Come proteínas. (iStock)
Aunque son esenciales en una dieta equilibrada, esto no significa que debas abusar porque en exceso pueden causar una serie de trastornos que podrían conducir a otras enfermedades
Las proteínas consisten en largas cadenas de aminoácidos y son esenciales en una alimentación equilibrada, porque además de dar energía y hacernos sentir más saciados contribuyen en algunas funciones vitales como la construcción y reparación de músculos o el fortalecimiento del sistema inmunitario. "Con el fin de obtener todo lo que se necesita, que son los que no están sintetizados en el hígado, es importante incluir una variedad en las diferentes fuentes, especialmente para aquellos que siguen una dieta vegetariana", recomienda el dietista y nutricionista Kaleigh McMordie.
Para establecer qué ingesta diaria de proteína es la recomendable, se deben tener en cuenta algunos factores, como la cantidad de sudor producido o el funcionamiento del sistema digestivo. Sin perjuicio de estos indicadores, existen pautas generales que se utilizan como parámetros. "La dosis diaria de un adulto para prevenir posibles deficiencias en su salud varía de 50 a 62 gramos por día", advierte McMordi.
Lo que te puede pasar
Vas a estar de mal humor. Cuando se exceden los límites y se toman demasiadas proteínas, el organismo entra en en un proceso en el que envía una serie de señales a las que se debe prestar atención. Uno de los primeros indicadores de que has ingerido demasiado es el estado de ánimo. Para estar mejor y sonreír, puedes tratar de entender cuándo reemplazas demasiados carbohidratos con proteínas y reequilibrarlo todo. Eso no significa hincharse a pizza o pasta, sino centrarse en fruta, yogur, arroz o avena.
Comer todos los alimentos de forma equilibrada es la clave para una buena salud
Además, puedes sentirte como que te cuesta pensar las cosas claramente. Sentirse cansado y desconcentrado puede ser un signo de haber ingerido demasiadas y de tener un déficit relativo de azúcar en el cerebro, lo que te de dará impresión de "estar mareado". "Un dieta basada en muchas proteínassignificará que estás reduciendo el consumo de carbohidratos, "algo arriesgado" según McMordi, porque son la fuente primaria de energía para el cerebro y su deficiencia hace que la concentración sea difícil. "El consejo es hacer un refrigerio saludable y equilibrado entre la comida y la cena para sentirse saciado pero también lúcido", añade.
Cuando hay mucho tiempo entre comidas, tu paciencia tiende a disminuir. Pero esta tendencia a perderla fácilmente también podría ser un signo de sobrecarga de proteínas. "Sin una cantidad adecuada de carbohidratos, el nivel de azúcar en la sangre se precipita y el cuerpo no produce suficiente serotonina, que es la hormona que regula el estado de ánimo, lo que provocará que te sientas enfadado y rabioso", explica el experto. Ante los primeros signos de nerviosismo, puedes tomar un refrigerio como yogur griego con bayas, queso y fruta o hummus y galletas de trigo integral para estabilizar los niveles.
Todo en su justa medida
Sin embargo, si una dieta rica en proteínas reduce la sensación de hambre, lo contrario hará que haya un efecto boomerang y engordes más rápidamente. "Esto ocurre cuando te excedes con las de tipo animal o los batidos", señala McMordie, "porque la carne a menudo tiene mucha grasa, mientras que los segundos tienen azúcares añadidos para mejorar el sabor, lo que terminará causandote un aumento de peso al tiempo".
La dosis diaria de un adulto para prevenir posibles deficiencias de proteína varía de 50 a 62 gramos
La digestión es esencial para minimizar cualquier incomodidad en el estómago y los intestinos, pero cuando la ingesta de estos nutrientes es tan alta, puede tener dificultades para cumplir con su función. "Reemplazar demasiados alimentos con proteínas puede llevar a una falta de fibra, lo que desencadena problemas de estreñimiento", advierte McMordie. Deberías tomar 25 gramos al día de granos integrales, verduras y frutas.
El mal aliento es otra de las consecuencias de ingerir tanto aminoácidos de este tipo. Si comes demasiada carne sudarás más y tu boca se convertirá en un pozo maloliente. "Cuando el cuerpo entra en fase de almacenamiento de carbohidratos porque no tiene suficientes, comienza a utilizar la grasa como combustible y esto promueve la producción de cetonas, lo que puede producir el mal olor. Además, siempre vas a tener sed: la deshidratación provocada por la demasiada ingesta hace trabajar de más a los riñones.
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