lunes, 27 de septiembre de 2021

La verdad que esconde la ansiedad del hombre de hoy



Foto: iStock.


Se puede afirmar, sin temor a exagerar, que el mundo se ha psicologizado, cualquier análisis de la realidad se basa elementos de la mente. ¿Cuáles podrían ser las claves que expliquen este fenómeno?



Estamos en la era psicológica. Al final del siglo se puede afirmar, sin temor a exagerar, que el mundo se ha psicologizado. Cualquier análisis de la realidad que se precie va a descansar en el fondo sobre elementos psicológicos. ¿Por qué? ¿Qué ha pasado para que se haya operado este cambio tan marcado? ¿Cuáles podrían ser las claves que expliquen este fenómeno? No se puede dar una respuesta sencilla que resuma todo lo que está sucediendo. Son los factores que han originado esta instalación en el campo de la psicología de una gran parte de la humanidad.

Para relacionar esto hay que señalar las luces y sombras de nuestra época actual. Tenemos haber y deber positivo y negativo. Por una parte, están los grandes avances alcanzados, las cimas a las que ha accedido el hombre en los últimos años. El despegue de la ciencia moderna; la acelerada tecnificación, que nos ha permitido conquistar metas hasta ahora insospechadas; la revolución informática, que es capaz de simplificar los sistemas de ordenación y procesamiento de datos. También hay que subrayar la denominada revolución de las comunicaciones: ya no hay distancias en el mundo y en pocas horas nos plantamos en el otro extremo de la tierra; esto era hace tan solo unos años algo impensable.

Por otro lado, se han despertado muchas conciencias dormidas, tales como los derechos humanos, la democratización de una gran mayoría de países que viven en libertad y la progresiva preocupación por la justicia social, que ha llevado a una equidad mayor por un lado y a la existencia de una clase media cada vez más sólida y estable por otro. Los altos niveles de confort y bienestar han cambiado la vida del ser humano de nuestros días, sobre todo si lo comparamos con el de principios de este siglo, o si nos remontamos a la última etapa del siglo XIX. 

Hay que señalar también, en este balance positivo, la riqueza cultural de la actualidad, que va desde la música a la literatura, pasando por la pintura, la escultura, la ordenación de nuevos y grandes museos… La concienciación ecológica, que demuestra una nueva sensibilidad por la naturaleza, los espacios verdes y su posible degradación y, además, la nivelación o paridad de la consideración hombre/mujer: se está superando el machismo tradicional y se avanza hacia un feminismo bien entendido, que valora y respeta la condición femenina, y que reconoce que la mujer no puede estar discriminada en tareas intelectuales, políticas, artísticas, docentes, etc.


Los ismos

Pero en la cultura occidental actual hay sombras importantes. Algunas insospechadas, sorprendentes. Los ismos más importantes son los siguientes: de un lado, el materialismo: solo cuenta aquello que es tangible, que se toca y se ve; es como el destino casi último de la sociedad de la abundancia. Junto a él se alinea el hedonismo, que pone como bandera fundamental el placer y el bienestar. Ambos nos dan una mezcla muy singular. Solo cuenta la posesión y disfrute de unos bienes materiales que, por muy abundantes que sean, siempre terminan dejando insatisfecho el corazón humano. De ahí brotará una vivencia de la nada, que está muy cerca de lo que supone la experiencia de la ansiedad. Materializado el ser humano en sus aspiraciones más profundas, terminará deslizándose hacia una nueva decadencia.

Hay que subrayar también, como puntos negativos, la permisividad: no hay cotas, ni lugares prohibidos; hay que atreverse a todo y probarlo todo, curiosear todos los rincones y recovecos de la intimidad humana. Hay que ir cada vez más lejos: llegar a lo inaudito y sorprendente, bordeando territorios antes vedados, y ser así cada vez más audaces e innovadores. Es importante también el relativismo que ha ido llegando marcado a un subjetivismo: todos los juicios son flotantes, todo depende de algo, como en una especie de cadena de conexiones; todo es relativo. Se produce así una absolutización de lo relativo.


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Además, el consumismo: esta es una nueva forma de liberación. Estamos destinados a consumir: objetos, cosas superfluas, información, revistas, viajes relaciones; se trata de tener cosas. La pasión por consumir. Hay a nuestro alrededor un exceso de reclamos, tirones, estímulos, y decimos que sí a casi todos ellos. De aquí surge un nuevo hombre: embotado, repleto de cosas, pero vacío interiormente. Va a ir siguiendo la ruta de la ansiedad, que terminará en una forma especial de melancolía e indiferencia.

Y salta entonces otro dato en este inventario de factores: la deshumanización. Ha venido de la mano de la ciencia y de la técnica. El hombre tecnificado se desdibuja, pierde apoyo y consistencia, y llega a posponer el valor del ser humano como tal. Nunca a lo largo de la historia nos habíamos preocupado tanto del hombre como ahora y, a la vez, nunca había estado este tan olvidado, tan cosificado, tan reducido a objeto.

La sociedad actual vive en una permanente contradicción. Dice una cosa y hace la contraria, predica unas teorías y en la práctica pone en juego otras muy distintas. Entramos así en una cierta masificación: gregarismo, todos decimos lo mismo, los mismos tópicos y lugares comunes. Así se alcanza una nueva cima desoladora y terrible, la socialización de la inmadurez, que va a definirse por tres notas muy especiales:

  • La desorientación, es decir, el no saber a qué atenerse, el carecer de criterios firmes, el flotar sin brújula, el ir poco a poco a la deriva.
  • La inversión de los valores, esto es, una nueva fórmula de vivir, el atreverse a diseñar la vida con unos esquemas brillantes y descomprometidos, pero sin fuerza, en una especie de ejercicio circense parecido al 'más difícil todavía' pero en aras de una libertad voceada y ruidosa.
  • En tercer lugar, el vacío espiritual, que no comporta ni tragedia ni apocalipsis.

Como vemos, la ansiedad va surgiendo de aquí y allá en este recorrido analítico. Aunque hay más aspectos que caracterizan la cultura occidental de nuestros días y que no se pueden pasar por alto. Hay que mencionar la exaltación del erotismo y la pornografía inflados y a la carta: el ser humano queda rebajado, envilecido.

Al final de todo esto se asoma un vacío que es hartura y cansancio de todo lo trivial, llegando casi al límite de la destrucción de lo más humano del hombre.




Por
Dr. Enrique Rojas
26/09/2021 - 05:00
La verdad que esconde la ansiedad del hombre de hoy (elconfidencial.com)
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