sábado, 30 de agosto de 2025

Draghi, el 'líder en el exilio político' de los europeístas ante el verano de la humillación




El expresidente del Banco Central Europeo y ex primer ministro italiano Mario Draghi. 
(Europa Press/Archivo)



El italiano se ha convertido en la voz moderada de los críticos europeístas a la gestión que la Comisión Europea está haciendo de Trump y a su falta de ambición en la agenda política



El aplauso para Mario Draghi, expresidente del Banco Central Europeo, ex primer ministro italiano y autor del informe sobre la competitividad de la UE que ha marcado la agenda legislativa 2024 - 2029, fue monumental. En un encuentro en Rimini (Italia), el que es considerado por muchos como el último de los "padres de Europa", arrasó con un discurso tranquilo, pero firme, en el que volvió a insistir en su tesis central: la Unión necesita un cambio radical si quiere sobrevivir. Y, como ya ocurrió con su informe en 2024, volvió a marcarle el paso a la presidenta de la comisión, Ursula von der Leyen.

La mayoría de ideas que expuso el italiano son conocidas por muchos, con dos ejes centrales: hace falta profundizar en el mercado interior y hay que cerrar la brecha tecnológica respecto a China y EEUU. Pero su intervención se ha leído en un contexto muy concreto y diferente al de hace un año cuando se puso sobre la mesa su informe: al final de unas semanas que ya se conocen por muchos como el “verano de la humillación”, lo que los más agoreros consideran que es el inicio del “siglo de la humillación” europeo ante Pekín y Washington. Muchos han querido encontrar en su discurso una muestra de oposición a la gestión de Von der Leyen, una advertencia de un líder moral de Europa.

El ambiente está caldeado porque estos dos meses han sido duros. Primero por el acuerdo comercial cerrado por Von der Leyen y Donald Trump en Escocia, que muchos consideran la primera humillación. Después la segunda humillación, la visita a Washington por parte de una serie de líderes europeos, junto con Von der Leyen y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, acompañando al presidente ucraniano Volodímir Zelenski. Que intentaba, sin éxito, contrarrestar los efectos de la cumbre entre Trump y Vladímir Putin. Hay una sensación generalizada de que Europa se está arrastrando buscando clemencia. Que ya comenzaba a extenderse con la cumbre de la OTAN de La Haya y el famoso 5% del PIB en gasto militar.

En su discurso, Draghi se cuida de no atacar de manera directa a nadie, pero sí refleja el enfado de muchos con lo ocurrido en estas semanas. “Durante años, la Unión Europea creyó que su dimensión económica, con 450 millones de consumidores, le confería poder geopolítico y en las relaciones comerciales internacionales. Este será recordado como el año en que esa ilusión se desvaneció”, asegura el italiano nada más comenzar su discurso.

Draghi sonó, en algunos momentos, promovido por París, como un posible sustituto para Von der Leyen al frente de la Comisión Europea de cara al proceso de renovación del puesto que se debía producir en las elecciones europeas de junio de 2024. En el último año, con Alemania en un papel menos destacado, sufriendo a la hora de gestionar a Trump, haciendo cesiones importantes en distintos ámbitos, sus defensores consideran que debería haber ocupado su lugar.

Ante la errática estrategia del Ejecutivo comunitario, Draghi se ha convertido en algo así como la oposición en la sombra a Von der Leyen, una especie de “líder en el exilio” que le marca el ritmo y cuya sombra cubre todo. Sin poder, pero con un altavoz y una enorme legitimidad, la de haber salvado al euro durante la crisis.

“Hemos tenido que resignarnos a los aranceles impuestos por nuestro mayor socio comercial y aliado histórico, Estados Unidos. El mismo aliado nos ha empujado a aumentar el gasto militar, una decisión que quizá hubiéramos tenido que tomar de todos modos, pero de formas (en referencia a la cumbre de la OTAN) y maneras (con inversiones en la industria americana) que probablemente no refleja los intereses de Europa.

La Unión Europea, a pesar de haber sido la que más ha contribuido financieramente a la guerra en Ucrania y de ser la que más interés tiene en una paz justa, ha tenido hasta ahora un papel bastante marginal en las negociaciones de paz”, critica Draghi en su intervención. “Europa también se mantuvo al margen cuando se bombardearon las instalaciones nucleares iraníes y se intensificó la masacre de Gaza”, añade poco después.

El antiguo primer ministro italiano señala entonces que no es de extrañar que se haya extendido un nuevo “escepticismo” hacia Europa. Pero no hacia los valores de libertad, derechos y democracia liberal que encarna la UE, sino a la propia capacidad de la UE para defender esos valores. En otras palabras, Draghi está señalando al club algo que ya advirtió en 2024: puede convertirse en irrelevante para sus propios ciudadanos si no es capaz de seguir valiendo para lo que se supone que se le creó.

Con Draghi, un banquero central, el tipo de persona que mide cada palabra que pronuncia y cada vacío que deja, es casi tan importante lo que dice como lo que no. Y el italiano no aplaude ninguna medida de la Comisión Europea en este primer año, no menciona para nada la agenda política del Ejecutivo comunitario que, supuestamente, se inspira en su informe sobre la competitividad de la UE.

En otras palabras, no parece considerar que la estrategia que está desarrollando la Comisión responda a los retos que plantea su informe, que le encargó la propia presidenta del Ejecutivo comunitario en 2023. A nadie se le escapa en Bruselas que Von der Leyen y su equipo están escogiendo una versión muy reducida y con poco presupuesto de las ideas que Draghi puso negro sobre blanco. Una falta de ambición que responde, también es cierto, a una falta de apetito por parte de las capitales europeas para financiar esos cambios.

Pero Von der Leyen no siente, como sí parece sentir Draghi, que su obligación sea la de arrastrar a las capitales hacia una mayor ambición, en lugar de limitarse a poner sobre la mesa lo que es fácil de aceptar. El “reto” de Draghi a Von der Leyen consiste en plantear una alternativa a su lógica de trabajar como mera facilitadora de acuerdos entre Estados miembros. El italiano, al fin y al cabo, es ambicioso y con ego: aunque no le gusten los focos, quiere que se le escuche.

En algunos rincones de internet, donde los federalistas europeos analizan cada palabra de Draghi en busca de señales, incluso se afirma que el italiano ha declarado “obsoleto el Estado nación” o que ha defendido que la UE debe convertirse en “un Estado”. Ninguna de esas afirmaciones es cierta, aunque no se alejan demasiado de lo que el expresidente del BCE ha dicho en el pasado, cuando señaló que “cada vez está más claro” que la UE “debe actuar como si fuera un único Estado”. Lo que sí reflejan estos rumores es cómo Draghi se ha convertido para muchos en la ‘oposición’ europeísta a Von der Leyen, que llegará a su discurso sobre el Estado de la Unión ,previsto en Estrasburgo en la segunda semana de septiembre, con una agenda ya marcada por el italiano.

No es nada nuevo. En 2022, siendo entonces primer ministro italiano, defendía la necesidad de un “federalismo pragmático”. En febrero de este mismo año se mostró irritado ante el inmovilismo europeo. “Dicen no a la deuda pública común. Dicen que no al mercado único. Dicen que no a la creación de una unión del mercado de capitales. No pueden decir no a todo. (...) Cuando me preguntan qué se puede hacer, mi respuesta es que no tengo ni idea, pero hagan algo”, aseguró entonces.

Por encima de todo lo demás, Draghi se aburre, como escribió un periodista de Il Foglio en 2024, cuando sonaba para mudarse a Bruselas por los rumores promovidos por París. Ha estado toda su vida en el centro de la acción, de un lado a otro. Entre 2006 y 2011 siendo el gobernador del Banco de Italia, entre 2011 y 2019 siendo presidente del Banco Central Europeo (BCE). En Italia, donde la conspiración palaciega es un arte, el conspirador jefe, Matteo Renzi, le devolvió al centro de la escena con el Gobierno de unidad que presidió entre febrero de 2021 y octubre de 2022. Pero desde entonces Draghi se aburre.

El informe le ha mantenido entretenido durante el tiempo de preparación. Ahora le quedan los discursos y la espera. Bruselas no es Roma. Aquí no hay intrigas palaciegas que puedan tumbar a la presidenta de la Comisión en un golpe de mano para poner a un nuevo líder frente a la Comisión por un bien común. Porque Draghi nunca atacaría directamente a Von der Leyen. En la mejor tradición romana, ese es un trabajo que corresponde a los hombres y mujeres leales, que actúan con autonomía, sin esperar órdenes de nadie, a los intrigantes profesionales.

Pero Draghi, tan poco dado a dar dirección, sí ha hecho un inusual llamamiento a la acción, a la movilización ciudadana, justo en el momento de la humillación europea. “Podemos cambiar el rumbo de nuestro continente. Conviertan su escepticismo en acción, hagan oír su voz. La Unión Europea es, ante todo, un mecanismo para alcanzar los objetivos compartidos por sus ciudadanos. Es nuestra mejor oportunidad para un futuro de paz, seguridad e independencia: es una democracia y somos nosotros, ustedes, los ciudadanos, los europeos, quienes decidimos sus prioridades”, cerró el italiano.