La cúpula del Partido Comunista emprende una cruzada contra la ostentación de riqueza ligada a la corrupción para que no amenace la supervivencia del régimen.
Los tiburones están de enhorabuena. Los escualos se han convertido en uno de los grandes beneficiados de la campaña anticorrupción puesta en marcha por la nueva generación de líderes llegada a la cúpula del Partido Comunista Chino (PCCh) en noviembre pasado, y que se ha intensificado en los últimos meses.
La aleta de tiburón se utiliza en China para elaborar una sopa muy apreciada y cara pero insípida, que era plato obligado en muchos banquetes oficiales en China. Pero la disminución de estas celebraciones, debido a la lucha contra la corrupción y el despilfarro en la Administración impulsada por el presidente chino, Xi Jinping, ha provocado una caída de la demanda, que ha afectado a los restaurantes de lujo en China continental y a muchos negocios en Hong Kong, que suministran la aleta a hoteles y locales al otro lado de la frontera.
La reciente condena a cadena perpetua del exdirigente comunista chino Bo Xilai es el mayor exponente de la campaña contra la corrupción. Pero es solo la punta del iceberg. Pekín ha acelerado la batalla contra esta lacra, que, según ha reconocido el propio Xi Jinping, amenaza la supervivencia del PCCh. El último tigre (alto cargo sospechoso) en ser cazado ha sido Ji Jianye, alcalde de Nanjing, capital de la provincia oriental de Jiangsu y una de las principales ciudades de China, investigado por sospechas de que “violó la disciplina del partido y la ley” —eufemismo de corrupción—, según aseguró el jueves pasado el órgano de supervisión del PCCh.
“Xi Jinping considera la lucha contra la corrupción un requisito para la continuidad del partido, la ha convertido en clave para su vida política”, afirma Hu Xingdou, profesor en la Escuela de Humanidades y Ciencias Sociales del Instituto de Tecnología de Pekín. “Xi tenía que hacer algo debido al caso Bo Xilai y el creciente resentimiento en la sociedad sobre la corrupción de los funcionarios. Los empresarios están también cada vez más hartos de tener que pagar sobornos y hacer regalos para que las cosas avancen”, dice Jean-Pierre Cabestan, director del departamento de Gobierno y Estudios Internacionales en la Universidad Baptista de Hong Kong.
Hasta ahora, han sido anunciadas la investigación o la detención al menos de nueve funcionarios de alto nivel, incluidos tres miembros de Comité Central del PCCh, que está integrado por 376 personas. Entre ellos, figuran Liu Tienan —exsubdirector de la influyente Comisión Nacional de Reforma y Desarrollo— y varios antiguos ejecutivos de China National Petroleum Corporation (CNPC) —el mayor productor de petróleo del país—- como Jiang Jiemin, que fue su presidente y era responsable de la comisión que supervisa a las empresas estatales. La investigación en CNPC parece ser la mayor llevada a cabo en una compañía pública en años.
El movimiento ha alcanzado a numerosos empleados gubernamentales de menor rango y a las multinacionales extranjeras instaladas en China —en particular del sector farmacéutico, algunos de cuyos directivos han sido detenidos—, y ha afectado a sectores de la economía, como licores y alimentos, que son regalados habitualmente a funcionarios a cambio de influencia y favores, y automóviles.
Fabricantes de coches de lujo y deportivos como Bentley y Lamborghini, y otras firmas exclusivas como Louis Vuitton Moët Hennessy y Burberry han advertido sobre un frenazo significativo de sus ventas en China el último año, en parte debido a las medidas contra el gasto excesivo y los sobornos. La demanda de coches de lujo, que se han erigido en un símbolo de la corrupción en China, es especialmente sensible a la campaña.
Otro tanto ha ocurrido con los pasteles de luna —regalo típico durante el festival de Mediados de Otoño, celebrado este año el 19 de septiembre— en su modalidad más lujosa. La Comisión Central de Inspección de la Disciplina —el organismo interno de vigilancia del PCCh— prohibió la utilización de dinero público para comprar este dulce relleno de pasta de semilla de loto o judía roja, que, aunque en sí mismo es relativamente barato —100 yuanes (12 euros) por ocho piezas—-, es también regalado con relleno de aleta de tiburón o láminas de oro, e incluso acompañado de un par de palillos de plata, para sobornar de forma discreta a los funcionarios. Algunos licores de gama alta también se han visto muy afectados. El precio se ha desplomado este año en algunos casos hasta la mitad. El baijiu —alcohol blanco—, sobre todo sus modalidades más caras, como el Moutai, es ofrecido en los banquetes oficiales y como regalo.
La Comisión de la Disciplina también urgió a los ciudadanos a que denuncien a los miembros del partido y empleados de empresas estatales que hayan gastado dinero público en regalos, banquetes, viajes y artículos de lujo durante las festividades del Día Nacional, el 1 de octubre. La prensa estatal ha publicado que serán instalados GPS en los coches oficiales para evitar su uso particular y los militares serán auditados antes de poder jubilarse o ser ascendidos. China figura en el puesto 80 de 176 países y territorios en la clasificación de corrupción de Transparencia Internacional. Una posición más alta indica un sector público más limpio.
Pekín ha anunciado campañas contra la corrupción anteriormente, que han tenido poco éxito. La actual parece tener más garra. “Los parámetros anunciados son más amplios que en otras campañas en el pasado, pero que tenga un gran efecto dependerá de hasta qué punto la cúpula en Pekín es capaz de lograr el apoyo de las filas inferiores de la jerarquía política”, explica Barry Sautman, politólogo en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong.
Algunos críticos creen que la campaña puede estar siendo utilizada con fines políticos, debido a luchas internas de poder, y que, en cualquier caso, la corrupción está tan enraizada en China que una limpieza real no será posible mientras no lleve a cabo difíciles y profundos cambios políticos. “Sin reformas políticas no será posible eliminar la corrupción, e incluso con ellas será duro, porque hay tanto dinero para sobornar a los votantes, jueces y funcionarios. Será una batalla larga. Basta mirar a India o Indonesia, aunque eso no significa que el sistema de un solo partido sea mejor. Un organismo anticorrupción realmente independiente y una prensa libre ayudarían sin duda, pero eso solo sería el principio de la lucha contra la corrupción, no el final”, dice Cabestan. Zhang Ming, profesor en el departamento de Estudios Internacionales en la Universidad del Pueblo de Pekín, coincide: “La campaña solo puede funcionar a medias, porque la corrupción es un fenómeno muy complejo en China. Las reformas políticas serían una buena vía para luchar contra ella, pero no hay que pensar que resolverían el problema de forma inmediata”.
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