jueves, 2 de enero de 2014

La obsesión por ser blanco

 
 
UNA MODA QUE MUEVE MILLONES DE EUROS EN ASIA


Corre para protegerse del sol y llegar a tiempo al trabajo. Sombrilla en una mano y bolsa con el set de maquillaje y la comida en la otra. El color de su piel es de un blanco fantasmagórico. “Soy más guapa con la piel blanca”, dice. Es Sara Ignacio, manileña y encargada en una tienda de cosméticos para jóvenes. “Me haría más feliz si la tuviese aún más blanca”, confiesa a El Confidencial. Su caso no es único.
 
El 70% de las mujeres filipinas utilizan cosméticos a diario para aclararse la piel. “La crema que más vendemos es este 3 en 1. Blanqueadora, protectora solar y anti oscurecimiento. Cuesta 18 euros y las chicas suelen venir a comprarla los días 15 y 30 de cada mes, que es cuando se cobra”, resume Sara Ignacio, orgullosa de la crema que vende, un producto que logra que las personas se sientan más atractivas. Quizás pueda calificarse de obsesión, pero no es nada comparado con lo que sucede en el resto de Asia. El mercado de la industria del blanqueamiento mueve más de 9.000 millones de euros, según un estudio de mercado de Synovate realizado en 2006, entre pastillas, cremas, láser o cirugías que prometen aclarar dos o tres tonos la tez.
 
El antiguo proverbio chino “una blancura cubre tres fealdades” ha dejado poso en la sociedad asiática moderna. “De toda Asia, a los filipinos es a quienes más nos gusta la piel blanca porque somos los más morenos de todo el continente”, afirma con convencimiento la dermatóloga María Alma Pérez de León. Y así lo prueban las pieles del color de la tiza de las numerosas pacientes sentadas en la sala de espera de su clínica en Makati, el barrio financiero de la capital. Atiende a alrededor de quince mujeres al día y cada una de las sesiones de 30 minutos para aclararse cuesta 100 euros. 
 
 
Gastarse el 25% del sueldo en ser más pálida
 
Shella D. trabaja en un hotel. Tiene 30 años y lleva quince aclarando su piel con tratamientos. Se gasta el 25% de su sueldo en conseguir lo contrario que persiguen las mujeres occidentales: la palidez. “Estoy de cara al público y sé que voy pareciendo más atractiva a medida que pasan los años y voy teniendo la piel más blanca. Me gusta que, con los tratamientos de belleza que me hago, se note la marca entre la cara más clara y el resto del cuerpo más oscuro”, explica a este diario. “Los hombres prefieren a las mujeres con la piel más clara que ellos”, sentencia.
 
La obsesión filipina con la blancura también puede interpretarse como un reflejo del estatus económico. Norman A. Tilos, especialista en desarrollo social, lo explica para El Confidencial remontándose a la historia del país. “Los que tienen la piel oscura, quemada por el sol, eran campesinos que trabajaban en la montaña. Sólo los suficientemente ricos, en este caso los españoles, podían permitirse el lujo de quedarse en casa, protegidos del sol, mientras sus empleados se asaban trabajando los campos de arroz. La piel blanca es percibida como algo noble y aristocrático”.
 
La llegada del cine y la publicidad occidental también ha ayudado a impulsar la idealización de la piel blanca como más atractiva y deseable. Marinela De Austria, contable en la treintena, no tiene ninguna duda. “Es algo impuesto, porque la mayoría de los actores, actrices y modelos que vemos aquí son blancos y son un referente de belleza. Son los que vemos en la publicidad. Físicamente parecen mestizos, una mezcla entre europeo y filipina que, en teoría, es el ideal de belleza aquí”. Cautivados por la publicidad, las telenovelas y las películas más exitosas, que muestran modelos de tez clara con un cutis perfecto, los filipinos se pelean por adquirir el último producto para tener una imagen un poco más occidental.
 
Norman A. Tilos, va más allá: “La mentalidad colonial española o caucásica pervive de alguna forma hoy en las mentes de los filipinos. Es algo inconsciente. Cualquier cosa que no sea filipina, es superior. Un producto importado aquí es mejor”.
 
 
“Si ganara más dinero me haría un tratamiento”
 
Aunque el afán por blanquearse la piel cruza el espectro social, es entre las clases medias donde la industria tiene más adeptos. Mercy, una modista de 50 años que reside en Manila, ve a las mujeres con la piel más blanca “siempre más guapas que las morenas”. “Si ganara más dinero me haría algún tratamiento”, confiesa.
 
La dermatóloga María Alma Pérez de León no sólo hace felices -dice- a sus pacientes rebajándoles dos o tres tonos el color de la piel, ella también se somete a la terapia. “Aunque yo tengo la piel clara, quiero tenerla más clara, y más fina. Y sí -dice con rotundidad-, entre dos mujeres muy guapas, si una tiene la piel más oscura que la otra, a mí me parece siempre más bella la blanca”.
 
Precisamente esto es lo que más critica el experto en desarrollo social Norman A. Tilos. “El estigma sigue ahí, en la cabeza. No es explícito, está en el subconsciente pero está, incluso en las personas cultas. Cuando eres oscuro recuerdas históricamente a algo y se convierte en un estereotipo. Y al contrario”. Y éste filipino trae a la conversación un claro ejemplo: “Nuestro vicepresidente, Jejomar Binay, es moreno y la gente hace bromas en la calle o en los medios sobre su tono de piel. No se presta atención a que seas moreno o no, pero si se hace algo malo eso sale”.
 
 
Una industria millonaria con una publicidad agresiva
 
La del blanqueamiento es una industria millonaria que crece a pasos agigantados. Mientras los dermatólogos convencen con cirugías y pastillas, los centros de belleza lo hacen con masajes y tratamientos que aclaran la piel. También los estantes de los supermercados rebosan de productos que prometen convertirte en blanco.
 
“Resulta irónico que en un mundo tan políticamente correcto como en el que vivimos, en el que no se llaman a las cosas por su nombre, esta industria es tan agresiva que hasta en el lenguaje usa directamente white o blanco, no tibiezas como fair o clara. No pierden el tiempo con el mensaje. Van directos. Antes fue el colonialismo, ahora es la publicidad, que es la que realmente promueve la idea de que ser blanco es mejor”, sentencia Norman A. Tilos.
 
Las mismas marcas internacionales como L’Oreal, Dove y Nivea, que prometen en Europa pieles doradas como la miel, hacen lo propio en Asia con una piel blanca como la leche. A Reena V. Rodrigo, alta ejecutiva de la parafarmacéutica Watsons, le avalan más de 33 millones de euros anuales en ventas en este tipo de productos. “Todo lo que es blanqueante se vende muy bien aquí. Nuestras pastillas de jabón son las más demandadas y los productos para hombres crecen de forma vertiginosa”, explica.
 
En supermercados de cualquier parte de Filipinas pueden encontrarse todo tipo de lociones, pulverizadores y, entre las cremas, se venden incluso las que aclaran los pezones o prometen una epidermis más reluciente y joven en las zonas íntimas, sin olvidar desodorantes que blanquean la axila.
 
 
Mujeres desfiguradas por productos ilegales
 
Internet está lleno de tutoriales sobre cómo aclarar la piel con productos, entre los que se incluyen potentes químicos o la venta online de cosméticos que en Europa están prohibidos al considerarlos cancerígenos. Algo que para la dermatóloga María Alma Pérez de León es desaconsejable. “Juegan con fuego. Es muy peligroso”, advierte.
 
La Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA, en sus siglas en inglés) publicó hace seis meses una lista de once productos en la que se alertaba de que sus “niveles de mercurio eran superiores a los permitidos”. Hay mujeres de escaso poder económico desfiguradas tras el uso de productos ilegales. A la consulta de esta dermatóloga llegan pacientes con la cara cubierta, víctimas del veneno en la piel. “Somos el tercer mundo y no todos pueden permitirse un buen tratamiento, y utilizan una crema que viene de China que contiene mercurio y glutatión que aclaran muy rápido la piel. Aquí se llama crema mágica y vale un euro. Si provoca una reacción alérgica en tu organismo, aparece enseguida una especie de telaraña alrededor de las venas y la consecuencia es el efecto contrario: se oscurece más de lo que estaba al principio”, cuenta.
 
Marianela de Austria, consultora, asegura no obstante que es fuerte ante la presión de la publicidad y los medios “Yo no uso cosméticos, ni me he sometido a ningún tratamiento quirúrgico. Me gusta mi piel. Hay que tener cuidado con lo que haces con ella. Puedes dejar de ser tú”. Sin embargo la encargada de tienda, Sara Ignacio, huye de teorías sobre el color de la piel. Es, fundamentalmente, pragmática: “Cuando los empresarios buscan empleados tener la piel más blanca supone una ventaja. Yo lo estoy disfrutando".

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