lunes, 16 de septiembre de 2019

¿Ha alcanzado la globalización su cota máxima?


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Citi pide impulsar las políticas de apoyo nacionales. La crisis expuso y exacerbó los problemas macroeconómicos, sociales y geográficos.


Diversos parámetros apuntan a que la globalización se encuentra próxima a las cotas máximas a las que puede aspirar, por lo que las preguntas se agolpan: ¿el número ideal de productos foráneos en la cesta de la compra ya se ha conseguido?, ¿las producciones nacionales han conseguido integrarse en la cadena de valor mundial? o ¿las carteras financieras han alcanzado su máxima diversificación? Pero la cuestión primordial que se plantean desde Citi es si esta conquista de la cima significa una buena noticia o será contrarrestada.

En su último informe al respecto, la entidad estadounidense, tras analizar las relaciones comerciales, financieras o los movimientos migratorios a escala mundial concluye que la globalización parece haber alcanzado su punto máximo durante la última década. Una situación que ha supuesto una mejora en las condiciones de vida de la mayoría de las regiones, pero que también ha deparado pérdida de empleos o desequilibrios financieros.

Como indica la autora del estudio, Catherine L. Mann, la percepción de la economía por cada individuo está estrechamente ligada a su experiencia personal. Si cuentan con un empleo que les permite pagar las facturas, la economía marchará bien. Si además pueden marcharse de vacaciones, permitirse pequeños lujos o ahorrar para cambiar de coche, la percepción será aún mejor. El problema llega cuando la situación laboral es inestable y apenas se cubren los gastos básicos, entonces la economía irá mal.

Desde la década de los 80 del pasado siglo gran parte de la narrativa económica afirmó que la globalización ayudaría a impulsar la economía y facilitaría la transición entre los altibajos económicos, ya que las corporaciones globales dispondrían de un mercado más amplio para ofrecer sus bienes y servicios; los consumidores se beneficiarían de una mayor variedad de productos importados en sus tiendas locales y, a medida que las empresas establecieran cadenas de valor globales, también se beneficiarían de precios más bajos en los productos. En definitiva, que el mundo sería un lugar más rico del que todos se beneficiarían.

El cumplimiento de estas promesas se encuentra en entredicho en la actualidad. Las firmas manufactureras en las economías avanzadas pudieron crear cadenas de suministro globales y ahorrar en los costes salariales al utilizar trabajadores de diferentes partes del mundo. Y sí, esos productos retornaron al consumidor a un precio más bajo, pero a costa de la pérdida de puestos de trabajo cuando las fábricas se deslocalizaron. Cuando esta disminución de oportunidades para los obreros menos cualificados aumentó la desigualdad y afectó a la productividad, se señaló a la globalización.


Política interna

En lugar de culpar a la globalización por los males de la economía, Mann afirma que la preocupación debería ser reinterpretada como una cuestión de política interna. Alcanzar el pico en esta economía global significa que el pastel ya no puede crecer más, por lo que dotará de menos recursos para abordar las desigualdades, independientemente de su causa. Desde esta perspectiva, el problema no es que exista demasiada globalización, sino muy poca. Para abordar los desafíos de ajuste y distribución a los que se enfrenta la economía, la autora aboga por revitalizar y desplegar políticas nacionales para garantizar que los beneficios se compartan ampliamente.

El crecimiento global retoma su empuje, pero por el camino se quedó un 6% del PIB mundial. En el periodo de mayor extensión de la globalización, entre 1990 y 2007, se establecieron unas expectativas que se han visto defraudadas en la última década, tanto para los grupos de ingresos altos como para los bajos. El retroceso de la globalización es tanto una causa como un resultado de la pérdida de producción y la divergencia en las perspectivas de crecimiento en términos de PIB per cápita.

Desde Citi señalan que la crisis financiera mundial expuso y exacerbó los problemas macroeconómicos, sociales y geográficos, pero insiste en que esta vuelta atrás no los solucionará. El crecimiento global ha recuperado la tendencia previa a la recesión. Sin embargo, la carga de la deuda ha aumentado, las desigualdades han empeorado y el crecimiento de la productividad no ha mejorado. Por lo tanto, aboga por impulsar la globalización y las políticas internas de apoyo.

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