sábado, 28 de septiembre de 2019

La madre de todas las batallas 'trumpianas'


El presidente de EEUU, Donald Trump. EFE


Hay un dicho que reza que hay que tener cuidado con lo que se desea. Podría cumplirse. Tras meses de provocaciones a los demócratas para que actuasen o se callasen, Donald Trump consiguió finalmente que estos lanzasen un proceso de impeachment para destituirlo. Es imposible determinar si Trump ha tentado al destino o realmente cree que el impeachment le ayudará a salir reelegido el año que viene. Las motivaciones de Nancy Pelosi son más fáciles de entrever. Tras resistir durante el último año las presiones de las bases para actuar, la presidenta del Congreso cedió con reticencia a los clamores el martes. Cuando Pelosi hizo el anuncio, daba la sensación de actuar contra su voluntad. Siempre ha pensado que un impeachment lo único que conseguiría es beneficiar a Trump. Pero la alternativa -el desafío a su liderazgo por parte de unas filas demócratas cada vez más frustradas- era peor.

La historia ofrece pocas pistas sobre lo que sucederá a continuación. Sólo dos presidentes han pasado por procesos de destitución, Bill Clinton en 1998 y Andrew Johnson en 1868. Ambos fueron exculpados por el Senado. Richard Nixon dimitió en 1974 antes de ser sometido formalmente al impeachment. El último caso es el más relevante con diferencia. Al principio de las escuchas sobre el Watergate, la inmensa mayoría de los republicanos respaldaba a Nixon. Ese apoyo se mantuvo hasta el momento en que el Tribunal Supremo ordenó la publicación de las tristemente célebres cintas del Despacho Oval. Entonces las tornas cambiaron.

Trump también inicia el proceso con un sólido apoyo partidista y una opinión pública indiferente ante el proceso. Es fácil que en Washington sobreestimen el grado de atención que prestan los ciudadanos. Pero eso puede cambiar deprisa. Las reacciones viscerales de Trump al minuto a minuto de los acontecimientos seguramente centrarán más miradas en el proceso.

Pero, ¿por qué iniciar el proceso ahora y no cuando salió a la luz el informe Mueller en abril? Por dos razones. Primero, el presunto intento de Trump de extorsionar a un líder extranjero, el presidente de Ucrania Volodymyr Zelensky, tuvo lugar mientras él era presidente. Aunque Robert Mueller detalló ejemplos de obstrucción a la justicia desde 2017, el meollo de su informe era la presunta connivencia rusa antes de que asumiese el cargo. Resulta revelador que Trump retuviese 391 millones de dólares de ayuda antes de pedirle a Zelenksy el 25 de julio que ensuciase la imagen del probable oponente de Trump, Joe Biden. Esto sucedió justo un día después del discreto testimonio de Mueller en el Congreso. Sin embargo, hay un punto clave que une el Ucraniagate y el informe Mueller: ambos implican a Rusia. Se supone que la ayuda militar estadounidense tiene que apoyar las defensas de Ucrania contra la invasión rusa por el Este del país.

La segunda razón es que la presunta corrupción detrás del Ucraniagate resulta mucho más fácil de entender. Si Trump amenazó con retener la ayuda a una potencia pro-Occidente a menos que esta jugase sucio para ayudarle a ganar la reelección, incluso el votante indeciso con más déficit de atención se haría eco de ello. "Nadie está por encima de la ley", afirmó Pelosi. La mayoría de los estadounidenses estarían de acuerdo.

Otra cuestión es que los demócratas puedan convencer a suficientes estadounidenses de que Trump, al igual que Nixon, es un delincuente. Las sesiones del Watergate se emitieron en directo desde una única sala donde se reunía el comité. Pelosi pretende dividir la redacción del borrador de los artículos del impeachment entre seis comités de la Cámara. Esto no ayuda a mostrar claridad en horario de máxima audiencia.

El Ucraniagate nace de un informante dentro de las agencias de inteligencia que conocía el contenido de la llamada de Trump a Zelensky. Si esta persona presta testimonio público, y su historia resulta convincente, podría cambiar el clima político. El esperado testimonio público de Mueller fue un fracaso. El destino inmediato de la república estadounidense depende en parte de la solidez de la historia que pueda contar este informante.

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