu salud la luz azulada

Foto: Las luces LED aumentan la contaminación lumínica (y los riesgos de salud).
Las luces LED aumentan la contaminación lumínica (y los riesgos de salud).
Los científicos alertan contra la luz blanca azulada que se está imponiendo en el alumbrado público. No solo son más eficientes energéticamente, también afectan a tu salud


Las ciudades de todo el mundo son cada vez más brillantes. Las luces LED están sustituyendo progresivamente a la vieja iluminación, pero algunos científicos alertan de que estamos ante un gran error. En primer lugar, porque hay estudios que relacionan la nueva iluminación con problemas graves de salud, como el cáncer. Aunque vemos la luz blanca, tiene un pico en el espectro azul muy acentuado que altera el sueño y puede provocar toda una cascada de alteraciones. En segundo lugar, porque el ahorro y la eficiencia energética, el principal argumento que esgrimen los ayuntamientos para realizar el cambio, son casi inexistentes. Y para colmo, empeoran la contaminación lumínica.
Una investigación del Instituto de Salud Global (ISGlobal) de Barcelona publicada el año pasado en la revista Environmental Health Perspectives encontró una relación entre las zonas más iluminadas de Madrid y Barcelona y casos de cáncer de mama y de próstata. En realidad, la idea no es nueva, puesto que estudios anteriores ya habían hallado una asociación entre el trabajo nocturno y un mayor riesgo de sufrir tumores. Por ejemplo, las enfermeras con turnos de noche tienen tasas más altas de cáncer de mama, según una investigación de la Universidad de Harvard.
Incluso un gran estudio publicado en 2010 comparó los niveles de iluminación nocturna de 164 países y encontró que existía un riesgo entre un 30% y un 50% mayor de cáncer de mama en los que tenían una mayor exposición a la luz, algo que no sucedía con otros tipos de tumores de las mujeres.
No obstante, el enfoque del ISGlobal fue realmente original al analizar la cuestión a través de fotografías nocturnas tomadas por los astronautas de la Estación Espacial Internacional. “Las imágenes tienen una resolución de 30 metros por pixel y podemos asignar un valor de la intensidad de la luz y el porcentaje de luz azul en el exterior de las viviendas de los participantes del estudio”, señala la investigadora Ariadna García en declaraciones a Teknautas.
Vista de una obra completamente iluminada en una calle en Singapur, una de las ciudades del mundo con más problemas de contaminación lumínica del mundo. (EFE)
Las condiciones de cada caso pueden ser diferentes, ya que hay personas que duermen con la ventana abierta mientras que otras pueden tener la persiana completamente bajada, pero esos detalles se pulieron a través de encuestas personalizadas. Además, la muestra fue muy amplia, con 1.219 casos de cáncer de mama, otras 1.385 mujeres sanas, 623 casos de cáncer de próstata y otros 879 varones sin la enfermedad.
“Al comparar enfermos de cáncer y personas sanas e incluir el factor de la luz, hemos visto que hay una relación entre la aparición de cáncer de mama y próstata y las personas que estaban expuestas a valores más altos de luz en el exterior de sus casas”, afirma la investigadora tras analizar datos que van desde 2008 a 2013.

La melatonina

“No está estudiado el mecanismo por el que se produce, pero hay varias teorías”, apunta. La principal es que la luz afecta a la melatonina, una hormona que nos prepara para dormir. Nuestro cuerpo la produce de forma natural cuando disminuye la luz ambiental y, según los científicos, participa en muchos procesos neurofisiológicos –especialmente el control del ciclo del sueño– y celulares.
“Necesitamos la melatonina para dormir”, explica Irene Cano, especialista de la Unidad de Sueño del Servicio de Neumología del Hospital Universitario Ramón y Cajal. “Si nos exponemos a la luz LED fría por la noche, como la blanca que tiene un espectro azul importante, nos activamos igual que con la luz del sol, así que le estamos mandando un mensaje contradictorio a nuestro cuerpo. La melatonina se inhibe y nos cuesta conciliar el sueño”, destaca.
(EFE)
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Las luces más cálidas, como las anaranjadas que predominaban en las farolas de hace años, no influyen tanto, pero la blanca azulada está hoy omnipresente no sólo en la calle, sino también en los móviles, las tabletas y los faros de los coches. Por eso los expertos creen que puede estar muy relacionada con el insomnio. “Recomendamos que dos horas antes de ir a dormir se eviten sobre todo los móviles y las tabletas, porque están más cerca de los ojos”, advierte Cano. Además, también hay estudios que apuntan a otro tipo de problemas, por ejemplo, “daños en la retina que provocan degeneración macular asociada a la edad, lo que a la larga puede desembocar en ceguera”.
La asociación con los tumores que indican estudios como los del ISGlobal resulta aún más preocupante. Según Ariadna García, no es casualidad que las alteraciones de los niveles de melatonina coincidan específicamente con el cáncer de mama y de páncreas, ya que estos tumores están relacionados con las hormonas.
No obstante, cuando la aparición de cáncer está motivada por factores ambientales, es una enfermedad que puede tardar mucho tiempo en manifestarse y la instalación de luces LED es relativamente reciente. Por eso, es probable que de los resultados de su investigación no se puedan extraer conclusiones específicas con respecto a este tipo de iluminación. Aún así, los investigadores tienen claro que la luz azulada afecta mucho más a la melatonina, de manera que sin duda el problema se estaría agravando en los últimos tiempos.
La melatonina a deshoras puede tener efectos negativos en el sueño. (iStock)
La melatonina a deshoras puede tener efectos negativos en el sueño. (iStock)
En el siguiente estudio, el equipo de ISGlobal se propone estudiar esta cuestión con mayor precisión, incorporando aparatos de medición de luz en el interior de las casas para ver exactamente a qué intensidad de luz se ven expuestos los participantes, todos de Barcelona, a la vez que analizan su calidad del sueño.
Los investigadores tratarán de averiguar también si la iluminación LED influye en otros problemas de salud, como el cáncer colorrectal, las enfermedades cardiovasculares o la diabetes.

El "fraude" del cambio en el alumbrado público

El informe ‘Posibles riesgos de la iluminación LED’, elaborado por el Comité Español de Iluminación, hace hincapié en estos aspectos relacionados con la salud, pero también alerta de cómo afecta a los ecosistemas nocturnos –los animales son especialmente sensibles– y deja claro que contribuye a incrementar la contaminación lumínica.
Alejandro Sánchez de Miguel, astrofísico de la Universidad de Exeter, participó tanto en la elaboración de este informe como en el estudio sobre cáncer del ISGlobal y tiene una opinión muy clara con respecto a la expansión de la iluminación LED: “Estamos siendo sometidos a un fraude, los ayuntamientos nos venden que cambian el alumbrado para luchar contra la contaminación lumínica, pero hay decenas de artículos científicos que dicen todo lo contrario”.

En España hay 10 millones de farolas, es el país europeo que tiene más por habitante detrás de Suecia
En general se entiende la contaminación lumínica como el resplandor de las ciudades en el cielo nocturno, aunque algunas definiciones amplían el concepto al derroche de energía. Las luces LED están contribuyendo a que la Tierra sea cada vez más luminosa, tal y como demuestran las imágenes que se captan desde el espacio, que permiten distinguir perfectamente las áreas que ocupa la nueva iluminación: “Todas las luces blancas son de LED y todas las anaranjadas son las antiguas lámparas de sodio, es muy obvio, pero además nosotros cuantificamos esa luminosidad”, apunta el experto. Y esa luminosidad, como mínimo, se mantiene, como pudieron comprobar con Milán, que cambió casi todo su alumbrado público a LED de golpe.
El otro gran argumento de las administraciones es el ahorro energético, pero en opinión de Alejandro Sánchez de Miguel, se trata de un error garrafal. “La eficiencia energética de los LED no es mucho mayor que las lámparas de sodio que ya tenemos. Habitualmente, en las calles está entre 100 y 120 lúmenes por vatio y, si te metes en el catálogo de cualquier empresa, podrás ver que es casi la misma que la de las lámparas LED que venden”, afirma. Al final el gasto energético –y la emisión de CO2 que conlleva– es similar.
Según explica, la idea de que las luces LED producen un gran ahorro proviene de la iluminación interior, pero las empresas utilizan el mismo argumento con el alumbrado público para confundir. “Los LED son más eficientes que las lámparas incandescentes y fluorescentes que teníamos en casa, pero son muy poco más eficientes que las lámparas de sodio de la calle”, asegura.

“Comprar un Ferrari para ahorrar gasolina”

Si no se utilizan estas últimas en interiores es porque tardan 20 minutos en alumbrar correctamente y ganan eficiencia cuanto más potentes son, pero en la calle cumplen razonablemente bien su función y sustituirlas por LED es un lujo carísimo. “En España cada farola cuesta de media 600 euros, mientras que cambiar una bombilla de sodio son 9 euros. Es como tratar de gastar menos en gasolina comprándote un Ferrari: a lo mejor el consumo por kilómetro es un poco menos que el del coche que tenías antes, pero te has comprado un Ferrari, así que no estás ahorrado dinero precisamente”, comenta.
España vita desde la Estación Espacial Internacional. (NASA)
Si la eficiencia energética es casi idéntica y las nuevas farolas cuestan muchísimo más, ¿dónde está el ahorro que esgrimen algunas administraciones? “La manera de ahorrar es reducir la potencia, pero eso también se puede hacer con las lámparas antiguas”, asegura.
Según Alejandro Sánchez de Miguel, “desde 2012 en Madrid la cantidad de luz en la calle es mucho menor”. Sin embargo, es muy difícil de apreciar por un efecto de la luz LED: “Nos da la sensación de que es más brillante, pero el luxómetro da la misma medida. Simplemente, la luz azulada deslumbra más, como sabemos por los faros de los coches actuales. Si en la calle te bajan un 50% de potencia, no te va a dar la sensación de que ves la mitad, sólo un poco menos, porque no hay una relación lineal”, señala.
Así que el resultado del cambio es que “nos gastamos dinero de Europa en iluminación, supuestamente para reducir las emisiones de CO2, pero no lo estamos consiguiendo, y estamos entregando ese dinero directamente a las empresas”. Y el negocio es enorme: “En España hay 10 millones de farolas, es el país europeo que tiene más por habitante detrás de Suecia”.

LED sí, pero LED ámbar

A pesar de todo, científicos y activistas se muestran a favor de la tecnología LED pero con otro enfoque. “Desde el punto de vista medioambiental y de la salud querríamos que se pusieran LED, pero de los buenos, ámbar o muy cálidos. Realmente, hay de todos los colores y el problema es la luz azul. La eficiencia energética no va a cambiar mucho, pero el LED permite dirigir la luz mejor y bajar la intensidad a demanda, es una tecnología fabulosa. Lo triste es que están instalando, precisamente, los que contaminan más lumínicamente y perjudican la salud, y encima se está derrochando una millonada”, denuncia.
Las empresas tienen otros productos buenos para la salud, no es normal es que las administraciones instalen cosas que son peores

“Las mismas empresas tienen otros productos buenos para la salud y para el medio ambiente, es normal que como negocios que son quieran ganar dinero, pero lo que no es normal es que las administraciones instalen cosas que son peores”, agrega. En ese sentido, cree que el camino lo marcan algunos países que están limitando por ley la cantidad de luz azul que pueden tener los LED en la calle.
Además, existe otra alternativa: las lámparas de sodio de alta presión que hay en Bélgica, Reino Unido y en La Palma, isla canaria especialmente concienciada con el problema de la contaminación lumínica por sus instalaciones astronómicas: “Dan una luz muy naranja, pero es la más eficiente del mercado”.


AUTOR
JOSÉ PICHEL   15/09/2019

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