Unos campesinos luchan en Kenia contra la plaga de la langosta; la élite del país tiene casi 1.300 millones en paraísos fiscales (Patrick Meinhardt / Bloomberg)
Un estudio del Banco Mundial fuerza la dimisión de su economista jefa
Parte del dinero destinado a los más pobres acaba en paraísos fiscales. De cada cien dólares, unos 7,5 terminan en una cuenta corriente de un país con baja o nula tributación, en los bolsillos de la élite de los países en desarrollo, en lugar de servir para aliviar la pobreza de los colectivos más desfavorecidos.
Es lo que sostienen unos investigadores del Banco Mundial, que es el mayor organismo internacional que gestiona la ayuda a los países menos avanzados. Así, el estudio, de alguna manera, dispara un tiro en el pie a la institución que supuestamente debería vigilar esos flujos de dinero. Y aquí reside parte del escándalo que está agitando estos días los pasillos en Washington y que ya se ha cobrado su primera víctima: la economista jefa del Banco Mundial, Penny Goldberg, que ha decidido volver a la Universidad de Yale después de quince meses en el cargo.
Problemas
Los autores de la investigación acusan a la institución de haber bloqueado su publicación
La intriga, digna de una película de cine político y que fue reconstruida hace unos días por el semanario The Economist, empieza cuando Bob Rijkers, un investigador del Banco Mundial, contacta con Jorgen Andersen y Niels Johannesen, unos economistas que habían estudiado hace cuatro años la relación entre la subida del precio del petróleo y el aumento del dinero enviado a los paraísos fiscales. Los tres deciden investigar, siguiendo la misma lógica, si parte de la ayuda al desarrollo acaba en las cuentas corrientes de un grupo sin escrúpulos que se aprovecha de la generosidad ajena. Y, efectivamente, cruzando los datos del Banco Internacional de Pagos, llegan a esta conclusión.
Después de examinar los proyectos financiados por el Banco Mundial en los 22 países más pobres, han descubierto que en tan sólo un trimestre, por cada financiación equivalente al 1% de su PIB, el dinero localizado en los depósitos de islas Caimán, Suiza, Singapur y Luxemburgo, reconducible “a las élites económicas del país” o “burócratas” sin identificar, se incrementa un 3,5%.
En promedio, el 7,5% de la ayuda del Banco Mundial no llega a los trabajadores involucrados en esos proyectos, sino que acaba desviado por las élites locales. En los países con rentas petroleras, el porcentaje sube hasta el 15%. Si se sigue el rastro del dinero depositado en paraísos fiscales, los mayores importes proceden de Jordania y Kenia.
Penny Goldberg, aunque es consciente de que estos resultados demoledores pueden perjudicar la institución en la que trabaja, da el visto bueno para su publicación. Sin embargo, el Banco Mundial no es de la misma opinión. El aparato fuerza la congelación del informe para preservar, de alguna forma, su imagen. Estamos en el mes de diciembre del año pasado.
¿Maldición?
Un aura siniestra planea sobre el Banco Mundial
Pero el secreto no se puede mantener durante demasiado tiempo. Penny Goldberg hace las maletas, los autores denuncian el bloqueo y consiguen así su objetivo: la investigación Elite capture of foreign aid. Evidence from offshore bank accounts está disponible desde hace una semana en la red. Fin de la película.
“Es cierto que el proceso en el Banco Mundial fue bastante largo. Teníamos una relación profesional con el departamento de investigación del banco pero, claramente, nuestro trabajo y resultados generaron mucho interés dentro del banco y, muy probablemente también fuera del departamento de investigación. Cómo los agentes e intereses fuera del departamento de investigación e incluso más arriba en la jerarquía podrían haber contribuido a una obstrucción del proceso de publicación sigue sin estar clara”, explica a este diario Jørgen Juel Andersen.
¿Quién hay detrás de las cuentas? El propio autor lo desconoce. “Nuestros datos no nos permiten observar a los propietarios de las cuentas refugio. Sin embargo, como argumentamos en nuestro documento, es casi seguro que las cuentas son propiedad de las élites: la mayoría de los ciudadanos en estos países ni siquiera poseen una cuenta bancaria dentro de su propio país, y la investigación de otros países muestra que la mayoría de las cuentas de refugio están controladas por quienes se encuentran en la parte superior de la distribución de la riqueza”, explica Andersen.
Por cierto, el antecesor de Goldberg, el premio Nobel Paul Romer, también dejó en el 2018 el puesto de economista jefe del Banco Mundial, después de revelar que se había manipulado el informe sobre la competitividad de Chile de esta institución. Tras la llamada maldición del FMI (con los escándalos de Rodrigo Rato y Dominique Strauss-Kahn), un aura siniestra planea ahora sobre el otro organismo económico internacional.
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