Protesta de trabajadores del NHS en Londres. (EFE/Neil Hall)
Las campañas de 'crowdfunding' para costear tratamientos médicos privados se han multiplicado por 20 en los últimos cinco años debido a la gran crisis que atraviesa el NHS
Rob Weston, de 34 años, padece una grave enfermedad. Hace tres años, sufrió un paro cardíaco y desde entonces ha estado esperando una cirugía a corazón abierto. Vive con constante miedo a la muerte. “Cuando mi presión arterial baja, comienzo a sentir como pinchazos de agujas en las manos y pies. Cada vez que esto sucede, pienso en lo peor”, asegura en una página de 'crowdfunding', donde posa con su mujer y sus tres hijos, confiando en que la generosidad de extraños le ayuden a recaudar los 71.000 euros que necesita para poder operarse.
Rob vive en un país donde la sanidad pública está fallando y en el que el número de personas que se han visto obligadas a pedir dinero 'online' para costearse un tratamiento médico privado se ha multiplicado por 20 en los últimos cinco años. Y no, no es Estados Unidos, sino el Reino Unido.
Desde su creación en 1948, el sistema nacional de salud público (NHS) siempre había sido el gran orgullo de los británicos. Pero el que presumía de ser uno de los servicios más eficientes, igualitarios y completos del mundo se encuentra ahora en una crisis sin precedentes, simbolizada con una lista de espera que roza ya los siete millones de personas, lo que representa aproximadamente uno de cada 10 habitantes. Alrededor de 3,8 millones de personas han estado esperando al menos cuatro meses para someterse a una cirugía rutinaria. Otros 300.000 llevan más de un año en la cola. Y el ministro de Sanidad, Sajid Javid, ya ha explicado en la Cámara de los Comunes que no se esperan mejoras hasta marzo de 2024.
Ante tal panorama, la atención médica está avanzando silenciosamente hacia el sector privado. Y lo más preocupante es que son cada vez más aquellos con pocos recursos los que se ven obligados a buscar una alternativa. Según una investigación realizada por Financial Times, entre 2010 y 2020, el gasto que los británicos destinaron a tratamientos privados aumentó en un 60% en general, pero se duplicó entre la quinta parte de la población con ingresos más bajos. Los más pobres gastan ahora tanto en atención médica privada como los más ricos, en términos relativos.
A día de hoy, uno de cada 14 hogares más desfavorecidos incurre en “costos catastróficos de atención médica” -donde la factura supera el 40% de la capacidad de pago-. Hace una década, era uno de cada 30. Cuando miles de personas con bajos salarios se ven obligadas a recaudar dinero de extraños para poder recibir a tiempo un tratamiento es la señal más clara, hasta ahora, de que el NHS está al borde del colapso.
Tradicionalmente, siempre se había presentado al sistema nacional de salud pública del Reino Unido como la antítesis socialista ante la distopía capitalista de los Estados Unidos. Pero el escenario ahora es muy distinto. En 1990, el gasto de los británicos en atención médica fue equivalente al 1% del PIB, mientras que al otro lado del Atlántico, los estadounidenses sin seguro desembolsaron más del doble, el 2,2%. Treinta años después, esa brecha casi ha desaparecido. El gasto no reembolsable de los estadounidenses ahora es del 1,9% y el de los británicos se ha duplicado al 1,8%.
El tapón ocasionado por la pandemia juega un factor importante para explicar las largas listas de espera. Desde 2020, aproximadamente 3,7 millones de británicos se han visto obligados a recurrir a la atención privada para citas del médico de cabecera, según una encuesta de YouGov. Pero lo cierto es que el NHS lleva ya tiempo enfermo. Y el diagnóstico va más allá de la presión que ejerce una población cada vez más envejecida, un denominador común en el resto de países.
Según los datos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), el Reino Unido destinó el 10.4% de su PIB a sanidad pública en 2020, más que cualquier otro país medido, excepto Alemania y Estados Unidos. Pero existe un verdadero problema burocrático y, ante todo, de falta de personal. Desde hace ya décadas, el mercado laboral británico no forma a suficientes profesionales para este sector. A día de hoy, casi el 15% de los trabajadores del NHS ha nacido fuera del Reino Unido. Aunque la representación de los comunitarios ha disminuido considerablemente en los últimos años debido al Brexit. El 2016, año del plebiscito, el número de enfermeros procedentes de países de la UE representaba el 7.4% de los trabajadores extranjeros. Ahora son el 5,6%.
A nivel político, el NHS supone una auténtica bomba de relojería y si los 'tories' aspiran a mantener el poder deben desactivarla antes de mayo de 2024, cuando están previstas las próximas elecciones generales. Boris Johnson es plenamente consciente del fuerte simbolismo que representa la sanidad pública para el electorado. De ahí que, durante la campaña del referéndum del Brexit, el entonces alcalde de Londres recorriera el Reino Unido con un autobús rojo en cuyos laterales prometía que los 350 millones de libras que Reino Unido destinaba (según su versión) semanalmente a la UE se desviarían, en caso de divorcio, a la sanidad pública. La cifra se demostró falsa, pero no importó.
El excéntrico político no solo vio realizado su sueño de abandonar la Unión, sino que en 2019 se hizo con una aplastante mayoría absoluta no vista desde los tiempos de Thatcher. No obstante, la recta final de la campaña en las últimas generales estuvo marcada por la fotografía de Jack Willment-Barr, un niño que tuvo que hacer cuatro largas horas de espera tumbado en el suelo antes de ser atendido en un hospital de Leeds, donde sus padres acudieron temiendo que tuviera neumonía. En aquel momento, Johnson intentó tapar la polémica con la promesa de ejecutar el Brexit. Pero la salida de la UE está ya más que consolidada y los conservadores se enfrentan ahora a una agenda doméstica cargada de minas. Entre ellas, una inflación que podría llegar al 10% y una lista de espera en los hospitales públicos que podría superar pronto los 8 millones de personas.
Tradicionalmente, la salvaguarda de la sanidad pública siempre ha sido asociada a los laboristas, mientras que los conservadores han sido acusados de no tenerlo entre sus prioridades. Es más, en los últimos años, ha habido un temor creciente entre ciertos sectores del electorado ante la posibilidad de que el NHS pudiera ser vendido a corporaciones estadounidenses como condición de un acuerdo comercial post Brexit con Washington que, a día de hoy, brilla por su ausencia. En efecto, la sanidad británica parece ir en camino de privatizarse, aunque de una manera muy diferente a la que se había pensado. El 'crowdfunding' nunca estuvo en los vaticinios de los expertos.
El ministro de Sanidad anunció que a los pacientes que lleven más de 18 meses de espera se les podría ofrecer tratamiento en un hospital privado
Para abordar el problema, el Gobierno de Johnson ha anunciado un paquete de 8.000 millones de libras en los próximos tres años, con 5.900 millones de libras de inversión en capital, todo financiado por el aumento del impuesto de contribución a la seguridad social, una medida muy criticada entre las bases al romper promesa electoral. El Ejecutivo se ha comprometido a incrementar en un 30% la actividad del NHS respecto antes de la pandemia, una cifra que pocos ven como realista, pero de la que dependerá el resultado de las urnas en 2024.
Paralelamente, el ministro de Sanidad anunció el pasado mes de marzo que a los pacientes que lleven más de 18 meses de espera se les podría ofrecer tratamiento en un hospital privado. Los proveedores independientes podrían ayudar a tratar a 400.000 pacientes adicionales al año. Sin embargo, uno de cada cuatro asegura no haber participado en ninguna discusión de planificación con el Gobierno para 2022-23. De los que han tenido conversaciones, solo una quinta parte ha firmado planes para trabajar con el NHS para el próximo año, según la encuesta realizada por la Red de Proveedores de Atención Médica Independientes (IHPN).
David Hare, director ejecutivo de IHPN, señala que “con las listas de espera del NHS en niveles récord y el electorado pagando más a través de sus impuestos por el sistema de salud, es vital que se haga todo lo posible para garantizar que los pacientes puedan acceder a la atención que necesitan”. Según un portavoz del NHS, el uso del sector independiente “es un 15% más alto que antes de la pandemia y, aunque no sorprende que los proveedores digan que quieren más contratos, los planes locales, que aún se están desarrollando, garantizarán que el sector privado se utilice significativamente” por encima de los niveles previos al covid.
Los británicos no quieren ni oir hablar de la palabra privatización. Pero en la actualidad, alrededor del 11,7% del presupuesto del NHS ya se destina a proveedores privados, en comparación con el 5% de 2012, cuando el Gobierno de coalición de 'tories' y liberaldemócratas liderado por David Cameron llevó a cabo una de las mayores reformas del sistema desde su creación. Para “atajar la burocracia”, se derivó el control sanitario a comisiones del ámbito local y se abrieron las puertas a que empresas privadas pudieran hacerse con parte de la gestión. La sanidad pública, sin embargo, se ha convertido en un paciente que no presenta ningún tipo de mejorías. Es más, parece estar agonizando.
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02/06/2022 - 19:09 Actualizado: 02/06/2022 - 19:09
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