Las estrellas de cine y la publicidad han dotado a Capri de su aura de "glamour". Hordas de turistas recorren las empinadas calles que, junto a los farallones, son símbolo de esta isla de cabras que Tiberio descubrió para el descanso.
En la terraza del Hotel Quisisana oigo una frase que me deja entre estupefacta y muerta de envidia. "No, ya no trabajo. Me quitaba demasiado tiempo". Afino el oído y trato de averiguar algo más de la vida de este norteamericano que debe de andar por los 40. Alguien me habló hace poco en Nueva York de una nueva generación de jóvenes sobradamente ricos y preparados que han vendido sus startups y se dedican a disfrutar de las bellezas del mundo analógico, ese que tanto desconocen, con los millones que han ganado por ser los chicos más listos de la nueva era. Me entero también de que es un buen momento para comprar en Capri. "Los que adquirieron casas en los años 60 y 70 se han hecho mayores y aquí hay muchas cuestas", le dice su interlocutor. Luego hablan de dinero. ¿Qué son tres millones de euros para alguien que ha vendido su inventito basado en el big data a Zuckerberg o a Bezos? Conforme recorro estas calles compruebo que, efectivamente, son empinadas: Capri no es lugar para viejos, y descubro también que la isla tiene una larga tradición de dar cobijo a poderosos y adinerados que huyen de todo y de todos, y hasta de sí mismos, y hacen realidad aquí su soñado plan B.
Esta vocación de servir de retiro de lujo en el Mar Tirreno comenzó hace casi 2.000 años, cuando Tiberio decidió dejar Roma e hizo de Capri su residencia oficial durante los 10 últimos años de su vida, entre el 27 y el 37 d.C. El emperador ordenó la construcción de 12 grandes villas en la isla, algunas de sus ruinas pueden visitarse. La guía ameniza mi recorrido por la isla con un comentario que oiré varias veces durante mi estancia en ella. "Desde lo alto de estos acantilados Tiberio tiraba a sus esclavos". He leído también sobre sus orgías, que incluso para los libertinos estándares romanos, podían haber llegado demasiado lejos. Hay historiadores que todo esto lo atribuyen a las campañas de descrédito de su figura en una Roma donde personajes como Calígula conspiraban por la sucesión.
LAS LEYENDAS DE LA ISLA
El Mediterráneo tiene 162 islas, pero en ninguna como en esta se mezclan cosas tan extraordinarias: historias fascinantes y también poco edificantes, belleza natural, poder, personajes que nos han hecho soñar, héroes de la literatura con mayúscula. Es sorprendente que todo esto quepa en una isla de solo 17 kilómetros de perímetro que debe su nombre a sus primeros y por siglos únicos habitantes: las cabras. Sí, esos animales tan faltos de glamour, difíciles de relacionar a priori con la isla de la dolce vita por excelencia, pero la única especie capaz de vivir en esta geografía tan escarpada y abrupta. Homero y Virgilio la pusieron en esa otra geografía de la cultura universal, al incluirla en sus relatos. En sus aguas, las sirenas tentaron a Ulises. Nadie las ha visto últimamente, pero como toda isla legendaria que se precie, Capri tiene su monstruo autóctono, el lagarto azul, un reptil que vive en los farallones. Estas tres formaciones rocosas, de casi 100 metros de alto, pasan por ser de las más bellas del mundo. Cada una recibe un nombre. Quizá la más célebre sea la denominada Faraglione di Mezzo, que cuenta con una curiosa cavidad central, una especie de túnel natural que se ha convertido en una de las imágenes más icónicas del Mare Nostrum. También en una de las imperecederas. Aparecen en piezas antiguas de arte romano y en 2008 fueron el escenario escogido por Mario Testino para hacer su mítica campaña Light Blue, de Dolce y Gabbana.
A decir verdad, nadie a mi alrededor se parece ni ligeramente a los dos modelos que protagonizaron el anuncio. Nadie tiene esos cuerpos. Ni esos ojos azules. Ni esos bañadores blancos. Por describirlo rápido, pequeñas hordas de turistas con un sport a lo Bill Gates cuando iba en sandalias y bermudas invaden la Piazzetta, centro neurálgico de Capri. Como ocurre en otros pequeños lugares de la costa mediterránea como Portofino, Mónaco o St. Tropez, la ciudad es literalmente tomada por turistas que la visitan durante unas horas. Muchos cruceristas y toda clase de excursionistas se apuntan a las embarcaciones que salen del puerto de Nápoles. Llego a contar hasta 20 salidas de tres compañías distintas de ferries en esta época del año.
Más o menos todos los visitantes hacen el mismo recorrido: la Piazzetta, el funicular, Villa 1, Monte Solano, Anacapri, la gruta azul... En el top ten figura también darse algún paseo con sus senderos peatonales entre pinos y tomar una limonada. Son muchas las tiendas de souvenirs cerca de la Piazzetta, muchos los restaurantes que muestran fotos de sus dueños con las celebridades que pusieron de moda a la isla en los años 60, después de que en los años 20 y 30 fuera redescubierta por artistas y escritores como Pablo Neruda o Somerset Maugham. Capri llegó es ser uno de los cuarteles generales de la dolce vita cuando personajes como Jackie Kennedy, Sophia Loren y Marcello Mastroianni aparecieron por sus playas llenas de guijarros. "Lo interesante de Capri es que ha sido imán para personas interesantes de muy diferente background y sensibilidad", comenta Ori Kafi, dueño del hotel JK Place, uno de esos sitios donde precisamente uno puede encontrarse con la nueva jet set.
FAMOSOS HABITUALES
La nómina de celebridades que se ha dejado caer por aquí incluye millonarios, intelectuales, actores, políticos y diseñadores. De Ingrid Bergman a Aristóteles Onassis, de María Callas a Tom Cruise, de Jennifer Lopez a Mark Zuckerberg. Muchos de ellos alquilan casas apartadas y nadie sabrá que están en la isla. O tal vez vayan de tiendas a la lujosa vía Camarelle o tomen un spritz en la terraza del Hotel Quisisana, la gran dama de la isla. En él pasó largas temporadas otro miembro de esa casta de poderosos que encontró en la isla su refugio soñado: Friederich Alfred Krupp, residente por largos periodos y uno de los industriales más ricos y poderosos de Europa hasta que en octubre de 1902 terminó con su vida. En Capri hizo construir un camino serpenteante que lleva su nombre desde el Hotel Quisisana hasta Marina Piccola, donde tenía su barco científico y donde se dice que había una cueva en la que organizaba "diversas festividades".
El escándalo. La ambición política de sus adversarios. Justicia o traición. Suicidio. Cuántas similitudes entre esta historia y la de Tiberio, pienso mientras bajo por Via Krupp (dejaron su nombre). Y contemplo estos azules y las vueltas que da la vida en este camino serpenteante, uno de los más bellos de toda Europa. Y pienso en todos los misterios de esta isla y en sus nuevos habitantes, los chicos más listos de la era digital y los lagartos azules a los que, se dice, dan de beber champán.
Archivo de Roberto
Capri fue un lugar importante en mi vida tb
...aquí un recuerdo de mi última noche en la isla,
una noche de luna llena ....
Roberto
Roberto
Dónde alojarse
El Quisisana (desde 390 euros, quisisana.com) es el gran hotel por excelencia, situado cerca de la Piazzeta; abierto en 1845, durante un tiempo estuvo en manos de Grundig. JK Place (desde 440 euros; jkcapri.com) es sin duda la dirección con más estilo y con unas vistas espectaculares al puerto. El hotelero Ori Kafi sabe como agradar a los espíritus sibaritas. Melia abrió hace cinco años Villa Capri (desde 280 euros; melia.com), un pequeño y coqueto cinco estrellas solo para adultos situado en Anacapri, apartado del bullicio turístico.
VICKY VILCHES
26 SEP. 2019
https://www.expansion.com/fueradeserie/viajes/2019/09/26/5d4013eee5fdea18598b468a.html
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