domingo, 22 de septiembre de 2019

Cargarse los billetes: la 'bala de oro' de los bancos centrales en su represión financiera

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Una idea que "sería extremadamente controvertida desde el punto de vista político, pero no puede descartarse nada para el futuro”, según avisaban esta semana los analistas


¿Un mundo sin efectivo? “Sería extremadamente controvertido desde el punto de vista político, pero no puede descartarse nada para el futuro”, avisaban esta semana los analistas de JPMorgan AM en un informe. “Hace 10 o 15 años, si un analista financiero hubiese predicho que llegaríamos a ver tipos de interés inferiores a cero, lo habrían tomado por loco, pero hoy son un principio fundamental de la política monetaria en varias economías de mercados desarrollados”, apostillaban.
Los billetes y las monedas representan curiosamente una de las últimas barreras en el intento de los bancos centrales de forzar a las familias y empresas a poner a trabajar su dinero. En la conocida como represión financiera, lo que buscan es que los euros no se queden parados en las cuentas y los depósitos, sino que se inviertan o se destinen al consumo para fomentar el crecimiento económico.
Por eso, las autoridades monetarias han llevado los tipos de interés a mínimos históricos e incluso penalizan a los bancos por dejar su dinero en el banco central en vez de moverlo. En su última reunión el BCE hundió todavía más la facilidad de depósito, hasta el -0,5%, aunque aliviando en parte con un ajuste técnico la carga que esto supone para los bancos (ajuste que, por cierto, ha provocado una leve subida del euribor desde entonces).
Lo que gustaría al banco central es que este particular jarabe de palo que aplica a las entidades financieras, éstas lo trasladaran a sus clientes para forzarles también a mover su dinero. Eso sucede ya con las empresas e instituciones como los fondos de inversión, a los que ya cobran por tener el dinero en liquidez, pero la amarga medicina todavía no llega a las familias por una razón muy sencilla.

Depósitos casi en máximos… Todavía

“Aunque los tipos de interés negativos son sencillos en la teoría, no lo son tanto en la práctica”, explican desde JPMorgan AM. “En un sistema de moneda de papel, los hogares tienen la opción de retirar saldos y almacenar ahorros en formato físico, es decir, el típico escenario del ‘dinero debajo del colchón’. Esto complica la vida a los bancos comerciales, que no pueden repercutir dicha comisión a los ahorradores por miedo a que se produzcan fugas de depósitos”.
Y en el caso concreto de España se trata de una cantidad tan abultada que no se pueden permitirse arriesgar. A pesar de la nula rentabilidad, los hogares todavía tienen más de 833.000 millones de euros en depósitos, según los últimos datos del Banco de España, una cantidad que ha seguido aumentando a lo largo del tiempo a pesar del esfuerzo en sentido opuesto del BCE. De hecho, en junio se había marcado un nuevo récord cerca de 850.000 milloones.
¿Cuál sería la forma de evitar este riesgo, salvar esta barrera y ‘obligar’ a los ahorradores a sufrir en sus carnes los tipos negativos? Sencillo en la teoría: evitar que se puedan llevar el dinero a sus casas en formato físico. Es decir, eliminar los billetes y las monedas. No quedaría más remedio entonces que mover los ahorros o asumir que si se quedan quietos en el banco se perderá dinero.
La eliminación del efectivo otorgaría además a las instituciones monetarias un control muy superior de los flujos de dinero y, supuestamente, una mayor efectividad en sus decisiones. Un caramelo demasiado goloso como para no considerarlo. ¿Se hará realidad? ¿Lo veremos?

También hay contraindicaciones

No todo el monte es orégano. Una medida tan impopular también podría generar una reacción contraria en la población, que les llevara a reducir el consumo en vez de aumentarlo. Y quizá durante un tiempo muchas de las operaciones que ahora se realizan con efectivo se verían afectadas. De hecho, el propio BCE se ha mostrado en algunas ocasiones de limitar todavía más el uso de efectivo, como se planeaba en España.
Lo que sí seguiremos viendo a lo largo del tiempo son pasos en este sentido. Algunos ‘naturales y otros forzados por las instituciones. Entre los primeros, la progresiva digitalización de las finanzas, que nos lleva a aumentar el número de transacciones que hacemos online. Hasta los regalos de cumpleaños a los compañeros de oficina, que antes se hacían con el típico bote, ahora se hacen en muchas empresas por medios electrónicos como Bizum.
Entre los segundos, la limitación en el uso de efectivo que ya se está imponiendo en numerosos países, con el objetivo proclamado de poner cerco a la corrupción y el dinero negro. En España, desde 2012 está prohibido el pago en efectivo para cantidades iguales o superiores a 2.500 euros en operaciones donde alguna de las partes intervinientes sea empresario o profesional.
Los detractores abominan del gran hermano financiero que supondría este control absoluto del dinero por parte de los bancos centrales y auguran que traería consigo un uso todavía mayor de monedas alternativas como bitcoin o libra. Los defensores destacan la comodidad del medio electrónico y la ayuda que supone en la lucha contra el dinero negro.
En cualquier caso, de fondo, seguirá el mismo problema: la represión financiera, que hará cada vez más complicado que nuestros ahorros puedan batir la inflación sin asumir un riesgo excesivo. Es decir, que conduce al ahorrador a seguir perdiendo poder adquisitivo a lo largo del tiempo si los precios siguen subiendo.



AUTOR
VICENTE VARÓ   21/09/2019

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