- Deben usarse 20.000 veces para compensar su inversión energética
Llevar siempre una botella de metal con agua para no tener que comprar una botella de plástico, moverse en transporte público, comprar productos a granel, reducir el consumo de ropa fast fashion (moda rápida en inglés) y no salir nunca de casa sin una, o varias, bolsas de tela. Estas son algunas de las pautas básicas que toda persona concienciada con la crisis climática y la invasión de los plásticos intenta seguir. Sobre todo las bolsas de algodón, prácticamente encumbradas como el símbolo de la sostenibilidad del día a día, además de un complemento de moda. Sin embargo, su popularidad ha terminado por convertirlas en parte del problema debido a su impacto medioambiental.
Para compensar el impacto ambiental de la producción de una bolsa de algodón orgánico, ésta debe utilizarse 20.000 veces, según un estudio de 2018 del Ministerio de Medio Ambiente y Alimentación de Dinamarca. Es decir, una sola bolsa de tela debe usarse cada día durante 54 años para neutralizar la energía y agua empleada en su producción, así como el impacto añadido en la capa de ozono.
Otra de las caras ocultas de las bolsas de tela es que no son nada fáciles de reciclar, debido a que es muy complicado descomponer químicamente los tintes que se suelen utilizar en ellas. Además, hay que convertir la tela vieja en nueva, un proceso que requiere casi la misma cantidad de energía que se empleó en su fabricación, según señala Maxine Bédat, directora del New Standard Institute, en declaraciones a The New York Times.
A pesar de que el algodón puede utilizar pesticidas y ha secado ríos por el consumo de agua, no es peor que el plástico y no sé pueden comparar. Hay que recordar que las bolsas de plástico se producen a partir de combustibles fósiles que emiten gases de efecto invernadero, nunca se biodegradan y están destruyendo los ecosistemas marinos.
¿Decisión ambiental o tendencia de moda?
En 2007, la diseñadora británica Anya Hindmarch creó, en colaboración con la agencia medioambiental Swift, la famosa bolsa bolsa "I'm Not a Plastic Bag", en un intento por animar a los consumidores a dejar de comprar bolsas de un solo uso. En un solo día, casi 100.000 personas hicieron cola en los supermercados de Reino Unido para hacerse con ella.
Lo que empezó siendo una apuesta por la sostenibilidad pronto se convirtió también en una herramienta de marca y parte de la experiencia de compra. Desde la revista New Yorker, pasando por la marca de cosméticos estadounidense Kielh's o Lush, hasta Uniqlo o FNAC, todas ofrecen a sus clientes bolsas de algodón orgánico, a veces gratuitamente y otras pagando. Una iniciativa enmarcada como sostenible que termina por convertir a los clientes en "vallas publicitarias andantes", sostiene Shaun Russell, fundador de Skandinavisk, una marca sueca de cuidado de la piel, para The New York Times.
Dada su popularidad y la publicidad gratuita que reportan las bolsas de tela, muchas compañías se han volcado en buscar soluciones para hacer su producción más sostenible, ya sea incorporación una mayor cantidad de algodón reciclado a la mezcla o dando una nueva vida a las botellas de plástico, como es el caso de Hindmarch.