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Las personas emiten mensajes subliminales a favor del encuentro sexual
LOS GESTOS SON INCLUSO MÁS IMPORTANTES QUE LAS PALABRAS EN EL ACERCAMIENTO ERÓTICO.
¿Cómo identificamos la buena predisposición erótica de un posible candidato sexual? ¿Por qué algunas veces estamos convencidos de que no atraemos a según qué persona y que en cambio hemos despertado el interés sexual en otra, sin haber entrecruzado una palabra? ¿Cómo es posible que algunos sujetos sean los últimos en detectar el interés de alguien hacia ellos, cuando todos alrededor lo ven de forma cristalina?
Es un fenómeno bien reconocido a través de los estudios de etólogos y psicólogos sociales que el ser humano obtiene más información de los comportamientos no verbales del emisor que del contenido semántico de lo que dice. Este principio es especialmente aplicable a los terrenos en los que el contacto visual no sólo predomina como forma inicial de comunicación, sino que puede ser el elemento decisorio a la hora de proceder a cualquier otra forma de contacto ulterior. Y como es evidente, el contacto visual es prioritario y determinante ante un eventual acercamiento erótico.
El libro de Flora Davis La comunicación no verbal, pasó por ser un superventas que en los años 80 puso de relieve la influencia de la conducta no verbal en la lectura que los receptores del mensaje realizaban. Aspectos como la mirada y el parpadeo, la disposición de los brazos en relación con el cuerpo, la posición de las manos y su entrenamiento en según qué formas de contacto táctil (por ejemplo, acariciar el borde de una copa, o dibujar el bordado del mantel con los dedos) podían implicar un mensaje ‘subliminal’ de la favorable disposición femenina al encuentro sexual.
El cerebro nota lo que el otro siente
En los últimos treinta años, la comprensión de las intenciones de los otros seres humanos tanto en los contextos de agresión como en el acercamiento erótico ha recibido gran atención, dado que se consideran procesos cardinales en la socialización del individuo. Las anomalías en el aprendizaje social, dificultades centrales en el autismo o en la esquizofrenia, podrían esclarecerse si comprendemos mejor cómo nuestro cerebro llega a atribuir una determinada intención a otro ser humano, a partir de datos sutiles extraídos de la expresión facial o de la postura corporal.
Esta capacidad neuropsiquiátrica de hacerse una idea íntima de lo que el otro siente y de sus previsibles intenciones hacia nosotros, es denominada ‘teoría de la mente’ y su principal valedor en los últimos veinte años ha sido Penrose. El mayor o menor desarrollo de esta habilidad podría explicar la variable capacidad de los individuos para percibir aspectos como la presencia de potenciales parejas sexuales disponibles y favorablemente predispuestas, así como para hacer lecturas correctas de la reacción producida en los otros.
Mediante distintas técnicas de neuroimagen se ha intentado elucidar qué áreas del cerebro se activan en condiciones normales y de enfermedad cuando se expone a voluntarios sanos y personas con enfermedades neuropsiquiátricas a las fotografías de personas eróticamente deseables. En concreto, un estudio publicado por investigadores belgas en la Universidad de Gante trata de responder a cómo el cerebro de los varones percibe y codifica un objeto sexual como deseable, de acuerdo con todos los estudios previos publicados hasta la fecha.
No obstante el proceso de aproximación erótica consentida a otro ser humano implica dos sucesos entrelazados: la referida percepción del otro como sexualmente deseable y la atribución de un probable recíproco interés sexual. Esta segunda parte es tan importante para muchos individuos que la anticipación del rechazo es justificación para ni siquiera propiciar el intento de encuentro.
¿Podrían evitarse las agresiones sexuales?
Los registros videográficos ralentizados permiten desentrañar qué reacciones del objeto sexual percibido, qué actos corporales y gestuales sutiles insinúan que el interés es correspondido o bien expresan toda ausencia de reciprocidad. Queda por esclarecer, sin embargo, cómo detecta y registra el cerebro humano estas señales de comunicación propiciatoria para el encuentro o aquellas que disuaden del mismo. De igual forma, aún indagamos el motivo por el que en algunas enfermedades, daños y personas, esta capacidad ‘lectora’ está distorsionada o directamente no existe.
En resumen, miramos para detectar a quien pueda atraernos y para contrastar si nuestro interés es correspondido. El análisis y comprensión de este juego de seducción tiene indudable valor en nuestras biografías íntimas, pero podría arrojar respuestas a preguntas intrigantes que trascienden al individuo y entroncan con preocupaciones que pululan en torno a temas tan alarmantes como la agresión sexual.
Así: ¿cabría entender mejor peculiaridades eróticas en las que prima la excitación ligada a uno solo de esos dos procesos, como ocurre respectivamente en el voyeurismo o en el exhibicionismo? ¿Podría reeducarse a quién confunde las expresiones de los otros para que no se precipite a acercamientos que cualquier observador neutro habría predicho serían rechazados, evitándose frustraciones y comportamientos violentos secundarios? ¿Ayudaría aplicar estos avances a impedir que sujetos llevados de sus equivocadas asunciones asedien o agredan a quienes malinterpretaron?
Por Javier Sánchez from elconfidencial.com 16/11/2011
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