Es más probable pensar que alguien tiene la culpa de actuar mal (CherylCasey / Getty Images/iStockphoto)
Investigadores de la Universidad Columbia de EE.UU. demuestran que otorgamos un peso distinto a la influencia genética según la bondad de una conducta
Tendemos a considerar a los demás responsables de sus actos cuando actúan mal, pero a restarles méritos cuando actúan bien, según una investigación de la Universidad Columbia de Nueva York presentada en la revista Nature Neuroscience .
Ante conductas antisociales, se tiende a culpar a sus autores porque se considera que su comportamiento está bajo su control. Por ejemplo, si una persona causa un accidente de tráfico, las explicaciones tienden a destacar que estaba distraída o que cometió un exceso de velocidad.
Por el contrario, ante conductas prosociales, se tiene a considerar que se ven favorecidas por la herencia genética. En este caso, las explicaciones tienden a destacar, por ejemplo, que una persona es sociable, generosa o altruista.
“La asimetría documentada en nuestra investigación parece ser un ejemplo de lo que se conoce como ‘razonamiento motivado’. Es un fenómeno en el cual la gente a veces decide lo que creer basándose en sus motivaciones y emociones en vez de simplemente basarse en la evidencia”, explica el psicólogo Matthew Lebowitz, uno de los investigadores del equipo.
¿Culpables?
A la hora de juzgar una conducta antisocial se tiende a hacer responsable a la persona
Los participantes en la investigación, un total de 2.664 divididos a lo largo de los seis experimentos que conforman el estudio, leyeron historias sobre personas que realizaban actividades prosociales o antisociales. Se les pidió que juzgaran la causa del comportamiento. Los resultados muestran que se atribuye una base genética más fuerte a las conductas prosociales que a las antisociales, y que estas últimas se atribuyen más a decisiones individuales.
¿Pero se corresponde esta percepción con la realidad? Los genes influyen en el comportamiento tanto en actos prosociales como antisociales, explica Ricardo Pellón, catedrático en Psicología Básica en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Si bien la herencia genética no es determinante, pone un corsé al comportamiento.
Ambiente o genes
La herencia genética no es determinante pero pone unos límites al comportamiento
En el caso de un acto antisocial como delinquir, pueden tener un papel haciendo a los individuos más proclives a actuar de esta forma. “Existen rasgos impulsivos que hacen a las personas más arriesgadas, por lo que podrían suponer un mayor potencial para que realicen actos como arruinarse, consumir drogas o delinquir. Pero no quiere decir que alguien con esta característica vaya a ser un delincuente. No es determinante, sino una tendencia”, dice Pellón.
Para el equipo de la Universidad Columbia, sus hallazgos tienen implicaciones prácticas. Por ejemplo, cuando la defensa de un acusado presente pruebas genéticas en un juicio para intentar conseguir una sentencia más indulgente, es probable que jueces y jurados no sean persuadidos por tal evidencia. Según Lebowitz, “haría falta más investigación para entender cómo la información científica, que incluye información sobre la influencia de los genes en el comportamiento, puede ser presentada mejor para que no se dé este razonamiento motivado”, concluye.
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