La trama no estaría fuera de lugar en un comic de Tintín: un
alcalde francés, un alpinista, una historiadora, un acaudalado comerciante de
piedras preciosas judío de Londres y las tenues conexiones que todos tienen con
una bolsa de gemas perdidas y luego descubiertas en la cima de Mont Blanc.
La historia comienza temprano en la mañana del 24 de enero de 1966, con el
vuelo de Air India 101 iniciando su descenso hacia el aeropuerto de Ginebra. El
piloto había calculado mal la altitud y el Boeing 707 iba en dirección a la cima
de Mont Blanc, la montaña más alta de Los Alpes.
Todas las 117 personas que iban a bordo murieron cuando el avión se
estrelló.
"Dejó un enorme cráter en la montaña", dijo el primer guía que llegó a la
escena. "Todo estaba completamente pulverizado. Nada se podía identificar,
aparte de unas pocas cartas y paquetes".
Aunque aún quedan pedazos de metal retorcido en las grietas del pico, a lo
largo de los años han sido recogidos muchos restos de la aeronave, incluida una
bolsa diplomática y el buje de una rueda.
No obstante, pasó medio siglo antes de que el lugar del accidente revelara su
mayor secreto.
Esmeraldas, zafiros y rubíes
Entre los escombros ardientes que se esparcieron por todo el glacial había
una pequeña caja que contenía 100 piedras preciosas -esmeraldas, zafiros y
rubíes- y que voló por los aires antes de que el hielo se la tragara.
La caja se hundió en el glaciar y sólo volvió a aparecer 47 años más tarde,
en las manos de un alpinista local que llegó a la gendarmería local.
Los gendarmes anunciaron la decisión del alpinista de no quedarse con el
tesoro que encontró, cuyo valor estimado es de US$345.000.
"Pueden ver que él es muy honesto", declaró el jefe de gendarmes Sylvain
Merly. "Era un montañista y no se quería quedar con algo que le pertenecía a
alguien que había muerto".
Merly le llevó las gemas a Eric Fournier, alcalde de Chamonix (Alta Saboya),
quien las guardó en una bóveda mientras informaban del hallazgo.
De aquí para allá
Cuando la historia salió a la luz, los periodistas se avalanzaron y
escarbaron en busca de más detalles, pero estos empezaron a escasear.
Al tratar de conseguir permiso para filmar las gemas para un reportaje de la
BBC, el alcalde Merly respondió que ya no le era posible discutir la historia
con periodistas y que había que consultar al prefecto del departamento de
Savoya, en Annecy.
La prefectura dijo que no tenían nada que ver con la investigación y me mandó
a donde François Bouquin, jefe de la oficina del alcalde de Chamonix. Bouquin
dijo que la alcaldía ya no estaba dirigiendo la pesquisa y me mandó a la corte
de Bonneville.
La corte de Bonneville me dirigió a la corte de Albertville que, confundida,
me envió de vuelta a Bouquin, quien respondió que, pensándolo bien, no estaba
seguro de cuál corte estaba a cargo.
Tras llamadas repetidas y muchas horas a la espera escuchando conciertos de
violín de Mozart por teléfono, pude señalarle a Bouquin que había hablado con
todas las personas que él había sugerido.
Finalmente me dio una respuesta: "No le quiero tener que decir 'no', pero
usted no puede ver las piedras preciosas. En este momento, es cuestión de
seguridad. Estamos adelantando nuestra propia investigación sobre el caso. No
nos parece que los medios sean útiles o necesarios en este momento".
Logré, sin embargo, persuadirlo de que me mandara dos fotos de lo que él
llamaba "el tesoro", en las manos del alcalde, aunque envuelto en bolsas blancas
y gruesas de la policía.
50-50
"¡Es tan francesa esta historia!", exclamó Françoise Rey, una historiadora
local y autora de "Colisión en el Mont Blanc", un libro sobre los dos accidentes
de Air India. "¡Uno pide que le muestren las piedras preciosas y le mandan una
foto de ellas en una bolsa!".
Rey conoce al alcalde así que fue a almorzar con él y discutieron la
posibilidad de ver el tesoro. Pero ella, como tantos otros, fracasó.
Rey está convencida de que Fournier y el alpinista llegaron a un acuerdo de
dividirse el botín 50-50 mucho antes de revelar la existencia de las gemas. Bajo
la ley francesa, hay una ventana de dos años, explica.
"Si no se encuentra al dueño en ese tiempo, el alcalde de Chamonix se
quedaría con una mitad y el alpinista con la otra".
"Estoy segura de que les interesa quedarse con las piedras preciosas y no
harán nada para ayudar a las familias o al dueño a probar que son de ellos",
opina.
Fournier, quien está en plena campaña por las elecciones locales, no estaba
disponible para responder preguntas, así que Bouquin habló en su nombre.
"La idea de que hicimos un trato es completamente loca. No hay un acuerdo. Ni
siquiera sabemos quién encontró las gemas. Hay una ley y un proceso que debe
seguirse y eso es todo".
La carta clave
En 1990, cuando Rey estaba haciendo la investigación para su libro, le dieron
acceso a un expediente criminal copilado por la corte local de Bonneville, que
contenía muchos documentos recopilados tras el accidente.
Revisando sus notas, Rey descubrió algo asombroso. En anotaciones entre las
páginas hay detalles de un documento de un seguro en el que se reclamaban unas
gemas perdidas destinadas para un hombre que vivía en Londres.
Ella había anotado el apellido: Issacharoff.
Desafortunadamente, sin embargo, no apuntó la inicial del nombre del
demandante. "Vi la letra. No la tengo pero la vi. Estoy segura de que hay muchos
más detalles en esa carta. Lo primero que hay que hacer es ir a encontrarla,
pero ha sido muy difícil".
Como el expediente no se hará público por 75 años, lograr acceso al archivo
implica un proceso largo, que Rey apenas acaba de empezar, y no sabe cuánto
tiempo durará.
Recuerdos sin pruebas
Una rápida búsqueda en internet revela que la familia Issacharoff es una de
las más grandes y antiguas de mercaderes de piedras preciosas en Reino
Unido.
Esta familia judía de origen ruso empezó a comerciar en 1930 y el negocio
creció hasta que llegó a ser el más grande importador de importadores de piedras
preciosas de colores del país.
"El paquete es nuestro", me dijo inmediatamente Avi Issacharoff, director de
Henig Diamonds, cuando lo llamé por teléfono, y me invitó a su oficina para
discutir los detalles.
Lo encontré detrás de varias puertas blindadas en las profundidades del
distrito de los diamantes de Londres, Hatton Garden.
Me dijo que se acuerda de su padre hablando del accidente y del alivio de
toda la familia porque ningún familiar estaba en el avión cuando se estrelló con
la montaña: normalmente, cuando la familia hacía una adquisición de ese tamaño,
uno de ellos iba a recogerla en persona, explicó.
Aunque su padre sigue vivo, sufre de demencia, por lo que ya no recuerda los
detalles exactos.
"Consultamos a nuestros abogados, pero nos dijeron que no teníamos ningún
chance de recuperarlas. No tenemos récords de hace 50 años. La única manera de
probar que es nuestro es que sabemos que nuestro nombre está escrito en el
paquete".
¿Estos o los otros?
Pero los Issacharoff de Londres no son los únicos en reclamar las gemas como
suyas.
Otro grupo de Issacharoffs de España, que no son familiares pero
aparentemente también son comerciantes de piedras preciosas, supuestamente están
pidiéndoles a las autoridades francesas que les permitan ver la carta de la que
habla Françoise Rey.
Bouquin, en la oficina del alcalde, dice que él ha visto el paquete en el que
estaban las gemas y que "quizás esa posible identificar el nombre, pero es muy
difícil verlo: ha estado 50 años bajo el hielo".
Entretanto, los días y los meses van pasando.
Patrick Bodenham BBC Última actualización: Domingo, 23 de marzo de 2014
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