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En Irak, 505 bases militares de Estados Unidos se quedan ahora a disposición del gobierno. ¿Aquel rumor de 2005 de que EE UU dejaría al menos 14 bases permanentes para ejercer de policía de Oriente Próximo? Quedó en el olvido. Hoy, las bases se quedan vacías. La mayoría han sido saqueadas por la población. Para otras, como Camp Victory, el gran palacio de Saddam Hussein en Bagdad, el gobierno tiene planes de reforma. Y las que se hallan en puntos estratégicos, como Basra, se van convirtiendo en instalaciones antes impensables, como hoteles.
Así es. Camp Bucca, que hasta 2009 era una prisión en Basra, es ahora un hotel. Cuesta unos 150 euros por noche, pero no se esperen un Ritz. Camp Bucca era, al fin y al cabo, una prisión de guerra, con sus alambradas de púas, sus rejas y sus celdas. La empresa iraquí Kufan Group ha aseado los barracones donde dormían los guardas (son tráilers, con habitaciones de seis metros cuadrados) y se los ofrece a los empresarios petrolíferos que ahora acuden a Basra por negocios.
Basra es una zona rica en crudo. Puede ser la región que ayude a Irak a resurgir económicamente en las próximas décadas. Por eso, las instalaciones militares que EE UU construyó allí son un preciado botín. Pero, ¿qué sucede en el resto de Irak? En zonas remotas del desierto, o en ciudades empobrecidas, las bases han quedado deshabitadas. Los iraquíes las han arrasado y se han apropiado de lo que han podido. Sobre todo, de los sistemas de aire acondicionado, que ahora se venden en los mercadillos de todo el país.
No crean que ese abandono no ha creado un debate aquí en Washington. Al fin y al cabo, el Pentágono es consciente de que está dejando atrás instalaciones que han costado miles de millones de dólares. Exactamente 2.400 millones, según un informe del gobierno norteamericano que pueden encontrar en este enlace. Esa cifra, tan abultada, incluye la mano de obra y material valioso que ha regresado ya a EE UU. Los despojos que ahora quedan en Irak se estiman en 400 millones de dólares. Son cosas mundanas, como letrinas, barracones o tráilers. Eso ha quedado como regalo para Irak, después de ocho años de guerra.
Hubo mucho material de EE UU en Irak. ¿Por qué? Algunas bases tenían en su interior aeropuertos, campos de fútbol, piscinas, cines y mercadillos. Se construyeron como si fueran a durar eternamente. Ese era precisamente el rumor en los pasillos del Capitolio hace seis años: que George Bush quería dejar al menos 14 bases permanentes en Irak, para contener a los iraníes y a Al Qaeda. Sólo en 2005, el Congreso norteamericano aprobó 1.200 millones para construir bases. Recuerden: dos años después de que Bush dijera aquello de “misión cumplida”. Con semejante actividad, es normal que los demócratas recelaran de las intenciones de Bush y compañía.
Bush, por su parte, negaba que las bases permanentes entraran dentro de sus planes. En diversos informes y comparecencias públicas, los generales, menos dados a las filigranas diplomáticas, admitían discretamente que había algunas bases -unas 14- que podrían ser “duraderas”. El problema, entonces, era decidir qué era una base “duradera”. ¿Duradera hasta que acabara la guerra o, como Guantánamo, en Cuba, capaz de aguantar más de un siglo? Como el Pentágono no contestaba a esa pregunta, los demócratas le preguntaban, insistentemente, al gobierno.
Hubo un intercambio especialmente tenso entre un congresista demócrata, Steve Rothman, y la Secretaria de Estado Condoleezza Rice, en la Cámara de Representantes, en abril de 2006. Ésta se negó a detallar las diferencias entre “permanente” y “duradero”, a lo que Rothman le espetó:
Llamarle a una base en Irak “duradera” en lugar de "permanente" no cambia nada... que usen la expresión "bases duraderas”, junto con la negativa de la Secretaria a negar categóricamente que vaya a haber bases permanentes allí, me lleva a concluir que este presidente quiere mantener a las tropas en Irak durante muchos años.
El problema, como era de esperar, se desbocó. Los supuestos planes de Bush no sólo causaron nerviosismo aquí en Washington, sino también en el propio país ocupado. En 2008, diversos legisladores de los dos mayores partidos chiíes de Irak, el Consejo Islámico Supremo y Dawa, acusaron a EE UU de poner como condición innegociable a su repliegue militar el permiso para mantener 58 bases permanentes en aquel país. Ya no eran 14, sino 58. El número seguía creciendo y junto con él, el enfado de la población civil.
Cuando el gobierno ya estaba en manos de Barack Obama, en 2009, éste trató de negociar que unos 3.000 soldados de EE UU se quedaran en Irak para apuntalar al nuevo gobierno. Y deberían quearse, claro, en una base. Pero Bagdad se negó a ofrecer inmunidad a esas tropas. Finalmente, ni una, ni 58, ni 14. EE UU se marcha ya. Le quedan días. No deja atrás bases permanentes (o duraderas). El traspado de perfil más elevado ha sido el de Camp Victory, del que escribía recientemente Ángeles Espinosa. De todo lo demás, la presencia de EE UU en Irak es ya casi un recuerdo.
Por: David Alandete from blogs.elpais.com 07 de diciembre de
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