lunes, 20 de junio de 2022

Debacle en Bitcoin y «criptoterror». Del colapso de Luna al corralito de Celsius



Los que se sumaron al carro al calor de las subidas van a aprender de la única forma posible: con dolor en el bolsillo. O el sector empieza a demostrar casos de uso y aplicaciones reales, o dentro de poco solo quedarán las mismas cenizas que dejó la burbuja puntocom.



Comentaba con un viejo rockero del internet patrio que, en los últimos años, estaban resucitando viejos mantras de “la nueva economía” de finales de la década de 1990: la obsesión de las empresas tecnológicas de crecimiento por encima de cualquier otra métrica, el dinero fácil deseando financiar todo proyecto digital que venga con las buzzwords adecuadas, las salidas a bolsa de empresas en pérdidas.

Concluimos, sin embargo, que las empresas tecnológicas de hoy no son asimilables a las de la burbuja puntocom. Muchas de ellas están en beneficios y tienen de los mejores márgenes empresariales, hay modelos probados con éxito en todo el mundo y poca duda de que, si bien el crecimiento se ralentiza, no usamos menos Internet ni tecnología. Aunque es el tiempo de los CEO de guerra en el sector tecnológico, no cabe enmienda a la totalidad. De hecho, hay un sector que encaja mucho más en el marco de una crisis como la de entonces, el primo financiero de internet y la tecnología.

El sector cripto vivió su momento Lehman Brothers con el colapso de la stablecoin Luna hace apenas un mes. El volumen de activos de ambos era similar -en el caso de la criptodivisa, se esfumaron más de 45.000 millones del mercado-, aunque hay que reconocer que, en el caso de Terra y sus tókenes, el contagio a otros sectores y latitudes ha sido mucho más limitado. 

De ahí hemos saltado a las gráficas en rojo de manera constante en las valoraciones de Bitcoin y compañía. En el momento de escribir estas líneas, la criptomoneda original lucha por mantener una valoración superior a los 20.000 euros, cuando llegó a valer 56.000 euros en noviembre del año pasado.

No es la primera vez que Bitcoin y el resto de criptomonedas sufren grandes caídas, como muchos de sus seguidores nos recuerdan una y otra vez, pero hay un aspecto de los desplomes de estas semanas que cabría subrayar. Con la inflación disparada se ha difuminado la posibilidad de que Bitcoin o alguna alternativa ejerciera el rol de reserva de valor antinflacionaria. Cuando más lo necesitaban, sus poseedores han visto que lo que más correlaciona con el precio de un bitcoin es con la valoración en bolsa de empresas tecnológicas.

La noticia de que la plataforma de compraventa de cripto Celsius Network no permitirá retiradas de fondos debido a problemas de liquidez es lo que más ha recordado a la burbuja puntocom. Sus promesas de rentabilidad asegurada eran algo que uno sólo podría creerse con la aparición de una nueva economía que superara los viejos preceptos de producción de valor y márgenes razonables. Al igual que a finales de la década de 1990, no ha sucedido.

Esta no es una crisis de valoración de las criptomonedas más. A ese momento “2008” de Luna hay que sumar una pérdida del relato, de unas narrativas que, como mitos fundacionales de la Web3, han sido abrazados durante las subidas… pero resultan más difíciles de sostener cuando se han perdido hasta el 80 por ciento de lo invertido.

A partir del año 2000, las empresas tecnológicas ya no pudieron captar inversiones millonarias basándose en que eran el futuro, en que tenía sentido que la gente comprara y se informara por Internet, en que veríamos vídeos, en que la publicidad sería más efectiva y compraríamos múltiples dispositivos. Llegó un momento en que a ese relato le faltaron resultados financieros, rentabilidad real que empezara a hacer tangible la promesa y demostrar que todo estaba siendo dimensionado para la realidad del tamaño de los mercados. Llegó un momento en que empezó a resultar poco creíble levantar millones para montar un comercio electrónico para mascotas mientras los escasos usuarios apenas usábamos Internet para el correo, meternos en el chat para no ligar, ver tres páginas y consumir, ejem, porno.

Muchos dicen abrazar el mundo cripto por la tecnología y sus posibilidades, y no tanto por la especulación. Para ellos es el momento, como le sucedió al sector de Internet y la tecnología tras el 2000, de construir productos de verdad, que aporten valor y solucionen problemas existentes a los usuarios. Cuando uno pregunta casos reales y para qué se están usando, las respuestas varían entre herramientas para consumo interno del propio sector cripto, alternativas -o más caras o más lentas o inutilizables si no eres un experto o todo a la vez- a lo que ya hacemos o promesas vagas de relato sobre la transferencia de valor o de lo importante que es tener una alternativa al sistema. Hay un caso peor, los descarados esquemas de Ponzi que circulan en ocasiones, como ocurre con en muchos juegos que publicitan que te pagan por jugar.

De hecho, el caso de uso más amplio que ha parido el sector cripto son los NFT. Aquí, de nuevo, parece haber caído en el hype con el que empezaron a sonar, amén de la legión de críticos que ponen la voz en grito cada vez que un creador de contenidos intenta colocarles la mercancía o un estudio de videojuegos amaga con integrarlos. Si hubo un bum con ellos fue debido a que muchos millonarios del mundo cripto no sabían muy bien qué hacer con tanto dinero y esto servía como manifestación cultural artística del fenómeno, amén de como símbolo de estatus dentro de la comunidad. Eso sí, creo que hay que reconocerle a los NFT el haber conectado con una cierta demanda de propiedad digital que no dependa del dueño de la plataforma del momento.

El mundo cripto va a quedar desnudo, como sucede en las crisis. Veremos quiénes creen en que la tecnología tiene algo que aportar a largo plazo y quiénes, por mucho que su discurso fuese otro, se sumaron a la ola de subida. Durante años los creadores de empresas de la Web3 han tenido dinero fácil de inversores, cuando no han crecido a costa de sus usuarios en forma de ICO, pidiendo dinero sin ceder propiedad e incentivando un ecosistema de productos difíciles de usar, con pobres modelos de negocio y peor propuesta de valor para la sociedad. 

Los que se sumaron a la inversión de criptomonedas al calor de las subidas van a aprender una lección de la única manera en que se puede, con dolor en el bolsillo. No hay grandes retornos en inversión sin asumir riesgos igual de enormes. Esto lo han vivido distintas generaciones de inversores, y no hay ninguna que no caiga y abrace la burbuja de turno.

La crisis de la burbuja puntocom fue una gran purga, pero compañías como Apple y Amazon hicieron la travesía hasta un momento en que la tecnología y la sociedad estaban preparados para sus propuestas. Si hay un relato que podemos comprar hoy al mundo cripto es que en unos años veremos cuánto hubo de valor real en sus promesas y cuánto de relato que funcionó mientras las criptomonedas subían. Hablamos en 2027.


PORANTONIO ORTIZ
19/06/02022
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