miércoles, 8 de enero de 2014

Túnez muestra otro camino político

 
 
Frente al caos de Libia y la deriva de Egipto, el país desarrolla una transición dialogada y empieza a aprobar una nueva Constitución de vanguardia en la región.
 
 
Pese a los sobresaltos por los que ha pasado, Túnez fue casi siempre un contrapunto a sus vecinos de Libia y Egipto donde la primavera árabe desembocó en el caos o en un golpe de Estado militar, en ambos casos con grandes dosis de violencia.
Desde el pasado fin de semana los partidos políticos tunecinos han afianzado esa trayectoria de negociación y pactos para empezar a aprobar la primera Constitución democrática del más pequeño país norteafricano que accedió a la independencia hace 57 años.
La Carta Magna contiene innovaciones atrevidas en el contexto árabe como la renuncia a que la sharía (ley islámica) sea fuente del derecho. Su artículo 6 garantiza además no solo la libertad de culto, reconocida en muchos países islámicos, sino la de “conciencia y de creencia”, es decir la posibilidad para un musulmán de renunciar a su fe y cambiar de religión. La apostasía figura en el código penal de casi todos los países árabes incluidos los más tolerantes.
La Asamblea Nacional Constituyente (ANC) de Túnez inició el viernes la adopción de la Constitución que debería de haber acabado hace ya más de un año. Ahora se ha dado de plazo hasta el 14 de enero, el tercer aniversario de la revolución tunecina. Ese día de 2011 el dictador Ben Ali se vio obligado a huir del país y exiliarse en Arabia Saudí.
“Hemos llegado al momento decisivo de un largo proceso cuyo objetivo es poner los cimientos de un Estado democrático”, declaró, el viernes pasado al inaugurar la sesión, Mustafa Ben Jaafar, presidente la ANC.
Los 217 miembros de la ANC, en la que el partido islamista moderado Ennahda posee el 40% de los escaños, deben aprobar por mayoría simple, en los próximos nueve días, los 146 artículos de la Constitución y examinar unas 250 enmiendas en sesiones maratonianas como la del sábado que acabó pasadas las once de la noche. El domingo, sin embargo, una pugna verbal entre un parlamentario de Ennahda y otro del Frente Popular (izquierda), Mongi Rahoui, amenazado de muerte por los salafistas, obligó a interrumpir la sesión.
Al final todos ellos deberán sancionar la Ley fundamental por una mayoría de dos tercios. Si no se lograse la Constitución sería sometida a referéndum, pero el consenso alcanzado entre islamistas y laicos hace suponer que no será necesario.
“Túnez es un Estado libre, independiente y soberano, su religión es el Islam, su lengua el árabe y su régimen la República”, reza el texto del primer artículo ya aprobado. No es un Estado laico, pero tampoco es la sharía, como pretendió Ennahada en 2012, la que inspirará el derecho. Dos enmiendas, presentadas por diputados islamistas no miembros de Ennahda, que querían convertir al Corán en la “fuente principal de la legislación”, fueron rechazadas.
Los debates están siendo animados en el hemiciclo hasta el punto que el diario La Presse lo compara “con un ruedo salvaje en el que los golpes bajos están permitidos”. La adopción de la libertad de conciencia, denunció a gritos Azed Badi, del partido islamista Wafa, permitirá a “los seguidores de Satán, a los idolatras, organizar manifestaciones públicas para difundir sus creencias”.
El artículo 6, que reconoce la libertad de conciencia, también estipula que el Estado es “el protector de lo sagrado” lo que se interpreta como que blasfemias o viñetas religiosas que representen a Alá o a su profeta, Mahoma, quedarán prohibidas. La Liga Tunecina de Derechos Humanos ha expresado algunas reservas. Varias ONG internacionales, como Aministía Internacional y Human Rights Watch, también han reivindicado que la nueva Constitución consagre la primacía de los convenios de derechos humanos ratificados por Túnez sobre las leyes nacionales.
La adopción a marchas forzadas de la Constitución es una de las facetas de los acuerdos alcanzados en otoño entre Ennahna y parte de los laicos gracias a la mediación del poderoso sindicato UGTT. Prevén también la dimisión –antes del próximo jueves- del actual Gobierno, encabezado por el islamista Ali Laarayded, y su sustitución por uno independiente, dirigido por el que es hasta ahora ministro de Industria, Mehdi Jomaa. Su principal tarea será organizar, a principios de este año, unas elecciones libres como lo fueron las de octubre de 2011.
Si se cumple esta hoja de ruta Túnez habrá culminado su transición política, que pareció descarrilar tras los asesinatos, en febrero y julio de 2013, de dos célebres diputados izquierdistas, Chokri Belaïd y Mohamed Brahmi, por extremistas religiosos. Persistirá, sin embargo, el que empieza a convertirse en su principal problema, por lo menos a ojos de Occidente: la aparición de un terrorismo islamista.
Desde hace ya un año subsiste un foco de guerrilla islamista en la sierra de Chaambi, cerca de la frontera con Argelia, y los ultra radicales también han golpeado en las ciudades. La anarquía que impera en la vecina Libia es una amenaza para un país frágil como Túnez.

 

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