"Los hombres subliman, las mujeres aman", me dijo una amiga psicoanalista con quien nos reímos mucho de nuestros romances locos y de las desventuras de amores truncos. Sublimar es un término acuñado por Freud para explicar la manera en que canalizamos la pulsión sexual hacia actividades desexualizadas, como el arte o la tarea intelectual.
De ahí nuestra reducción de charla de café a que los hombres son más propensos a desviar su libido hacia su obra, su trabajo, sus tretas financieras o artísticas y las mujeres, en cambio, volcamos nuestro impulso erótico en lo sentimental.
Claro que nosotras también creamos, y con la misma gasolina -la energía sexual- que los hombres, pero nuestra obra no completa los mismos agujeros que el amor.¿Será que las mujeres somos un metafórico hueco al que tampoco rellena totalmente el amor y que de esa falta nace la forma de nuestra creatividad y de nuestra afectividad?
Aquello de la cultura popular que habla de venir de Venus o de Marte, según el género, contiene algunas de estas razones un poco más reflexionadas por los pioneros de nuestro subconsciente. Así es que, para ponerle un poco de humor a lo inexplicable de las relaciones humanas, la atracción y el apego, queremos elaborar una lista de experiencias, sensaciones y arbitrarias instrucciones para sobrellevar elegantemente el dolor del despecho o para que dure el menor tiempo posible.
Hay que tener en cuenta que deberemos desalojar al objeto erótico de las dos dimensiones en las que nos enamoramos: la espiritual y la del mismísmo cuerpo (que por un tiempo se nos queda habitado).
La primera sugerencia para el alma es la de preguntarnos si no será cuestión de hacer el camino inverso al del hombre y reconocer el deseo profundo que habíamos escondido en la ilusión romántica, por ejemplo. Para el cuerpo, nada mejor que ir a nadar o a correr o a hacer yoga, antes de ponerse el mejor escote y mudar de piel, aunque solo sea piel pasajera, de transición... En fin, volver a jugar lo antes posible.
En esto del amor y el desamor, sabemos todos la inmensa carga de subjetividad que cada una de las partes pone en el relato de las emociones y las razones propias y ajenas (que casi nunca son las explícitas). De esto hablamos largo y tendido aquí.
Si partimos, entonces, del hecho de que todas las explicaciones serán relatos más o menos ficcionales sobre lo que nos pasa o les pasa, y como no sabemos cómo se levanta un hombre después del rechazo, intentaremos unas reflexiones y alguna tarea para el hogar de la mujer despechada, que las lectoras y los lectores podrán completar con sus propias experiencias y recetas.
1. Indagar qué fuerte deseo verdadero nos impulsa en este momento de nuestra vida. Muchas veces, el galán enmascara un deseo profundo que nos hemos impedido reconocer y que había quedado tapado en la maraña de nuestra ilusión romántica. Pues, ha llegado la hora de verse cara a cara con lo que piden las tripas, más allá de la postal romántica: por ahí andarán impulsos profesionales, artísticos, laborales y otros insuperables afectos. Una idea: dejar de proyectar en él lo que queremos hacer nosotras.
2. No revisar viejos chats ni cartas en busca de lo que pudo ser y no fue, ni de pistas de su desamor o de nuestras 'metidas de pata'. Nada de rebobinar para autoinculparse. Lo que pasa es lo que hay.
3. Por supuesto, dejar de prestar atención a sus conexiones de WattsApp o a su muro de Facebook y a los/as que comentan o le 'gustean'. Tampoco vale preguntarse a quién le dice lo que pone o ver cuántas horas o minutos lleva desconectado. En este territorio del horror de la vigilancia, cuento con el testimonio de un amigo al que una novia le controlaba el horario al que había tomado el metro (mirando el sello en el cartoncito) y lo que demoraba en llegar a casa. Una vez finalizada la relación, ella comenzó a hacerle comentarios sobre su actividad pública en internet, con minutos y segundos cronometrados.
4. Nada de obsesiones. El mundo virtual es tan amplio y portable que nunca acertaremos con ninguna suposición acerca de lo que sucede al otro lado del monitor.
5. Siguiendo el lema de que los celos son como construir el paraíso para quedarse afuera, mejor alejar cualquier fantasía no solo de lo que pasa al otro lado del ordenador sino también de lo que ocurrirá, en este preciso momento, en la vida real y el corazón del 'adversario' del amor.
6. No revisar las mejores fotos del romance hasta que estemos completamente en otra etapa y podamos verlas con la distancia del coleccionista de 'exes'.
7. Volviendo a temas serios, conviene no ahondar en las supuestas razones del otro, porque todo es relato construido (aun cuando el otro crea de que se trata de la más objetiva de las verdades). La mayoría de las veces, esas razones no tienen que ver directamente con nosotras ni con nada que pueda explicarse, sino con sus neurosis (entendiendo la neurosis como esa manera individual de organización de la psique de todos los seres humanos).Y para que quede claro que respetamos su/s neurosis (y las nuestras), diremos que todos tenemos derecho a padecerlas, disfrutarlas y/o quererlas y defenderlas (y si no, miren lo que ha hecho Woody Allen con la suya).
8. Volver a jugar, lo antes posible. Para desalojar al ex del cuerpo, nada mejor que ponerse otras pieles encima de la suya. Banalidad, sí, pero que a veces sirve hasta que uno recobra la sensatez. Entonces, sí, vestirse sexy y dejarse contagiar por otro deseo, volver a sentir que provocas ganas y jugar con esas sensaciones. Me pasó una vez en un vuelo Lisboa-Madrid, de donde regresaba con una cierta sensación de derrota emocional: cuando subí al avión, vi a un chico guapísimo sentado en mi asiento; le indiqué que era el mío, porque "yo siempre elijo pasillo para sentirme libre de salir, bla, bla..." y él se movió hacia la ventanilla, como haciéndome saber que no necesitaba tanta explicación de mi neurosis. Así que me callé todo el resto del viaje. Era verano, disimuladamente mejoré el escote en función de su perspectiva y pronto las respiraciones fueron acompasándose. En algo más de una hora, que es lo que dura el vuelo hasta Madrid, fuimos transitando un erotismo sin gestos exteriores visibles, compartiendo las ganas sin palabras, sintiendo incendiarse nuestros brazos sin rozarse, totalmente en las nubes y con la sangre bullendo. Cuando llegamos, esperando las maletas, nos presentamos y me acompañó a casa, aunque él estaba de paso: otro trayecto con la respiración agitada que quedó sin resolución, porque nos despedimos en la puerta de mi edificio, con un beso corto en los labios y la promesa de una vuelta suya a la ciudad, la semana entrante. Al siguiente jueves, cuando volvió a Madrid, creo que la cita fue tan romántica y hermosamente apasionada por las muchas ganas y por tanto morbo acumulado desde Lisboa, en el avión con olor a plástico, en el pulcrísimo coche de alquiler (daba lo mismo si era el metro) y en los mensajes intercontinentales de texto y sed que la antecedieron.
9. Para seguir desalojando a alguien del cuerpo: bailar.
10. Para seguir desalojando al otro del cuerpo: volver a disfrutar de la masturbación, una actividad que solemos abandonar cuando nos viene la penita de amor.
¡Buenos desamores y larga vida!
Por: Anne Cé | 17 de enero de 2014
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